jueves, 29 de abril de 2021

Lección 4 del libro "La Vía del Corazón", Jeshua Ben Joseph (La Vía de la Maestría I)

 Lección 4

Ahora, comenzamos

Y una vez más, saludos a vosotros mis queridos y santos amigos. Una vez más llego aquí con un gran gozo para estar con vosotros de esta manera. Vengo con vosotros mis amigos, con una gran alegría, para estar aquí en esta hora. Y camino con vosotros con gran alegría por el camino que habéis elegido. Pues, en Verdad, no hay ningún momento en que yo no esté con vosotros. No hay lugar al que podáis ir donde no podáis descubrir mi presencia.

Solo la realidad puede ser verdadera. Y la realidad es simple: Solo existe la simplicidad del Amor. Y desde ese océano nacen una multitud de formas, de mundos, de creaciones, de entre las cuales sois una. Y como olas que surgen del mar, esas creaciones siguen eternamente enlazadas a su Creador.

Sois una ola surgiendo del Océano Infinito del Amor, que es la presencia de Dios. Yo soy una ola que ha surgido del océano de la Santa Mente de mi Padre. Y aunque dos olas parezcan separadas por eso que es llamado “tiempo” –incluso por dos mil de vuestros años–, sin embargo, en Verdad, cuando son vistas desde una perspectiva mucho más amplia, esas olas han surgido simultáneamente de la superficie del Océano. Surgen exactamente con el mismo propósito: Expresar la simplicidad, y la inocencia, y la belleza, la creatividad, la verdad y la realidad del Océano Mismo.

Y las olas se deleitan al expresar lo que parece ser una individualidad única. Y, no obstante, portan el carácter común de estar hechas de la misma sustancia y de estar en realidad gobernadas por las mismas Leyes de la Creación. Pues ellas no conocen el momento de su surgimiento, ya que solo la ignota Profundidad del Océano puede saber el momento en el que elige hacer brotar y crear la expresión de la ola. El poder no visto, sino oculto en la Profundidad del Océano, se levanta para conformar esa ola, y la mantiene a través de la duración de su expresión. Y desde la Profundidad de ese Océano es desde donde se decide cuándo esa ola retornará al mar. ¿Significará esto que desaparece? Solo desde cierta perspectiva. Mas, en realidad, la propia sustancia que se hizo manifiesta no ha conocido realmente ni el nacimiento ni la muerte, sino solo la expresión.

¿Qué sucede entonces si fueras a considerarte a ti mismo como una ola que surge de la Santa Mente de Dios, nacida del infinito deseo de Dios de expandirse a Sí Mismo, para expresar la infinita naturaleza del Amor y la creatividad? ¿Qué ocurre si comienzas a constatar que todo lo que has llamado “tú mismo” es el efecto del Amor, y que tú no eres quien se provoca a sí mismo su surgimiento? Y, no obstante, en tanto que has surgido de ese Océano de Amor, ¿no estará la ola hecha de la misma sustancia que el mismo mar? ¿No te ha sido dada una libertad infinita y perfecta?

Pues de la misma manera en la que tu Padre te percibe, te ha sido dada la libertad de percibirte a ti mismo y a todas las demás olas que pudieras sentir, e incluso al Mismo Océano… de la manera en que elijas percibirlos.

La meta de una espiritualidad genuina es entonces la de realinear la cualidad de vuestra percepción, de reflejar, de resonar con, de estar en perfecto alineamiento con la percepción de vuestro Creador; de ver con los ojos de Dios. Queridos amigos, en Verdad, en vuestro ser, seguís siendo tal y como fuisteis creados. Y en todos y cada uno de los momentos estáis empleando literalmente ese poder que se encuentra en el calmado fondo del Océano del Amor de Dios, que dio surgimiento a vuestra creación y existencia mismas, para percibir tal y como lo deseéis hacer.

Por tanto, en esta hora nos referiremos a la naturaleza misma del deseo: A lo que significa, a lo que supone, a cómo crea sus efectos, a su poder y a su valor, al propósito y al sentido del deseo, y a cómo comenzar a tratar con esa energía (que a veces, como ya sabéis, se siente como toda una manada de miles de caballos salvajes, cada uno queriendo ir en su propia dirección) para hacer que el mismísimo Poder del Deseo se ponga bajo tu dirección consciente y deliberada… para que realmente puedas crear como el Padre te creó –con un perfecto, deliberado e infinito Amor; con perfecta e infinita y deliberada libertad; con perfecta, infinita y deliberada alegría… con perfecta, perfecta, libertad–.

¡Deseo! Cuando caminaba por vuestro planeta como un hombre me enfrenté a muchas opiniones diferentes sobre la naturaleza de la creación, de la humanidad, de la consciencia… aunque esta última palabra aún no estaba en ese momento –eso que llamáis consciencia o autoidentidad–. Al igual que ahora vosotros os encontráis con muchas escuelas de pensamiento, yo también. Y, al mismo tiempo que esto puede parecer que conduce a una gran confusión, como si uno debiera elegir en un abigarrado bufé, realmente sirve de una manera no muy diferente a como sirve la arena que está dentro de una ostra de la cual se extraerá una perla. Hace que rasques dentro. Debes encontrar tu propio camino hacia tu propia verdad. Porque ante todos y cada uno de vosotros yace vuestro propio camino, y un portal, un ojo de aguja... a través del cual solo vosotros podéis entrar.

Por tanto, en cierto sentido, estás aparentemente solo. Debes tomar la decisión de desear, por encima de todo, despertar al perfecto recuerdo de tu unión con Dios –igual que una ola puede finalmente decidir que no ha sido concebida para tenerle miedo a ser una ola, sino para reclamar verdaderamente su individuación, para reclamar su ser único, y para vivir eso plenamente–. Y para, en esa plenitud, decidir descubrir una manera de discernir su unión infinita con el mismo océano, para así, de cierta manera, romper con esa autoidentificación miope que hace que ella se vea a sí misma como un pequeño pedazo de ola que, surgida en un lugar o un tiempo determinados, solo dura un segundo y desaparece; y para encontrar entonces una manera de trascender esa limitación y ser reidentificada con la consciencia de que tú eres Uno con la Profundidad del Mar –con el vivo discernimiento de esa Unidad–. Y todo ello para que podáis operar no ya desde el nivel superficial de discernimiento, que podría ser considerado como la espuma en la punta de la ola (lo que llamáis mente consciente o egoica), sino para que seáis informados en todo lo que habláis, hacéis, en todo lo que creáis y en todo lo que percibís… por aquello que yace en la mismísima Infinita Profundidad del Propio Océano.

Imagínate entonces extrayendo de un manantial, dentro de ti, que no parece tener fondo ni bordes, y a través del cual algo brota desde lugares ignotos, y en los que tu atención literal consciente, tu discernimiento consciente, parece estar coloreado con una Radiante Luz que te deja literalmente con el sentimiento de que no eres el cuerpo-mente ni la historia personal con la cual te has identificado hasta ahora, sino que todas esas cosas son solo temporales, o son solo efectos transitorios y muy impersonales de un cierto nivel de deseo, en tu alma, que es una y la misma cosa que el Amor de Dios expresándose a Sí Mismo, y sin otro motivo que el hecho de que el Amor no puede hacer otra cosa que extenderse.

Imagínate trascendiendo tu miedo a tu propia supervivencia porque, a medida que consideras tu cuerpo-mente, ahora ves que ya no estás identificado como tal cuerpo-mente; pues esas cosas en realidad ahora se han convertido en instrumentos para ser utilizados por el Amor que yace en la Mente de Dios; y, entonces, tú vives, aunque no ya como tú mismo, sino como el Cristo que mora en tanto que tú. Esta es una experiencia muy real, que se puede vivir. Es decir, no es solo filosofía, no es solo un concepto y nunca puede ser un dogma. Se da pues una especie de traducción mística en la profundidad del alma, una traducción que es, en Verdad, meramente un desplazamiento del lugar donde percibes que está el sentido y la fuente para tu identidad. Y esa energía, la energía que se requiere para trasladarte desde la miope autocontracción en la que te has identificado con las  pequeñas gotas de espuma que salen de la punta de la ola, vapuleado por un poder que parece estar fuera de ti, hacia una sensación de identificación con la Silenciosa Profundidad del Océano que está presente por todas partes y que parece no conocer comienzo ni fin… la mismísima energía que te llevará desde la punta de la ola a la Profundidad del Océano… que es la energía del deseo.

Porque te digo con claridad que si el Padre no hubiera deseado extender Amor, tú nunca hubieras podido surgir a la existencia. Tu propio sentido de discernimiento del yo es el resultado, es el efecto, del Amor... un amor que es el mismísimo Amor que ha concebido el sol y la luna, y todas las estrellas y cada dimensión de la Creación. Ese mismo Amor, que deseó la extensión para ese Amor, es la propia Fuente de la cual tú has nacido. El modo en que ahora te reconoces a ti mismo, ese ser, es el efecto del deseo de Dios de extender Amor.

Por lo tanto, cuando algún día de estos alguien te pregunte “oh, ¿quién eres?”, por favor, no les digas un nombre. No digas, Bien, sí, nací en una cierta localidad de cierta parte del planeta.

No les digas que eres un Demócrata o un Republicano, o comunista, ateo o católico. Diles la Verdad,

¿Quién soy? Soy la extensión del Amor en la forma. Nunca he nacido y nunca probaré la muerte. Soy infinito y eterno. Resplandezco como lo hace un haz de luz solar. Soy el efecto del Amor de Dios. Y estoy ante ti para amarte.

Ahora bien, ¡esto hará que se levanten algunas cejas! Y también transformará tu mundo. Porque es el momento de dejar de buscar a Cristo fuera y comenzar a decidirse a asumir la responsabilidad de ser Cristo encarnado. ¡El deseo lo es todo!

Date un momento justo ahora. Permite que el cuerpo se relaje e imagina que pudieras pasar de ser el actor en la obra de tu vida a ser el director y el productor. Y te sientas en tu laboratorio, tu estudio, y te ves editando la historia de tu vida. Estás mirando todos tus pequeños clips de película. Ves el momento en que naciste, luego el tiempo en que ibas a tu escuela infantil, luego el día en el que te enamoraste o en el que decidiste ir al cine por primera vez, o cuando ibas a la escuela superior, o cuando trabajabas, o cuando tuviste un trabajo y otro y otro más, o el momento en que cambiaste de localidad física. Y mira bien a ver si no es verdad que en cada acción que hayas realizado alguna vez, en cada decisión que hayas tomado alguna vez, y tras intentar analizarlas todas por igual, ¿no subyace siempre la energía del deseo?

Pues en Verdad ni siquiera te levantas del sillón para ir a la despensa si no tienes el deseo de comer. Hay algo que te llama hacia un campo de acción, a una expresión de acción. Eso es el deseo. Nadie entra en una relación íntima sin la energía del deseo. Pues… acaso dos personas se han mirado alguna vez y se han dicho, No siento ningún deseo en absoluto, pero vamos a casarnos, tener hijos y fundar una familia.

¡Deseo! El deseo es esa energía que hace que todas las olas de creación nazcan de la profundidad del océano mismo. Y no obstante, ¿quién de entre vosotros no se ha sentido en conflicto con el deseo? ¿A quién no se le ha enseñado que el deseo es el mal? ¿A quién no se le ha dicho que, si quiere ser alguien grande, no desee? ¿A quién no se le ha enseñado que el deseo de cierto confort material es, de cierta forma, un obstáculo en el camino espiritual? Mira bien en tu alma a ver si esto no es cierto. ¿Acaso no le has temido a veces al brote del deseo en ti? Pues bien, al mirar hacia vuestro plano veo que hay muchos que se han visto paralizados de miedo por tan solo desear tomarse un tarro de helado. Tanto miedo tenían que, si cedían ante ese deseo, entonces algo en el helado les provocaba una hinchazón en el cuerpo y una parada cerebral; ¡mmm! ¡mmm!

Y, para quienes de entre vosotros se encuentren en una relación íntima –lo que llamáis matrimonio, o un compromiso de algún tipo (parece haber muchos niveles de compromiso en vuestro mundo, cada cual con su propia definición)–: ¿cuántos no habéis tenido la creencia, enseñada por el mundo, de que si sentís una cierta energía de deseo brotando desde vuestro interior al mirar a alguien que no sea vuestro compañero, entonces habéis pecado de cierta manera contra Dios? Entonces, ¿cuántos de entre vosotros no conocéis la experiencia de intentar gobernar diez mil caballos, estando completamente seguros de que, si cedíais en sentir deseo, entonces todos se desbocarían… y que así fracasaría el intento de mantener la vida estructurada, rígida y predecible –lo que expresas diciendo que “todo se fue al carajo”–? ¡Mmm!

Y no obstante, ¿existirías si Dios hubiera temido el deseo de crear y de extender amor para formarte, dándote al mismo tiempo una infinita libertad de elección? Sin deseo, mira a tu alrededor… no solo no verías nada, sino que no habría nada con lo que poder ver. Todo es efecto del deseo.

Entonces comienza a entender que el deseo no es malo. No es algo a ser temido, sino a ser dominado. El dominio, la maestría, no es control. Porque el control, la necesidad de control, es un efecto de la energía del miedo, y no del Amor. La maestría del deseo llega cuando reconoces que estás a salvo al sentir cualquier tipo de onda de deseo que pueda atravesar tu consciencia, porque tú decides si actuarás a partir de ella o no –decides si la llevarás al campo de la manifestación–. El poder de elección es lo único que nunca te puede ser quitado. Ya lo has dominado perfectamente, porque nada de lo que hayas experimentado alguna vez ha llegado hasta ti sin tu decisión de permitir que entre en el campo de la manifestación.

Comienza entonces a sentir que el deseo es algo que brota de esa profundidad más allá de ti mismo, y que puede ser contemplado con perfecta inocencia y con el asombro de un niño; y que ese mismo acto de cambiar de actitud, de permitir y darle la bienvenida al deseo, no es algo que te vaya a desviar del camino del despertar, sino que de hecho te llevará de forma vertical, por así decirlo, hacia el Corazón de Dios.

Pues si alguna vez vas a crear tal y como Dios crea, necesitarás sanar tus percepciones conflictivas sobre el deseo. Necesitarás trascender esa energía de miedo.

Hay muchos que me invocan y rezan. No hay ni un solo momento, en vuestro marco temporal, en el que no haya muchas personas, en vuestro plano, en algún lado del planeta, que me estén rezando y que quieran llenar sus corazones de Cristo. Y, no obstante, al mismo tiempo están muertos de miedo ante una energía que necesita moverse, porque han sido enseñados a temer, a suprimir, el deseo.

El deseo es como el Líquido de la Vida que se mueve a través del tallo de la rosa y que permite que los pétalos resplandezcan con un glorioso color. Y cuando bloqueas el flujo del deseo los pétalos no pueden ser nutridos. Y la muerte comienza a darse –muerte del corazón, del alma… en la cualidad de lo sin vida–.

Si caminaras por una de las calles de vuestras ciudades mirando realmente a los ojos de cada persona que te encontraras (y todo el mundo que escucha estas palabras ha tenido esta experiencia), ¿no reconocerías que la muerte parece haber anidado ya en las mentes de muchos que viven muerte de los sueños, de la esperanza, muerte de la valía, del espíritu de juego, del verdadero poder… muerte de la unión con su Fuente y Creador–?

La sanación requiere estar dispuesto a sentir deseo, a verlo como bueno, a verlo como santo. ¿Significará esto que si sientes un deseo, ya nunca va a verse desfigurado por los patrones egoicos de tu mente? Desde luego que no. Siempre existe la posibilidad de que el deseo sea desfigurado para satisfacer las necesidades de la mente egoica en ti. Pero ten por seguro que, si lo hace, entonces, ¿quién lo hizo? ¡Tú! Siempre, en tu interior, ya reconoces que el deseo es bueno, pero lo suprimes. Siempre, cuando el deseo surge, esas veces en que has permitido que se desfigure y que sirva a las metas del ego, ten por seguro que sabías perfectamente bien lo que estabas haciendo, y que eras tú el que tomaba las decisiones.

Has aprendido, por tanto, a temerle al deseo, pues este miedo es el efecto de temerte a ti mismo. Y esto es lo que te paraliza. Esto es lo que corta el flujo creativo. Esto es lo que conduce a todo eso que tu mundo reconoce como una multitud de malestares psicológicos –una indisposición a confiar en el propio yo, una indisposición a amarse a sí mismo, la creencia de que el deseo que corre por tu ser es algo malo y oscuro–. Si pudieras arrojar todo deseo fuera de tu ser, entonces, podrías mantenerte con el control y le gustarías a todo el mundo, ya que te habrías adaptado a la pequeñez y a la inferioridad que tan adoradas son en la consciencia humana.

Escucha bien, ahora, el siguiente axioma que nos gustaría darte, La única relación que tiene algún valor en realidad es tu relación con Dios, tu Fuente creativa, la profundidad del océano.

Y rápidamente la mente dirá, ¿Y qué pasa con mi compañero, con mis padres, con mis hijos, con el presidente de los Estados Unidos, con el jefe de la oficina de correos?

¡Mmm! Como ejemplos se te ocurrirán un millón de relaciones que seguramente tengan una gran importancia. Mas la única que tiene valor es tu relación con Dios. Porque cuando ella está alineada, todas tus creaciones, todas tus elecciones en tus relaciones y tus elecciones sobre cómo vas a ser en ellas... todo eso... fluirá sin esfuerzo desde ese alineamiento. Por tanto, busca primero el Reino, y todas esas cosas te vendrán por añadidura. No intentes crear una rosa empezando por los pétalos, sino que nutre las raíces, y la flor tendrá que florecer.

Para estar en una relación correcta con tu Creador, es absolutamente necesario corregir tu percepción y tu relación con la energía del deseo. Y eso comienza al dejar que se vaya el juicio que has hecho de él, en cualquiera de sus formas. Porque, de nuevo, solo puedes estar en Amor o en miedo. Solo puedes estar en inocencia o en juicio. El amor y la inocencia son del Reino. El miedo y el juicio son de la ilusión.

Aprende entonces, mediante una simple práctica, a interrumpir los patrones que has aprendido de este mundo ilusorio, de tal modo que sueltes tu juicio contra la energía del deseo. Esto será diferente para cada uno de vosotros dependiendo de dónde comience cada cual. Pero para darte un ejercicio muy simple, cuando te levantas por la mañana y has plantado tus pies firmemente sobre el suelo, date un respiro y pregúntate esta cuestión,

¿Qué quiero ahora mismo?

En ese mismo momento la mente dirá, Bien, estoy demasiado ocupado para saber lo que quiero, tengo que ir a trabajar. Tengo que servir a alguien más. Estoy aquí para satisfacer al mundo. No tengo tiempo para preguntarme lo que quiero.

Recuerda que lo que decretas, es, y todo pensamiento que tengas en la mente se verá reflejado en la naturaleza de tu experiencia.

Así es que date un respiro y pregunta, ¿Qué quiero?

Y entonces simplemente date un minuto para observar lo que sea que aparezca en la mente, o incluso lo que se siente en el cuerpo. ¡Oh! ¡Dios me libre! ¡Quizá quieras tener sexo! ¡Oh!

¡Entonces sabrás ya con toda seguridad que no eres un ser “espiritual”! Puedes querer darte una ducha caliente. Puedes querer un vaso de zumo o de agua. Puedes querer cantar, estirarte o respirar.

Puedes querer girarte y mirar a tu amante o compañero que aún duerme en la cama. O puedes querer levantarte y deslizarte hacia la habitación de los niños para mirar cómo duermen. Puedes querer sentarte y leer el periódico. Pero la cuestión aquí está en darse cuenta de que, al preguntar una cuestión así, hay algo que responderá en ti. Y cuando llegue esa respuesta, date cuenta de que viene con un sentimiento asociado, con una cualidad que hace que tus células canten, aunque solo sea un poquito. Esa es la energía, el elixir de la Vida, llamado deseo.

En este único minuto, no necesitas ponerte a actuar, sino simplemente observa, Ah, ¿qué quiero? Darme una ducha caliente.

El sentimiento del pensamiento, o el pensamiento que emite el sentimiento en el cuerpo, “quiero darme una ducha caliente”, es transportado por el elixir del deseo. Y el deseo viene de una profundidad de tu ser que, de nuevo te digo, descansa justo al lado del Rostro de Dios. ¿Y no sería el caso que, si siguieras ese deseo que brota de tu corazón, sintiéndolo, acogiéndolo, podrías aprender y descubrir qué es lo que el Océano desea expresar a través de la ola que tú eres? Y si juzgas el deseo, ¿no podrías estar cortando así el flujo creativo que la Mente de Dios desea expresar? 

Desde luego que ese es el problema. Has anudado la manguera con un nudo hecho de juicios conflictivos. Y la idea, ahora, es comenzar –de una manera simple– a darte permiso para sentir deseo, a permitirlo incluso en las células de tu cuerpo, a observarlo, notarlo, a reunirse con él.

He aquí algo que es muy común en tu mundo (sé honesto contigo mismo): ¿Cuántas veces has sentido el deseo de ser rico? Se supone que esto no es algo de lo que se hable mucho o que se haga muy público,

Tío, ¡esta mañana me desperté imaginando que tenía tantas monedas de oro que podía comprar todo el planeta! ¡Oh! “El dinero es la raíz de todo mal”. No puedo pensar así.

Bien, mejor me mantendré ocupado e iré a la oficina a trabajar, aunque secretamente pienso en mi interior resentido que en realidad ahí no me pagan todo lo que mi alma se merece. Pero haré como si todo fuera bien. Oh, ¿dinero? No. Estoy muy bien. Realmente tengo lo suficiente, y… no, no, realmente estoy muy bien.

Y entonces, cuando vuelves a casa, conduciendo, y un Mercedes Benz te adelanta rápidamente, no puedes dejar de pensar, Dios, desearía poder tener uno de esos. Oh, ¡Dios! No puedo pensar eso, así que conduciré mi viejo Volkswagen por esta carretera, pues estoy siendo una persona muy buena y muy espiritual.

Sed honestos con vosotros mismos: ¿Cuántas veces habéis sentido brotar de vuestro interior el deseo de ser ricos? ¿Qué hay que os haya provocado tenerle miedo a ese deseo? ¿Qué ha hecho que anudarais la manguera de tal modo que tratarais de bloquearla para que ese deseo no llegara a la manifestación? Quizás, cuando eras un niño, fuiste a una catedral y allí había alguien con un largo vestido, subido a una plataforma. Y allí, como todo parecía ser tan hermoso, él seguramente debía estar hablando con mucha autoridad. Y como esta catedral está repleta de todo un conjunto de pequeñas mentes que viven todas en su propio nivel de miedo, cuando esa voz habló y dijo, “el  dinero es la raíz de todo mal”, pensaste,

Oh, bien, esa es la verdad. Oh, sí. Esa es la verdad. Oh sí, Oh, Dios, mejor temerle al dinero.

¡Mmm!

Os digo, solo tenéis una Autoridad, y nunca está en ninguna oficina o iglesia, organización o individuo. ¡Tu Autoridad es la Voz que habla por Dios y que mora en tu corazón y en tu mente!

Dios no está limitado y no requiere que sus Criaturas lo estén. Porque si quisieras recibir todo lo que Dios te quiere dar, entonces decidirías levantarte y ser la ola más grande que puedas ser. Porque solo haciendo eso honras a tu Creador.

Así es que podrías decir que Dios es como un jardinero sabio que constantemente trata de hacer crecer bellas rosas. Sabe exactamente cuánto abono poner en el suelo. Sabe cómo hacer para que esos nutrientes suban desde el suelo por las raíces hasta el corazón del tallo de la flor, para imprimirle un color radiante de tal modo que todo el mundo que mire se vea tocado por el misterio de la belleza. Y Dios se sorprende,

Bien, es interesante. Esas rosas que he creado parecen tener mente propia. A medida que el elixir que intento darles sube por los tallos, ellas se atan a sí mismas con pequeños nudos, y solo les llega un poco de ese elixir; así que los pétalos nunca florecen plenamente.

¿Has tenido alguna vez la sensación de que estás poniendo más energía en permanecer contraído que en permitir la expansión?

El deseo es creación. Por tanto, lo que deseas es de la mayor importancia. Si quieres tomar ese pequeño ejercicio que te hemos dado y comenzar a ponerlo en práctica, de una manera muy simple, y de una manera calmada, comenzarás a ponerte en contacto de nuevo con la inocencia y la belleza del movimiento del deseo. Puedes deleitarte en él. Cuando tengas un pensamiento sexual, un deseo sexual, ¿por qué no simplemente estar con él? ¿Por qué no notar lo que provoca que suceda en el cuerpo? ¿Cómo cambia tu respiración? ¿Va el corazón más rápido? Sé honesto contigo mismo, ¿no esboza una sonrisa en tu cara? ¿Qué pasa si decides acoger honestamente ese efecto como algo perfectamente inocente y hermoso? ¿Cómo podría cambiar tu día si no reprimieras el discernimiento del deseo sexual? Notarás que no estamos diciendo que debas ir por la calle agarrándote a todo cuerpo que pase cerca de ti. Decimos que te permitas el abrazo viviente de la energía que precisamente esté moviéndose por todo tu ser.

¿Por qué es importante esto? Si has decidido que hay ciertas energías que son demoníacas, malas, que tienen el poder de desviarte de tu unión con Dios, entonces ya has decidido que hay algo que está más allá del alcance de tu poder. Y eso es lo que te des-empodera. Y así, tomas una energía inocente y la conviertes en un monstruo que debe ser temido a cualquier precio.

Mas os aseguro que la transformación mística que os lleva desde sentiros como una desempoderada gota de espuma en el filo de la ola, hasta la sensación de libertad y de vida empoderada que fluye de la Mente de Dios a través de vosotros... y para expresar solo bellas creaciones llenas de majestad, de poder y de milagros... lo que te lleva de A a B... es estar dispuesto a cambiar de actitud para observar las mismísimas energías que se mueven a través de la mente y del cuerpo, y no para temerlas, sino para contemplarlas con inocencia y maravilla. Y esta es la fuente de todos los mitos que han sido narrados en todas las culturas: El caballero que somete al dragón, besando a la bestia salvaje en la mejilla, convirtiéndola así en un amoroso, amoroso compañero. Vuestros monstruos son lo que teméis y reprimís debido a los juicios que habéis aprendido en el mundo. Y el mundo es solo la negación o rechazo del Reino. Es justo lo opuesto a la Verdad.

Así, ves, si estás sentado en una de tus catedrales y todo el mundo está diciendo, Oh, claro, la sexualidad, ¡algo muy malo! Te alejará de Dios.

Entonces de inmediato debes darte cuenta de que si todos aquí le temen a la sexualidad, en realidad debe ser Divina, y así, Quizás haría bien en acogerla, amarla, dominarla, y no temerla. Si alguien te dice,

El dinero es la raíz de todo mal, y luego extiende la mano y dice, ¿Podrías por favor hacer una donación a nuestra organización? ¿no es esto acaso una expresión de conflicto? Y no obstante, tal conflicto inunda las religiones y los dogmas de vuestro mundo,

No desees el dinero. No desees riqueza. Por otra parte, para mantener esta emisora de radio necesitamos realmente que hagas una donación.

¿Qué están tratando de enseñarte? ¿Qué están negando? Sexo y dinero. Cosas muy básicas, ¿no? Representan energías que fluyen desde la Mente de Dios, que quieren expresarse con alegría y poder ilimitados, y que no están dispuestas a conformarse con limitaciones de ningún tipo.

Cuando la Tierra fue concebida por la Santa Mente de Dios y tomó su propia forma y se convirtió en una entidad igual que tú, Dios no dijo, Bien, este es un planeta muy bello, pero solo puedo tener un sistema solar, solo uno, justo a la medida de esta Tierra.

No, sino que, más bien, desde el gozo, Dios permitió que se dieran más y más sistemas solares, el nacimiento de miles de soles a cada instante… como campos en los que esas bellas joyas que son los planetas pudieran girar. ¡Eso es verdadera creación! ¿Y qué cualidad de sistema solar habrás decidido permitir tú que exista, para que el planeta de tu propio discernimiento pueda girar, vivir y expresarse?

¡Ah, deseo! El deseo lo es todo. Y de nuevo, el simple ejercicio que te hemos dado comenzará a liberar los bloqueos internos, y redescubrirás la inocencia del deseo. Y entonces, puedes comenzar a desarrollarte en él, a tomarte unos breves instantes para aprender a vivir deliberadamente.

¿Qué quiero realmente?

Porque, ves, como tu mente brilla como un rayo de luz solar desde la Mente de Dios, cuando uses tu consciencia para relajarte en la inocencia de la cuestión, “¿qué es lo que realmente quiero?”, “¿qué hay en mi corazón que sigue llamándome, que me sigue impulsando?”, te llegarán imágenes, sentimientos. Y os digo que estos serán expresiones –y hablaremos con los símbolos que entendéis en vuestro mundo–... expresiones de lo que Dios quiere traer a través de ti, Oh, cada vez que miro en mi corazón, y cada vez que me permito sentirlo, lo que realmente quiero es… rodear a la gente con mis brazos. Quiero permitir que la gente sepa lo mucho que les amo.

¿Por qué temer tal deseo? Es tan abrumador… No sé cómo sería aceptado

¿A quién le importa si serás aceptado? Lo que importa es cómo te aceptas tú a ti mismo.

¿Qué pasa si sintiendo ese deseo comienzan a llegarte nuevas imágenes? Y entonces, repentinamente te das cuenta de que… “lo que quiero hacer es unirme al Cuerpo de Paz26”, por ejemplo. Quizá sea el caso de que la auténtica vía, la manera a través de la cual aprendes a recibir el gran gozo de permitir que tu Amor vaya al mundo, es justo esa decisión de ir y colocarte en un sistema solar donde puedas girar con tu propio planeta y apuntarte a esa organización. Pero, si le temes al deseo, ¿cómo vas a poder alguna vez reconocer esas cosas?

Oh, ¡cuando me pongo en contacto con mi corazón y cuando me permito a mí mismo sentir…!

¿Qué sucede al hacerte esa pregunta?

Quiero tener tanta riqueza… ¡Oh! Y veo el pensamiento que dice que: “oh, ¡no! La riqueza es mala”. Pero lo que quiero hacer es… quiero ser capaz de llegar a cada niño hambriento del planeta y alimentarlo. Por eso quiero ser rico.

¿No podría ser que el deseo de alimentar al mundo fuera el deseo de Dios de expresarse a través de ti para utilizarte de tal manera que se efectúe una transformación en tu planeta? ¿Puedes ver que al bloquear el sentimiento del deseo podrías estar precisamente bloqueándote a ti mismo el poder escuchar aquello por lo que has implorado una y otra vez?

Padre, revélame Tu propósito para mí.

Sientes el deseo y dices,

¡Vaya! Pero primero... Padre... lo siento... antes tengo que librarme de este deseo. El deseo en el corazón es donde descubrirás la línea telefónica que te enlaza con la Voluntad de Dios que querría ser expresada a través de ti. Y si no confías en el deseo estás literalmente diciendo que has decidido no confiar en tu Creador. Mmm… cosa esta que es digna de ser recapacitada.

Sanando el conflicto en torno al deseo, ahora que sabes lo que verdaderamente es, aprendes a ser paciente contigo mismo.

Y ahora vamos con algo que nos sirve a modo de segundo ejercicio; y sugerimos que crees una estructura en la cual esto pueda ser practicado y que se ajuste a tu propia vida. De nuevo, al principio no te llevará más de cinco, diez o quince minutos, y quizá tres o cuatro veces por semana.

Finalmente lo harás todo el tiempo, porque estarás creando deliberadamente. Durante solo diez o quince minutos aparta tu mundo. Recuerda que no necesitas hacer nada y que por lo tanto el mundo puede esperar.

Relaja el cuerpo y cierra los ojos. Y puede resultar de gran beneficio permitir que la respiración se haga muy profunda y rítmica; relaja el sistema nervioso y seduce al controlador en tu mente, a ese crítico que decide qué pensamientos están bien y cuáles no. Por cierto, que el crítico nunca es algo que tú hayas creado. Es algo que permites que viva en tu mente y que fue fabricado por un conjunto de otras mentes temerosas, padres y profesores.

A medida que relajas el cuerpo y la mente, pregúntate, ¿Qué es lo que quiero realmente? Y observa las imágenes que surjan, sin juicio. Observa los sentimientos en el cuerpo, y permite que esto dure solo un minuto o dos. Entonces detente, abre los ojos, y escribe todo lo que puedas recordar.

Vi la imagen de tener cuarenta y siete compañeros sexuales.

Vi una imagen de monedas doradas cayendo sobre mí de modo que tuve que abrir un paraguas por encima de mi cabeza.

Vi enormes frascos de helado.

Me vi a mí mismo en un barco en el océano.

Lo que sea que aparezca, escríbelo.

Noto que mi estómago se tensa.

Pensaba que me iba a hacer pis en los pantalones.

Lo que sea, escríbelo.

Entonces, toma una profunda respiración, relájate de nuevo, y repite el proceso. Coloca la mano de modo que descanse sobre el corazón. Respira hacia dentro de él unas pocas veces, y entonces pregunta,

¿Qué deseo realmente?

Y de nuevo permite que el proceso se dé como sea que surja. Hazlo durante un periodo de diez o quince minutos, de manera que lo repitas al menos seis o siete veces, escribiendo.

Toma ese trozo de papel, que quizás forme parte de un “diario”, como podrías llamarlo... y guárdalo hasta el siguiente periodo de ejercicio; y entonces, repite el proceso de nuevo. Y cuando lo hayas hecho siete veces, cuando tengas las siete hojas de papel de cada proceso, entonces y solo entonces,

comienza a mirar atrás, a todas las cosas que surgieron. Y pregúntate, ¿Qué parece estar repitiéndose?

Puedes quizá notar que, Bueno, tres veces quise una enorme tarrina de helado, pero entonces ese deseo parecía difuminarse.

Dos veces tuve el deseo de tener cuarenta y siete amantes, pero ahora me doy cuenta de que en realidad solo quiero uno.

Sea lo que sea, observa el patrón, percibe el hilo que parece atravesar de arriba a abajo los periodos de ejercicio. Entonces, imagina que ese hilo es ese enlace energético que se anuda por un lado al pedazo de espuma en el filo de la ola, y que por el otro está anclado en la Profundidad del Océano.

Y entonces considera que quizás, si te permitieras moverte por ese hilo, si comenzaras a poner tu energía ahí, si comenzaras a aclarar los obstáculos en tu consciencia que bloquean que ese deseo pueda ser vivido coherentemente, haciendo eso… podrías llevarte a ti mismo desde la gota de espuma en el filo de la ola hasta el Corazón de Dios. Y que, a lo largo del camino, todo lo que no fuera Amor llegaría hasta ti para que pudieras soltarlo. Y que, durante el proceso, podrías pasar a través de una metamorfosis que culminaría en ser la encarnación viva del Poder de Cristo –para que tu alma pueda constatar y actualizar esa realización que siempre ha buscado–. ¡Mmm! Esto es algo como para tragar bien saliva.

Pues ves, la razón de que te hayas decidido astutamente a engañarte a ti mismo para poder bloquear la energía del deseo, es que el alma sabe que, si siguieras ese hilo con un compromiso total e incondicional, se vería embarcada en el camino del que hablábamos en una hora anterior, el camino puesto ante ti por Dios, que sabe cómo llevarte a casa.

Y si llegaras al hogar, significaría que tendrías que dejar de ser un buscador. Y tendrías que convertirte en alguien que ha sido encontrado. Y tendrías que levantarte por encima de la masa.

Tendrías que abandonar toda tu identificación con la pequeñez. Tendrías que abandonar la necesidad de que los demás te aprueben. Abandonarías el nido de la locura. Habrías resurgido y ocupado tu verdadero lugar a la diestra de Dios. ¿No es ese el temor más profundo que tienes… el de realmente ser la Verdad de quien tú eres: Cristo Encarnado?

Ahora bien, el deseo puede ser muy divertido. Idealmente, una vez que hayas practicado esto por tu cuenta, pide a tu compañero o a un amigo cercano (incluso puedes querer enseñarles estas cosas que lees o escuchas en esta Vía), pídele… si estaría dispuesto a embarcarse en este proceso contigo, de tal modo que, quizás una vez por semana, puedas sentarte con él y decir,

¿Qué encontraste esta semana?

Bien, ¡aquí va…!

Se llama desnudarse ante a un amigo. Se llama hacerse vulnerable con otro, encontrar a otro niño para jugar en el Reino, de tal modo que puedas salir al patio de recreo fuera del mundo adulto que dice, El deseo es malo. Chicos… tened cuidado.

Y comienzas a contemplar lo que es verdadero y real desde un lugar de inocencia. Y comienzas a crear por ti mismo un grupo de apoyo. Y ese grupo quizás pueda crecer hasta tres o cuatro amigos – o incluso diez o veinte– en el cual todos están comprometidos a ponerse en contacto con lo que realmente está en ellos, entendiendo el principio de que el deseo es el hilo que enlaza tu alma con el Corazón de Dios. Y Dios solo quiere extender, a través de ti, aquello que expresa Amor en el mundo. Esto es lo que se llama Creación.

Quizás es un proyecto que vale la pena. Pues cuando no te posicionas en la actitud de permitir la acogida del deseo, solo queda otra alternativa: Vivir en modo de mera supervivencia. Y cuando eliges la energía de la mera supervivencia el mundo es tu amo. Ante él te verás obligado a inclinarte una y otra vez, y otra y otra... ¡vida tras vida, tras vida! Serás un esclavo de la locura que parece gobernar este mundo. Y nunca conocerás la paz. Y nunca conocerás la dicha. Y nunca vendrás al hogar. ¡Así de simple! Porque no fuiste creado para marchitarte y morirte en la vid. Fuiste hecho para producir buen fruto en cantidad.

Permite que las raíces sean regadas por el deseo, por encima de todas las cosas, para así convertirte en la realización de lo que Dios tenía en Mente cuando Él respiró en ti el Aliento de la Vida. Y permite que ese Aliento sea recibido a cada momento. Llegarás a comprobar que la única cuestión – la única– por la que necesitas preocuparte es esta,

¿Qué cantidad de Dios estoy dispuesto a recibir y a permitir que sea expresado a través de mí?

Esto se llama separar el grano de la paja. La paja son los pensamientos del mundo que te hacen creer en la pequeñez. Y eso solo puede derivar en tu sufrimiento perpetuo. El grano es el alimento que da Vida, porque está lleno del Amor de Dios.

Entonces, no le temas al deseo, sino que desea abrazar el deseo. Tócalo, siéntelo, conócelo, danza con él, canta con él, míralo con inocencia. Siéntelo plenamente. Y entonces aprende a discernir, con los métodos que te hemos dado, lo que verdaderamente es el deseo: Ese hilo que está atravesando con su brillo todos tus días. Y entonces decide permitir que ese deseo informe tus elecciones, para que así puedas crear una vida que sirva a la realización de ese hilo de deseo.

Ves, yo tuve que hacer lo mismo. Pues comencé a notar que había un hilo de deseo en mi corazón que trataba de crear alguna forma de demostración que fuera tan abrumadora que, a cualquiera que pusiera su atención en ella se le recordara que hay algo mucho más grande en la vida que vivir para sobrevivir, y sobrevivir solo para vivir. E incluso cuando yo era joven comencé a tener atisbos –que al principio solo eran momentáneos–. Algo me estaba impeliendo, me impulsaba. Mas, según aprendía a confiar en el deseo, las imágenes se volvían más y más claras. Y me veía a mí mismo en colinas, rodeado de multitudes. Y me maravillaba por las palabras que salían de mi boca en esos momentos de revelación, cuando era todavía solo un adolescente. Vi atisbos e imágenes de ser amado por millones. Vi imágenes y cosas que no podía ni comprender porque eran literalmente imágenes de lo que ahora estoy haciendo. Y, ¿Cómo habría podido yo, un adolescente viviendo en la Judea de hace dos mil años, hallar la manera de comprender el uso de las tecnologías de vuestro mundo moderno, con las cuales comunicar Amor? No tenía sentido para mí. Pero aun así, decidí confiar en ello.

Una parte de ese hilo fue el reconocimiento de que la muerte no es real. Y así, por lo tanto, debía ser capaz de crear una demostración que lo probara. Ahora, piensa en ello por un momento. Si ese pensamiento fuera a nacer en ti y si intentaras compartirlo con el mundo, ¿no te llamarían loco al osar pensar un pensamiento tan disonante con respecto a todo lo que el mundo cree? Mas, como yo seguí el hilo del deseo, comencé a darme cuenta de que seguía hablándome a mí, día tras día, y semana tras semana. Y quería crecer; quería ser nutrido.

Así es que finalmente decidí,

Voy a permitir que ese hilo sea nutrido. Y voy a descubrir adónde me lleva y de qué trata todo esto.

Y adonde me llevó fue a la maestría de la vida y la muerte, al dominio de la sanación, de la consciencia. Me llevó al dominio de mí mismo. Me llevó al hogar, a mi propio Ser Crístico.

Y como seguí ese hilo, hoy puedo hablar contigo. Muchos de vosotros apreciáis lo que he hecho porque me veis como un portavoz de la Verdad. ¿No ha llegado el momento de que vosotros sigáis vuestros propios hilos y os convirtáis, igualmente, en portavoces de la realidad? Porque así como tú has sido enviado hacia mí, habrá muchos enviados a ti a medida que pasas de ser un buscador a ser un “encontrador”. Pues al ocupar tu lugar correcto, te conviertes en un vehículo a través del cual la Voz que habla por Dios toca creativamente las vidas de una innumerable cantidad de personas con las que puede que tú jamás tengas un encuentro físico.

Fuiste concebido para ser grande. Fuiste concebido para la grandeza, para brillar con tal Luz en este mundo que el mundo recuerde que la Luz es la verdad, y la oscuridad es ilusión. Sé, por tanto, aquello que eres. Y tú eres la Luz del mundo. Y me deleitaré al marchar contigo. Porque si puedo unirme a este, mi querido hermano, para crear esta comunicación, también puedo unirme con quienquiera que elija marchar hacia su propio ser crístico. Y el hilo a seguir es el hilo del deseo.

Por tanto, comienza a mirar hacia la energía del deseo en ti –a separar el grano de la paja– mediante el aprendizaje de, primero, sentirlo solo un minuto, sin juzgarlo…, y luego profundizando en ese proceso. Y te aseguro que llegará un punto en el que con cada respiración que tengas entrarás en contacto con la energía del deseo. Y esa es la única Voz a la que darás autoridad.

Y no serás capaz de seguirle el ritmo a la amorosa creación que quiere expresarse a través de ti. Y te maravillarás con los amigos que llegarán a tu vida, o con los cambios en tu sistema solar, donde gira vuestro planeta. Te maravillarás y te preguntarás cómo puede estar pasando todo esto. Y finalmente descubrirás que no eres el fabricante y el ejecutor de tu vida, sino que Dios quiere guiar y hacer Vida a través de ti.

Y entonces conocerás la Verdad que te hace libre, Por mí mismo, no hago nada. Pero mi Padre, a través de mí, hace todas las cosas, y es muy bueno. Mantente por tanto en paz. Y desea a gusto. Porque cuando sientes deseo estás regando tus raíces con la energía de la misma Vida. ¡Confía en ello! ¡Abrázalo! Y permite que los pétalos de la rosa florezcan en tu Santo Ser.

Os amamos, y estamos con vosotros. Si solo pudierais ver cuánta ayuda iluminada os rodea en cualquier momento, nunca volveríais a permitir que el miedo a perderos en vuestro deseo saliera victorioso en vuestra mente. Y caminaríais con audacia. Y a cambio, todas las cosas se transformarían en nuevas.

¿Cuánto Amor de Dios estáis dispuestos a recibir? Y con esto, cerramos diciendo, Amén

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