jueves, 20 de agosto de 2020

Del libro “Conversaciones con Dios” de Neale Donald Walsch

 ¿Significa que no puedo pedir nada que desee? 

¿Me estas diciendo que rezar por algo en realidad aleja ese algo de nosotros?

Esta es una pregunta que ha sido respondida a través de los siglos, y que ha sido respondida cada vez que se ha formulado. Pero no han escuchado la respuesta, o no quieren creerla.

Responderé de nuevo, con palabras de hoy, en un lenguaje actual, de la siguiente manera: 


No tendrán lo que pidan, ni podrán tener nada de lo que quieras. Y ello porque tu propia petición es una afirmación de tu propia carencia, y al decir que quieres una cosa únicamente sirve para producir esa experiencia concreta – la carencia – en tu realidad”.

Por lo tanto, la oración correcta no es nunca de súplica, sino de gratitud. 

Cuando das gracias a Dios por adelantado por aquello que has decidido experimentar en tu realidad, estás efectivamente reconociendo que eso esta ahí… en efecto. 

La gratitud es, pues, la más poderosa afirmación dirigida a Dios; una afirmación a la que Yo habré contestado incluso antes de que me lo formules.

Así pues, no supliques nunca. Antes bien, agradece.

Pero ¿qué ocurre si yo agradezco algo a Dios por adelantado, y luego eso no aparece nunca? Eso podría llevar al desencanto y a la amargura.


La gratitud no puede utilizarse como una herramienta con la que manipular a Dios; un mecanismo con el que engañar al universo. 

No puedes mentirte a ti mismo. 

Nuestra mente sabe la verdad de nuestros pensamientos. 

Si dices “Gracias, Dios mío, por esto y lo otro”, y al mismo tiempo está claro que eso no está en nuestra realidad presente, estás suponiendo que Dios es menos que todos ustedes y, por lo tanto, produciendo esa realidad en ustedes.

Dios sabe lo que ustedes saben, y lo que ustedes saben es lo que aparece en su realidad.

Pero entonces ¿cómo puedo estar realmente agradecido por algo, si sé que eso no está presente?


Fe. 

Si tienes aunque sólo sea la fe equivalente a un grano de mostaza, moverás montañas. Sabrás que eso está presente porque Yo digo que está presente; porque Yo digo que, incluso antes de que me preguntes, habré respondido; porque Yo digo, y se lo he dicho de todas las maneras concebibles, a través de cualquier maestro que me puedas mencionar, que, sea lo que sea lo que quieras, si lo deseas en Mi nombre así será.

Sin embargo, hay tanta gente que dice que sus oraciones han quedado sin respuesta…

Ninguna oración – y una oración no es más que una ferviente afirmación de lo que ya es – queda sin respuesta. 

Cualquier oración – cualquier pensamiento, cualquier afirmación, cualquier sentimiento – es creador. 

En la medida en que sea fervientemente sostenido como una verdad, en esa misma medida, se hará manifiesto en tu experiencia.

Cuando se dice que una oración no ha sido respondida, lo que realmente ocurre es que el pensamiento, palabra o sentimiento sostenido de modo más ferviente a llegado a ser operativo. 

Pero lo que has de saber – y ese es el secreto – es que detrás del pensamiento se halla siempre otro pensamiento – el que podríamos llamar Pensamiento Promotor -, que es el que controla el pensamiento.

Por lo tanto, si ruegas y suplicas, parece que existe una posibilidad mucho menor de que experimentes lo que piensas que has decidido, puesto que el Pensamiento Promotor que se halla detrás de cada súplica es el de que en ese momento no tienes lo que deseas. Ese Pensamiento Promotor se convierte en tu realidad.

El único Pensamiento Promotor que puede ignorar este pensamiento es uno fundado en la fe en que Dios concederá cualquier cosa que se le pida, sin falta. 

Algunas personas poseen este tipo de fe, pero muy pocas.

El proceso de la oración resulta mucho más fácil cuando, en lugar de creer que Dios siempre dirá “sí” a cada petición, se comprende intuitivamente que la propia petición no es necesaria. Entonces la oración se convierte en una plegaria de acción de gracias. 

No es en absoluto una petición, sino una afirmación de gratitud por lo que ya es.
Deja de Decir “Yo Quiero”, y Empieza a Decir “¡Tengo!”


Neale Donald Walsch