jueves, 27 de mayo de 2021

La Vía del Corazón, Recopilatorio de la lección 5.

Recopilatorio de la lección 5.

LVDC requiere del compromiso.
El camino no será comprensible para el mundo, tampoco para vosotros. Caminarás de misterio en misterio.

Reconoce que no estás viviendo una vida, sino que es la Vida la que te vive.

Observar lo que surge desde un espacio de calma, ecuanimidad, aceptación y perfecto amor. Así desarrollamos una cualidad de la Consciencia: el Testigo.

Ya nada es inaceptable para ti. Sabes que solo lo aceptado podrá ser transcendido.

Nada puede obligarte a nada. Habitas en la “no necesidad"
Sin necesidad de dirigir tu viaje. Estarás en Paz, y en esa Paz el Aliento de Dios se moverá a través de ti. Habitando en perfecta confianza y descanso. Tu Padre te reconocerá y tu conocerás a Dios.

Por mi mismo no hablo nada; más, a través de mi, el Padre hace todas las cosas. Siendo canal a través del cual mana el amor.

Sin la necesidad de ir a ningún sitio, sin tener que conseguir nada, espacioso y vacío…

Activar la cualidad de discernimiento, llamada el Testigo, desde la cual fluyes movido por el viento del Espíritu. Así, todo lo que pronuncies tendrá la vibración de la Verdad.

Ya no vives para ti mismo. La Fuente se expresa a través de ti para servir al despertar de toda la Creación a la Verdad de la Presencia de Dios.

El deseo lo es todo. Desea pues una perfecta unión con Dios. Ser Cristo encarnado. Así, nada te resultará imposible, pues no eres tu quién lo hace.

El deseo en el tiempo se cultiva mediante la intención. Mantenido como un haz de luz láser para atravesar toda la porquería del mundo.

Diariamente:
-          ¿Qué es lo que más deseo?
-          ¿Qué estoy haciendo en éste planeta?
-          ¿En qué estoy comprometido?

Mi intención es usar el tiempo constructivamente para reaprender lo que significa habitar en el Reino del Cielo y cumplir con mi función. Y mi función es la sanación. Y la sanación requiere la presencia de Cristo, porque solo Cristo puede expresar el Amor que da vida a la sanación.

El deseo y la intención son de una importancia crítica.

Reconocimiento de que ya eres amado por la única Fuente que importa. Que has venido por un propósito elevado que puede hacerse manifiesto a la manera del mundo, pero que no es del mundo.

La tercera etapa es la del Permiso: en la que cultivas una cualidad de discernimiento en la que descansas al reconocer que tu vida, ya no es la tuya propia. Se la devuelves a la Fuente de tu propio Ser, a esa profundidad del océano que si Sabe.
El permiso cultiva la confianza. Cambia la percepción del mundo, pues ya no te crees los pensamientos que antes parecían los tuyos.

Cuarta etapa: Rendición. Vivo pero no yo, sino Cristo quién Mora cómo yo mismo.
No se haga mi voluntad sino la Tuya.

Deseo, intención, permiso y rendición.

Sabrás que el cuerpo-mente que una vez pensaste que era tuyo, es poco más que un recurso temporal de enseñanza, una herramienta a ser tomada y utilizada bajo la dirección de Dios, y a ser dejada de lado cuando su utilidad termine. Capaz de observar incluso el proceso que tu mundo llama muerte con total ecuanimidad y gozo. Verás  a tu espíritu desprendiéndose del cuerpo…

Se siempre humilde. Y la humildad genuina fluye del reconocimiento bien asentado de que tú no puedes salvarte a ti mismo, de que eres creado y no Creador, de que eres efecto y no Causa, (en un sentido absoluto) de que algo llamado Vida no es tuyo, de que hay algo que está más allá de controlar y comprender intelectualmente. Cuando te des cuenta de que tu pequeño yo nunca podría abarcar la Fuente, descansarás en la humildad genuina.

Según degustas la magnificencia y la grandeza que querrían fluir a través de ti, descubrirás que los “enemigos" se hacen más sutiles.
Siempre que escuches una voz en ti mismo diciendo, “conseguido", debes estar seguro de que no es así, y que estas en peligro de perder lo adquirido.

La humildad es el reconocimiento de que cuanto más te dirijas hacia la maestría, más existirá el deseo de disciplina y vigilancia. La disciplina es como la habilidad de un artista que la cultiva y la refina simplemente desde el profundo deseo y deleite de crear más bellamente.

Mientras el cuerpo dure, las creaciones de consciencia que son desemejantes al Amor han creado todo un conjunto de patrones vibratorios que simplemente estarán encantados de empujarte hacia abajo.

La disciplina es el reconocimiento de que puede ser un deleite repetir conscientemente la decisión de enseñar solo Amor, y elegir selectivamente los patrones vibratorios en tu consciencia, siendo admitidos en ella solo los que reflejen la Verdad, la belleza y la valía de quién tú Eres.

Un maestro acepta el Amor ofrecido, la gratitud ofrecida por aquello a quienes sus enseñanzas han tocado, y ofrece todo eso a Dios, reconociendo que solas, todas esas cosas, no podrían haber sido hechas.

Recordar la simplicidad de que, por mi mismo no puedo hacer nada.
Cultivar el arte de ser siempre un estudiante del Amor.
Practicar la disciplina y la vigilancia, recordando siempre la humildad, hasta que te encuentres recordándola en cada respiración.

La obscuridad aborrece la Luz.

Cuando no reclamas nada para ti mismo, todas las cosas pueden fluir a través de ti.

No distorsionaras el Amor de Dios usurpando la posición de Dios, poniéndote tu mismo en el trono.

Cuando reces pide grandeza. Solo el amor de Diós puede llenarte a ti como Alma.

Cuando estés dispuesto a soltar el mundo, el Cielo vendrá para reemplazarlo.

Paradoja en el Espíritu; humildad y grandeza. Aprende a discernirla.
Nunca descuides la necesidad de disciplina, apoyándote en el cimiento de la humildad.

Fuente, Creador, Dios, Diosa, todo lo que Es, Abba, estoy preparado para ser lo que Tú me has creado para Ser. Elijo recordar que soy efecto y no causa. Que se haga Tú voluntad, sabiendo que ella es mi plena felicidad. Revela entonces esa Vía a través de la cual puede ser conocida dicha felicidad. Porque mi manera nunca ha funcionado, pero la tuya siempre lo hace.

Recuerda cada día la energía del agradecimiento.

La Vida es la presencia del Amor de Dios. Di si a Ella, y permanece en la consciencia de la humildad divina.

El gran deleite de saber que vivimos, pero que no vivimos nosotros, sino nuestro Creador, que vive en tanto que nosotros.

El maestro ha dominado el arte de ser siempre un estudiante.

Deseo, intención, permiso y rendición. No estás aquí para sobrevivir, estas aquí para vivir como la Verdad de quién tú eres.

Permiso: Hay una inteligencia, un Amor que te conoce mejor que tú mismo, y que te está presentando, minuto a minuto, joyas, gemas, lecciones y bendiciones… entreteniendo el tapiz de tu vida, sin que nada suceda por accidente.

Rendición: la Voluntad de tu Padre es que vivas sin conflicto, en paz, con alegría, realización y felicidad; eso que se llama éxtasis.

Humildad: ¿yo me creé a mí mismo? Estado de divina ignorancia. Permite así que el Creador se  mueva a través de ti, revelándote todas las cosas.

Tus opiniones te parecerán insignificantes, y desde un grandioso vacío descubrirás una paz perfecta.
La Vida te llevará sobre sus alas, y a través de ti, expresará cada vez en una mayor dimensionalidad, el exquisito e infinito Amor, Poder y Creatividad que Dios Es, hasta que jures que Dios es todo lo que hay. Y no encontrarás ni rastro de ti mismo en ningún lugar.

¿Puede la ola dirigirse a sí misma? El ego es el intento de ello y siempre fracasa.

Permite que la Paz inunde tu ser en todo momento. Y reconoce que estás a salvo en el Amor de Dios que surge de esa gran fuente de misterio, que querría moverse a través de ti con cada respiración que tienes y con cada palabra que dices, hasta que solo escuches ese ímpetu de la guía que mana desde lo más profundo de tu ser como una suave Voz en la que confías completamente. …Así, conocerás la libertad que buscas.

Estad por tanto en Paz, queridos amigos.
Jeshua 🙏💜

jueves, 6 de mayo de 2021

Lección 5 del libro "La Vía del Corazón", Jeshua Ben Joseph (La Vía de la Maestría I)

Lección 5

Ahora, comenzamos.

Queridos amigos, saludos para vosotros. Venimos aquí en esta hora a continuar este camino que fabrica la estructura, la carretera, por así decirlo, mediante la cual podéis aprender a marchar por La vía del corazón y a dominarla.

Una vía, una manera, un método, en la vida, significa haber elegido, de entre todas las posibilidades, aquella que permanecerá siendo la que os habéis comprometido a seguir, el camino al cual dedicáis toda vuestra atención aplicándoos en la voluntad de seguirlo. Y de la misma manera que cuando hacéis un viaje por vuestra Tierra, al comprometeros a hacer el viaje os servís de experiencias que no podrían llegar a vosotros de ninguna otra manera.

Cuando vais a la universidad para estudiar una carrera o un grado, y aunque comencéis con una cierta idea de lo que puede contener o brindaros esa experiencia, ¿no es cierto que las relaciones que se dan por el camino, o el conocimiento que se revela ante vosotros, e incluso el resultado tras obtener el grado, siempre parece ser diferente y mucho más rico que lo que podríais haber imaginado cuando comenzasteis vuestro viaje?

Por tanto, entiende bien que La vía del corazón requiere estar dispuesto al compromiso. Y el compromiso no es más que una decisión deliberada de que algo va a ser de un cierto modo. Y, así como ocurre con todos los aspectos de la experiencia que has conocido desde siempre, cuando todo vuestro ser se ve involucrado en la voluntad de tomar una decisión, no hay literalmente nada que pueda evitar que logréis vuestra meta. Tened por seguro entonces que siempre que creáis que no habéis tenido éxito o que no habéis llevado a buen término alguna decisión alimentada por el deseo, se debió simplemente a que no estabais plenamente comprometidos –lo cual significa que decidisteis cambiar de opinión. Y, al cambiar de opinión, literalmente cambiáis lo que experimentáis en el mundo, en el sistema solar en el cual vuestro yo da vueltas.

Entonces, La vía del corazón requiere ciertamente de la decisión de un compromiso. Y tened por seguro, os digo, que cuando os comprometáis plenamente a descubrir La vía del corazón, descubriréis una manera de estar en el mundo que no es de él. Descubriréis una manera de caminar por la vida en la cual experimentáis ser elevados por algo que parece estar siempre más allá de vosotros, aunque esté dentro, como el centro y la esencia de vuestro mismo ser. Vuestro camino no será comprensible para el mundo. Vuestro camino no será comprensible ni para vosotros. Estaréis viviendo desde el misterio –desplazándoos de misterio en misterio–, elevados y transportados por algo que os da satisfacción y realización en lo más profundo de vuestra alma, mucho más allá que cualquier cosa que ahora podáis imaginar.

¿Así es que merece entonces la pena comprometerse con La vía del corazón? ¡Sí! La vía del corazón culmina con el reconocimiento de que no vives la Vida en absoluto, sino, más bien, que la Vida está viviéndote. Una de las características es el desarrollo del testigo –una cualidad de consciencia, una manera de ser, en la cual pareces ser testigo de cada cosa que surge y que fluye a través de ti y alrededor de ti, desde un lugar de calma absoluta.

La calma no significa falta de actividad. Significa no apegarse a la actividad –ya sea el surgir y la remisión de un cáncer en el cuerpo, o el surgir y la desaparición de relaciones, o el surgimiento y la desaparición del sistema solar. Descubrirás que hay un lugar dentro de ti desde donde puedes observar todas las cosas con una ecuanimidad perfecta, con perfecta aceptación y perfecto Amor. 

Pues al dominar La vía del corazón descubrirás que nada es inaceptable para ti. Y solo lo aceptado puede ser trascendido. Descubrirás una manera de ser en la que ya nada puede obligarte a nada –ni siquiera el deseo de conocer a Dios te obligará a nada nunca más, pues la necesidad de ello ha sido satisfecha.

Entonces, surge una manera de estar en el mundo que ciertamente no es de él, pues no sentirás inquietud, y ninguna necesidad de dirigir tu viaje. No surgirán preguntas. Estarás en paz. Y en esa paz, el Aliento de Dios se moverá a través de ti. Y te convertirás en algo que es como el viento, no sabiendo de dónde vienes o adónde estás yendo, pero habitando en perfecta confianza y descanso. Y el mundo puede que no te reconozca, pero tu Padre te reconocerá –y tú conocerás a tu Dios.

Con La vía del corazón, la percepción más primordial y fundamental que parece avivar la consciencia humana ordinaria ha sido finalmente trascendida. La percepción de un creador y ejecutor que está separado ha sido disuelta, y una vez más entenderás la intensidad y la profundidad de los simples términos de esta afirmación,

Por mí mismo, no hago nada; mas, a través de mí, el Padre hace todas las cosas.

Descansar en esa percepción significa que has llegado a constatar que el yo, el ser que tú eres, es meramente un canal a través del cual el Misterio se vive a Sí Mismo, a través del cual mana el Amor. Constatarás que no hay nada que pueda ser ganado o perdido en este mundo. Sabrás lo que significa reconocer que literalmente no tienes que ir a ningún sitio, y que no tienes que conseguir nada. Te harás espacioso y vacío.

Y no obstante, paradójicamente, mientras el cuerpo dure, te parecerás a cualquier otra persona. Te levantarás por la mañana y cepillarás tus dientes. Cuando el cuerpo tenga hambre, lo alimentarás. Te reirás con tus amigos. Bostezarás cuando el cuerpo esté algo cansado. Y, no obstante, en todo eso, habrá una cualidad de discernimiento –llamada el testigo– que simplemente está observándolo todo, esperando a ser movido por el viento del Espíritu. Y, aunque otros puedan no verlo, virtualmente todo lo que pronuncies transmitirá la vibración de la Verdad.

No sabes cómo trabajará el Espíritu a través de ti, ni te importará. Porque, como ves, cuando no hay hacedor, creador o director, ya no te importará. Eso es lo que significa vivir como el viento, porque el viento no se preocupa por dónde está o por el lugar hacia donde va. Es movido por alguna fuente misteriosa que no puede ser localizada en absoluto. Y no obstante sopla, y según sopla, se experimentan sus efectos.

Imagina entonces una vida en la que todo lo que haces no es para ti mismo. Imagina una manera de vivir en la que lo que tú haces no es para nadie más. Imagina una manera de vivir en la que la creatividad, viviente, fluye desde una Fuente tan profunda dentro de ti y alrededor de ti que no hay lenguaje ni dogma que pueda contenerla –una Fuerza y una Fuente que sabe cómo expresarse a Sí Misma a través de ti de tal modo que está constante y solamente sirviendo a la Reconciliación, al despertar de toda la Creación a la Verdad de la presencia de Dios.

La vía del corazón, entonces, ciertamente se despliega, por así decirlo, a lo largo de un cierto camino. Y en esta hora, abordaremos las etapas de este camino en un sentido general. Y hablaremos de las características más importantes a ser cultivadas a lo largo del camino.

Primero, el deseo lo es todo, y sin él ninguna cosa puede surgir. Por tanto lo que tú deseas es ciertamente de la mayor importancia. Desea, pues, una perfecta unión con Dios. Desea, pues, ser Cristo Encarnado. Desea ser entonces todo aquello para lo que tu Creador te ha creado, incluso si no tienes ni idea de lo que ello podría ser. Pues cuando albergas deseo dentro de tu ser, y cuando atraviesas el proceso de ser capaz de dominar la energía del deseo (y, de nuevo, dominio no significa control)… cuando hayas dominado la energía del deseo anclándola siempre en el deseo de ser tal y como has sido creado para ser, entonces, ciertamente, toda tu vida y todos los deseos subsiguientes o subsidiarios llegarán a servir a ese gran deseo.

Cuando alcances ese estado de ser, nada te resultará imposible. ¿Y por qué? Porque no eres tú quien lo hace. Eres meramente una parte del hilo en un tapiz cósmico que está siendo tejido por el Creador de todo en la Creación, y solamente Él sabe cómo tejer el tapiz de una nueva era, de un nuevo paradigma, de una sanación de este plano y de la humanidad. Y así, la primera etapa es, ciertamente, la del deseo. Y solo sintiendo deseo, y no suprimiéndolo, puedes verdaderamente comenzar a moverte hacia el estado de maestría en el cual la energía del deseo sirva ya siempre a la Voluntad Superior, que es la Voluntad de Dios para ti. Y, tal y como te hemos dicho antes, cuando tu voluntad esté alineada con la de Dios, descubrirás que la Voluntad de Dios para ti es que seas genuinamente feliz, de la cabeza a los pies –satisfecho, realizado, en paz, con poder, capaz, responsable.

El deseo, en el tiempo, se cultiva mediante la intención. Pues como ves, has usado el tiempo para enseñarte a ti mismo cómo distraerte con todos los pensamientos y percepciones que conforman esta sopa cósmica que llamas tu mundo. Y todo lo que has conocido es la frustración de tener un deseo, y, entonces, tan pronto como sales por la puerta, un amigo te detiene y te dice, Vamos a la playa.

Y al final nunca podías ir a clase, aunque lo que deseabas era obtener el grado. Has cultivado el arte de ser seducido por la distracción. Por tanto, es necesario utilizar el tiempo para cultivar la intención, pues sin ella el deseo no puede convertirse en la lente cristalina, en el haz de láser, con el que puedas atravesar toda la porquería de este mundo de tal manera que a través de ti pueda fluir una nueva creación.

La intención no es lo mismo que albergar un compromiso voluntarioso y fuertemente egoico de hacer que algo suceda. Porque La vía del corazón reconoce que no has sabido cómo lograr la realización que buscas en el nivel del alma, por la simple razón de que si lo supieras, ya la habrías logrado. En La vía del corazón la intención no significa matarte a trabajar y nunca tener un “no” por respuesta. Más bien significa que cultivas, en tus procesos de pensamiento, el arte de recordar para qué estás realmente aquí. Si estás aquí es para recordar que eres el pensamiento de Amor en la forma. Estás aquí para recordar que tú eres Uno con Dios. Estás aquí para recordar que eso que he llamado Abba, el Padre, aunque tenga muchos nombres, es la fuente de tu única realidad. Y que tú estarás viviendo en la realidad solo en el grado en que Aquel esté viviendo a través de ti.

Por tanto, la intención, en La vía del corazón, significa utilizar el tiempo de cada día para enfocar tu atención en el deseo de ser Cristo Encarnado. La intención es esa energía, o ese uso de la mente, que crea (mediante una práctica consistente) el canal, por así decirlo, a través del cual el deseo comienza a descender y reeducar al cuerpo emocional, e incluso a la estructura celular del cuerpo físico, y a todas las vías secundarias de pensamiento que tienen lugar en el intelecto –de manera tal que todo lo involucrado en tu ser resulta integrado, y trabaje conjuntamente enfocándose en la realización de ese único gran deseo, el de aceptar tu función en este mundo. Y tu función es la de sanar tu sensación de estar separado de Dios.

¿Cómo aplicar entonces la intención? Cada día, pues, y al igual que has usado el tiempo para enseñarte cómo ser fácilmente distraído, solo necesitas plantearte una cuestión, diariamente, ¿Qué es lo que deseo más?

¿Qué estoy haciendo en este planeta? ¿En qué estoy comprometido? Estas últimas son solo otras maneras de plantear la cuestión fundamental. Y a medida que te mantienes practicando, la respuesta se hará más y más clara. Porque, como ves, la pregunta es lo que predispone, estimula, da nacimiento, a la respuesta. Pues el Universo está siempre respondiendo a tus preguntas. Y, cuando preguntas de forma poco clara, obtienes respuestas poco claras.

Por tanto, hazte cristalinamente claro en tu intención y recuérdatela diariamente.

Mi intención es usar el tiempo constructivamente para reaprender lo que significa habitar en el Reino del Cielo y cumplir con mi función. Y mi función es la sanación. Y la sanación requiere la presencia de Cristo, porque solo Cristo puede expresar el Amor que da vida a la sanación.

El deseo y la intención –y en el campo temporal estas etapas se despliegan a medida que se madura en La vía del corazón–, el deseo y la intención, son críticos.

La tercera etapa del proceso por el cual la mente es plenamente corregida y regresa al hogar, es la del permiso. Pues el mundo egoico no te enseña a permitir, sino a esforzarte. Tú debes ser el creador y el ejecutor. Tú debes encontrar la manera de manipular o controlar tu entorno para que se ajuste a la imagen que albergas en tu mente. Y todo eso es adecuado y bueno, y hay muchos seres que aprenden ciertas lecciones valiosas siguiendo el camino de ciertos profesores que os enseñarán que podéis crear lo que sea que queráis. Y eso parece ser una gran cosa hasta que te das cuenta de que ya es lo que has estado haciendo todo el tiempo. Estás siempre creando exactamente lo que tú dispones que sea –y no es ni una gran cosa ni un secreto.

Pero habrá quienes te enseñen que, Bien, simplemente dirígete a tu mente, pregúntate qué es lo que quieres, y cuando veas la imagen de ese Mercedes, entonces simplemente realiza todos estos pequeños trucos mágicos y verás cómo muy pronto acabarás con un Mercedes.

El problema con eso, aunque puede ser una etapa útil, es que el intelecto, la parte mundana de tu mente, solo puede desear lo que ha sido programado para desear.

La parte mundana de tu mente dice, Bien, tengo que transportar mi cuerpo por este plano. Los automóviles lo hacen. El mundo me dice que un Mercedes es una gran manera de hacerlo, y por tanto crearé el deseo de querer uno.

Y cuando manifiestas el Mercedes, te engañas a ti mismo al pensar que has hecho un gran progreso cuando de hecho todo lo que has hecho es lo que siempre has hecho. Has elegido cómo será tu experiencia y la has manifestado. No hay nada nuevo en ello, aunque, al hacerlo, puedes comenzar a recobrar la confianza en tu capacidad de manifestar.

Pero en La vía del corazón se trata de algo más. El permiso, en este camino, significa que comienzas a ver tu vida de forma diferente. No se trata del esfuerzo en conseguir salir de la escuela superior para crear una carrera con la cual puedas crear monedas doradas, con las que puedas crear la casa apropiada en el ambiente apropiado, de tal modo que tu ego se sienta “exitoso” y, por tanto, “merecedor” de Amor. Sé honesto contigo mismo, ¿no está tu mundo construido sobre estas premisas?

Si tan solo pudiera conseguir que mi vida pareciera exitosa en mi entorno, entonces, sería aceptado, y entonces podría amarme a mí mismo, al menos un poquito. E incluso podría hacer que otros me amaran.

No es así en absoluto. La vía del corazón comienza con el reconocimiento de que ya eres amado por la única Fuente que importa, de que has venido con un propósito muy elevado que puede hacerse manifiesto a la manera del mundo, pero que no es del mundo.

El permiso, entonces, es el cultivo de una manera de contemplar los eventos de tu vida no como obstáculos interpuestos entre tú y lo que tú quieres, sino como peldaños que te presentan la bendición de las lecciones requeridas para sanar los obstáculos –no hacia el éxito, sino hacia la presencia del Amor en tanto que la fuente y la base de tu ser. En la etapa del permiso, entonces, comenzamos a cultivar la aceptación de todo lo que hay en nuestra experiencia. Comenzamos a ver que, como hemos asumido el compromiso de despertar y de encarnar solo a Cristo, el Universo ya está conspirando para traernos a nuestras vidas la gente y los eventos, minuto a minuto, que mejor nos puedan dar exactamente aquello que más necesitamos aprender o aquello de lo que más necesitamos tomar consciencia.

Y así, se nos envían mensajeros. Un mensajero puede venir bajo la forma de alguien de quien te enamoras, habiendo algo que aprender de ello. Podría ser que estuvieras bloqueándote el sentimiento de Amor por otra gente, y que ahora, finalmente, llega el estallido que derriba la puerta y ya no puedes sino sentir ese sentimiento. El mensajero podría ser alguien que llega como el grano de arena en la perla que provoca una fricción dentro ti que te saca de tu sueño, y te das cuenta de que has estado operando desde algunos patrones muy disfuncionales, y que has tenido que encontrar un mejor agarre, por así decirlo, para captar la Verdad de quien tú eres. Puede ser que necesites aprender a expresar mejor tus sentimientos. Puede ser que necesites una mayor aceptación de tu propia creatividad. Te llegará algo, a través de tus mensajeros, que hará que finalmente seas responsable y honesto sobre dónde te encuentras.

Por ejemplo, si piensas, Bien, nunca más me enfadaré. Después de todo, soy una persona muy espiritual.

Simplemente me saldré del seminario, pues ya lo sé todo. Así que sí, simplemente viviré en éxtasis divino.

Y comienzan a suceder cosas. Quizás… mmm… –usaremos esto como ejemplo– quizás una pareja gay se vaya a vivir a tu vecindario, y entonces descubres que tienes unas percepciones muy arraigadas que dicen que hay algo equivocado en esa orientación sexual. Son mensajeros, enviados a ti por el Universo, para empujarte a mirar más adentro.

El permiso es entonces el cultivo de una cualidad de discernimiento en la que descansas al reconocer que tu vida ya no es la tuya propia, para poderla dirigir y controlar, sino que más bien se la devuelves a la Fuente de tu propio ser, a esa profundidad de sabiduría en lo más profundo del océano que sabe la mejor manera de brindarte lo que se requiere para sacar la porquería de tu consciencia, y así poder soltarla.

El permiso cultiva la confianza. El permiso es la manera en que la intención y el deseo llegan a trabajar cada vez más plenamente en la tercera dimensión de tu experiencia –el campo temporal. El permiso es una sumisión, pero no es una sumisión ingenua. El permiso cambia tu percepción del mundo que ves a tu alrededor.

Comienzas a darte cuenta de que realmente no vives en un mundo real, en absoluto. Vives en un mundo de vibraciones y energías que opera por la Ley de la Atracción, resonancia. Y comienzas a estar dispuesto a permitir que ciertas cosas salgan de tu vida, incluso familia y amigos, confiando en que, debido a tu deseo e intención, lo que se desvanece en tu vida debe estar bien así, ya que será reemplazado por nuevos patrones vibratorios que llegan en forma de mensajeros –eventos, lugares, personas y cosas– que pueden llevarte por la espiral ascendente del despertar.

El permiso conlleva dar paso a las etapas iniciales del cultivo de la humildad y el reconocimiento de que debes finalmente someterte a algo más allá del intelecto y del control de la parte egoica de la mente –ya que el creador y el ejecutor que ha intentado hacerlo todo es algo finalmente reconocido como inadecuado.

Al madurar esas tres etapas, descansas en la etapa final, la de la rendición. Y esto significa que ya no hay inquietud. La rendición significa que sabes, a través de cada fibra de tu ser, que no hay nadie aquí viviendo una vida, sino que se trata de la Vida fluyendo a través del cuerpo-mente, de la personalidad, en tanto que esta dure. Ahora es donde se ve culminada o completada la transformación mística. Es ahora cuando entiendes el significado de la enseñanza, Vivo, pero no soy yo, sino Cristo quien mora como yo mismo.

La rendición es una etapa cuyo cimiento es la paz perfecta, pero no para la pasividad, no para la inactividad, sino para incluso más actividad.

Te encuentras a ti mismo, mientras estás en el mundo, estando cada vez más ocupado, con más y más cosas que hacer. Te haces incluso más responsable. Y finalmente llegas a ver que, como eres Cristo, eres responsable de toda la Creación. Y no puedes tener un solo pensamiento sin perturbar a la más lejana de las estrellas. Es de esa responsabilidad de la que has dimitido encogiéndote e intentando contenerte a ti mismo en un diminuto pedazo miope de espuma, y todo porque has temido ser responsable por todo.

Pero La vía del corazón corrige tu percepción, en la cual llegas a reconocer que tu mayor alegría, tu mayor realización está en la plena y deliberada aceptación de la responsabilidad por toda la Creación. ¿Por qué? Porque repentinamente constatas que no eres el creador y ejecutor, y que puedes aceptar la responsabilidad por cada cosa y por todo, porque todo el poder del Cielo y de la Tierra está hecho para fluir a través de ti para manifestar el Amor de Dios. Así, dicho brevemente, está en manos de Dios, no en las tuyas. Luego entonces,

No se haga mi voluntad, sino la Tuya.

¿Comienza esto a tener sentido para ti? ¿Ves cómo cambia el modo en que has sido enseñado a interpretar mis enseñanzas?

El deseo, la intención, el permiso, la rendición –pero una rendición hacia una manera de ser que el mundo nunca puede reconocer. Es rendirte a una manera de ser en la que puede que nunca recibas eso que llamas en tu mundo un Óscar por tu actuación. Pero es una manera de ser en la cual tu consciencia se abre totalmente a tu unión con toda la Creación. Y hablarás con una hoja según cae del árbol. Verás el alma del gatito que cuidas. Y hablarás con ángeles y maestros. Te verás involucrado en reuniones en las salas superiores cósmicas de conferencias.

Y sabrás que el cuerpo-mente que una vez pensabas que era tuyo, es poco más que un recurso temporal de enseñanza, una herramienta a ser tomada y utilizada bajo la dirección de Dios, y a ser dejada de lado cuando su utilidad termine. Así es que incluso cuando llegue el tiempo de atravesar esa transición que conoces como muerte, nada perturbará tu paz. Y, cuando el cuerpo muere, eso simplemente significa que tu atención comienza a liberarse por sí misma de él –igual que cuando la mano de un carpintero es liberada de manejar el martillo, y este simplemente se deja sobre la mesa y el carpintero se va a cenar olvidándose de él. Serás capaz de observar incluso el proceso que tu mundo llama muerte con total ecuanimidad y gozo.

Verás a tu espíritu desprendiéndose del cuerpo. Observarás que este se desmorona en lo sin vida, de tal modo que toda tu atención se enfoque en una dimensión completamente nueva, en una dimensión que es tan vasta que serás capaz de mirar hacia el plano de la Tierra de una manera no muy diferente a como podrías mirar una piedrita en la palma de tu mano, y, en un rápido vistazo, verlo todo sobre ella sin que haya nada que se oculte a tu mirada.

Responsabilidad. Soy alguien que ha elegido asumir la responsabilidad por la piedrita llamada Tierra y por toda la vida que mora ahí. Tú también conocerás cómo es esa energía y la realidad de rodear con tus dedos todo el sistema solar y convertirte, digamos, en el Dios o el Salvador de esa dimensión. Y todo comienza al elegir tomar la responsabilidad por tu piedra, tu dominio, tu sistema solar, tu dimensión personal. Y eso, de nuevo, comienza al decir, Yo, y solo yo, soy la fuente de lo que experimento y percibo. No soy una víctima del mundo que veo. Y todo lo que experimento lo he invocado hacia mí, lisa y llanamente –sin excusas, sin “y si…”, sin “peros”. Es de la manera en que es.

Y se irá tu inmadurez, tu resistencia, para entonces simplemente ser responsable de tu experiencia.

La vía del corazón cultiva entonces una madurez del deseo, la intención, el permiso y la rendición. Y no hay ninguna característica de mayor importancia que esa que ya hemos mencionado, la de la humildad. No la humildad fingida que se enseña en ciertas religiones del mundo, sino una genuina. Pues la humildad no significa que, cuando te encuentras ante un grupo de gente aplaudiéndote, vas y dices,

Oh, ¡uf! no tenéis por qué hacer esto, no es para tanto.

De modo que puedas parecerles humilde cuando interiormente estás diciendo, Oh, Dios, ¡se siente tan bien! Aplaudid un poco más alto, un poco más. Pero esto no os lo diré.

¿Reconoces este tipo de humildad? ¿No es este el tipo de humildad que te enseñaron en la escuela?

Mmm. Se te decía que no te golpearas el pecho, diciendo, ¡Sí! ¡Gracias! Sabéis, creo que realmente estoy haciendo bien esto ahora.

Se te enseñó que eso no estaba bien. La humildad genuina fluye del reconocimiento bien asentado de que tú no puedes salvarte a ti

mismo, de que eres creado y no Creador, de que eres efecto y no causa (en un sentido absoluto), de que algo llamado Vida no es tuyo, de que hay algo que está más allá de tu capacidad de controlar y comprender intelectualmente. Y si ese algo decidiera alguna vez dejar de amarte [chasquido de dedos], dejarías de existir, pues sin importar cómo de hondo te encuentres dentro de la profundidad de Dios, y sin importar lo profundos que sean tu discernimiento y tu consciencia de la unión con Dios, lo que Dios es, estará siempre más allá de tu creciente capacidad de entender a Dios. Es como un Océano de Profundidad Infinita. Y cuando te das cuenta de que, esforzándote tanto como podrías hacerlo, tu yo, tu pequeño yo, nunca podría abarcar esa Fuente, descansarás en la humildad, la humildad genuina.

Y esto, ¿por qué importa tanto? Porque, y subraya bien estas palabras, porque según progresas por el camino de La vía del corazón, según disuelves y debilitas los grilletes de tu mente, según se sanan y se resuelven los conflictos interiores, según comienzas a aceptar la abundancia que el Padre te quiere otorgar en todos los niveles de la vida y todos los niveles del sentimiento y de la percepción, según comienzas a degustar la magnificencia y la grandeza que querrían fluir a través de ti, descubrirás que los “enemigos” se hacen más sutiles. Cada niño ve a sus padres, en cierta etapa, como sus enemigos, ¿no es así?

¿Qué quieres decir con que no puedo sacar el automóvil esta noche? ¿Qué significa eso de que tenga que estar en casa a las 10:00 de la noche?

Los padres se convierten en enemigos.

Pero este es un nivel muy inmaduro y elemental. Según avanzas cada vez más hacia la maestría,  serás enormemente tentado a creer que ya está lograda. Te verás enormemente tentado a creer que, Yo ya puedo hacer esto. Las oraciones que solía hacer cuando comenzaba, los ejercicios simples de consciencia que utilizaba cuando comenzaba en mi camino, ya no los necesito.

He dominado eso.

Siempre que escuches una voz en ti mismo diciendo, “conseguido”, debes estar seguro de que no es así, y que estás en peligro de perder lo adquirido.

La humildad es el reconocimiento de que cuanto más te dirijas hacia la maestría, más existirá el deseo de disciplina y vigilancia. La disciplina no significa hacer algo duro que no te gusta hacer. La disciplina es como la habilidad de un artista que la cultiva y la refina simplemente desde el profundo deseo y deleite de crear más bellamente, y eso es todo. Disciplinar un músculo es lo que hace un atleta para que este trabaje incluso más bellamente que el día anterior, y desde el puro deleite de extender una mayor belleza al mundo.

Por tanto, la disciplina que se requiere para la mente es la de reconocer que, mientras el cuerpo dure y de hecho tú permanezcas existiendo, las creaciones de consciencia que son desemejantes al Amor han creado todo un conjunto de patrones vibratorios que simplemente estarán encantados de empujarte hacia abajo. Es el reconocimiento de que puede ser un deleite repetir conscientemente la decisión de enseñar solo Amor, y elegir selectivamente los patrones vibratorios en tu consciencia, siendo admitidos en ella solo los que reflejen la Verdad, la belleza y la valía de quien tú eres.

El juicio no puede reflejar esa Luz. La ira y el odio no pueden hacerlo. El miedo y la paranoia, el miedo al rechazo, el miedo a las opiniones de otros –tales vibraciones nunca pueden reflejar la majestuosidad, la grandeza, la magnificencia de tu Ser. Por tanto, entiende bien que la humildad es algo absolutamente esencial. Pues, paradójicamente, según la grandeza es expresada a través de ti, todavía tendrás la tentación de permitir que las energías egoicas establezcan su hogar en tu mente. Y la voz del ego dirá,

Tío, eres realmente todo un maestro, ¿lo ves? Realmente mereces toda esta adulación. ¿Por qué no te quedas el diez por ciento para ti mismo?

Un maestro acepta el Amor ofrecido, la gratitud ofrecida por aquellos a quienes sus enseñanzas han tocado, y ofrece todo eso a Dios, reconociendo que solas, todas esas cosas, no podrían haber sido hechas. Yo también aprendí a ser tentado. Y cuando aquellos enfermos que llegaban hasta mí encontraban la sanación en mi presencia, era muy tentador decir, Sí, mira lo que he hecho. Realmente me lo he ganado. Estuve cuarenta días y cuarenta noches en el desierto. He ido a la India y al Tibet. He estado en Inglaterra. Estudié con todos los maestros de Egipto. Sí, realmente merezco ser considerado un sanador y un profesor.

Pero aprendí, mediante la humildad, a recordar la simplicidad de que, por mí mismo, no puedo hacer nada. Cultivé en mí mismo el arte de ser siempre un estudiante del Amor, y no el profesor del Amor, que cree que ya lo ha conseguido solamente por tener muchas letras detrás de su nombre. Así que, como ves, a medida que progresas y que permites que fluya más abundancia del Amor de Dios a través de ti, ves que comienzas a levantarte por encima de la multitud, y ves que comienzas a atraer a aquellos que quieren la Luz. Y según sucede esto, debes practicar la disciplina y la vigilancia recordando siempre la humildad, hasta que te encuentres recordándola con cada respiración.

¿Y por qué? Si estás viviendo en este mundo y sientes que nadie te busca, que nadie te toma como autoridad, solo hay una razón. Te has resistido a la Verdad de tu ser, y a través de la negación has  alejado la Luz de Dios debido a tu miedo, debido a tu bien arraigado miedo a parecer diferente del resto de los demás. Y el mundo te querría enseñar a ser un esclavo de modo que encajes en él y no arrugues las plumas de nadie27. Pero a medida que te llenas de poder, la manera en que vas a reconocer que eso es lo que está sucediendo es al ver que cierta gente no te querrá. Les pondrás nerviosos solo por caminar por la misma habitación, porque la oscuridad aborrece la Luz. Es así de simple.

La humildad es absolutamente esencial. A través del portal de la humildad, la Luz del Poder puede ser encendida a través de ti, y cada vez con un mayor voltaje. Y si ese voltaje no parece estar fluyendo a través de tu mente, mira bien para ver si estás recordando la humildad y entregándote a ella. Porque la Luz de Dios solo puede brillar a través de ti en el grado en que estés dispuesto a tomar responsabilidad por ella, lo cual implica entregar los frutos de regreso a su Fuente, y no reclamarlos como los tuyos propios. Y cuando no reclamas nada para ti mismo, todas las cosas pueden fluir a través de ti. Y el Espíritu Santo puede reunir millones de seres en muchos planos para que lleguen hasta ti, porque sabe que no distorsionarás el Amor de Dios usurpando la posición de Dios, poniéndote tú mismo en el trono.

La humildad es una característica principal a cultivar. Por tanto, cuando reces, ciertamente pide grandeza. Permite que el Padre sepa que estás preparado para que encarne la plenitud del Cristo, y simplemente mantente en la promesa de recordar para siempre que tú no eres el creador y el ejecutor. Eres meramente quien ha llegado a reconocer que solo el Amor de Dios puede llenarte a ti como alma. Solo la realización de tu propósito de ser un canal para el Amor puede brindarte el éxito que realmente buscas. Cuando estés plenamente comprometido a eso, antes que a pensar en las opiniones de los demás, entonces, ese Poder puede comenzar a moverse a través de ti.

Cuando estés dispuesto a soltar el mundo, el Cielo vendrá para reemplazarlo. Cuando estés dispuesto a soltar tu necesidad de grandeza egoica, la verdadera grandeza comenzará a derramarse a través de ti. Hay una paradoja en el Espíritu. Aprende a discernirla. Hazte un maestro en ella. Y nunca descuides la necesidad de disciplina, apoyándote en el cimiento de la humildad. Ves, esto es lo que ha provocado que le temas a la energía del deseo, pues en el pasado (y eso puede estar muy lejos), has decidido averiguar cómo sería permitir que todo ese poder fuera reclamado como el tuyo propio –para ser usado al servicio de la voz del ego. Y de eso es de lo que tienes miedo. Pero si cultivas esas etapas y las transitas con humildad, nunca necesitarás temer el mal uso del deseo.

Por tanto, en tus oraciones, recuerda tan a menudo como puedas que lo que tú decretas, es. Así que habla claramente contigo mismo.

Fuente, Creador, Dios, Diosa, Todo Lo Que Es, Abba, estoy preparado para ser lo que Tú me has creado para ser. Elijo recordar que soy efecto y no causa. Que se haga Tu Voluntad, sabiendo que Ella es mi plena felicidad. Revela entonces esa vía a través de la cual puede ser conocida dicha felicidad. Porque mi manera nunca ha funcionado, pero la Tuya siempre lo hace. Entonces recuerda cada día la energía del agradecimiento. Es adecuado y bueno agradecerse y apreciarse, unos a otros. Pero, en la privacidad de tu propia meditación y oración, aprecia y agradece cómo el poder de esa Fuente de Amor que he llamado Abba o Dios, está viviendo y moviéndose y respirando para traerte la gente, los libros, los profesores, las experiencias, que están desplegando suavemente el capullo del ego alrededor de ti, despertándote a la Verdad, y la belleza, y la majestad, y a la magnificencia y la grandeza que la Vida, en Sí Misma, es –y que quiere respirar a través de ti tan mágica y poderosamente como lo hace con una tormenta atronadora, o con una hoja en un árbol, o con el brillo en los ojos de un recién nacido.

Esa Vida es lo que tú eres. Esa Vida es la presencia del Amor de Dios, la Profundidad del Océano brotando en las Olas de la Creación. Permite por tanto que la Vida sola sea tu guía en todas las cosas, y descansa en agradecimiento ante el Misterio Infinito que la Vida es, y di sí a ello. Di sí a la Vida, para que puedas estar dispuesto a permitir que su clara plenitud te traspase y te lleve a una mayor profundidad de entendimiento y comprehensión de todo lo que Dios es. Y, ciertamente, si percibes adecuadamente la humildad, permanecer en la consciencia de la humildad divina es la más dulce de las experiencias que alguna vez puedas tener.

Muchos entonces os acordáis de mí y decís, ¡Oh! Allá donde está Jeshua, allí sí que me gustaría estar. Piensas un pensamiento y ya estás con alguien. Piensas en algo, y ya estás en ese universo. Nunca tienes que parpadear porque no tienes ojos.

Te aseguro que yo habito en una frecuencia vibratoria con muchos, muchos otros seres, cuya consciencia nunca vacila ni un solo instante en estar en un profundo agradecimiento y humildad ante el Misterio de Todo Lo Que Dios Es –el gran deleite de saber que vivimos, pero que no vivimos nosotros, sino nuestro Creador, que vive en tanto que nosotros. La única diferencia entre ser un maestro y ser un estudiante es que el maestro ha dominado el arte de ser siempre un estudiante. Piensa sobre ello.

El deseo, la intención, el permiso, la rendición –¿qué es lo que realmente quieres? ¿Estás dispuesto a sentirlo, y permitir que ese hilo de deseo te lleve a casa? ¿Puedes recordar usar el tiempo constructivamente enfocando tu intención, recordándote para qué estás aquí realmente? No estás aquí para sobrevivir, estás aquí para vivir como la Verdad de quien tú eres.

El permiso: no una aceptación pasiva de las cosas tal y como son, sino un reconocimiento de que algo muy bello está en marcha. Hay una Inteligencia, un Amor que te conoce mejor que tú mismo, y que te está presentando, minuto a minuto, joyas, gemas, lecciones y bendiciones... entretejiendo el tapiz de tu vida, sin que nada suceda por accidente.

La rendición: el cultivo del reconocimiento de que tu felicidad solo puede encontrarse al someter tu voluntad a la de Dios. Porque la tuya ha sido la de estar en conflicto, lucha y limitación. La Voluntad del Padre es que vivas sin conflicto, en paz, con alegría, realización y felicidad –eso que se llama éxtasis.

La humildad: si alguna vez te preguntas cómo anclar tu discernimiento en la humildad, detén lo que estés haciendo y pregúntate esto, ¿Yo me creé a mí mismo? Sabrás muy bien que la respuesta es, No, ni siquiera sé cuándo fui creado. Algo me concibió. ¿Qué es? 

Eso te conducirá muy rápidamente a la humildad. ¿Sabes cómo concebir una estrella? ¡No! ¿Sabes cómo hacer que surja una hoja de un árbol? ¡No! ¿Incluso sabes cómo levantar tu mano de tu regazo? ¡No! ¿Qué es lo que sabes entonces? ¡Nada! Permítete entender que no sabes nada. Y en ese estado de divina ignorancia, descansarás en una humildad que finalmente le permite a tu Creador moverse a través de ti y revelarte todas las cosas.

Así, queridos amigos, La vía del corazón es esa vía que corrige la percepción y te brinda una mentalidad correcta, de tal modo que ya no seas el creador, el ejecutor y el director. Tus opiniones te parecerán algo absolutamente insignificante. Y desde un grandioso vacío descubrirás una paz  perfecta. Y la Vida te llevará sobre Sus alas. Y a través de ti, la Vida expresará, cada vez en una mayor dimensionalidad, el exquisito e infinito Amor, Poder y Creatividad que Dios es, hasta que jures que Dios es todo lo que hay. Y no encontrarás ni rastro de ti mismo en ningún lugar. Si la iluminación es el final de la separación, ¿cómo puede haber un creador y ejecutor? ¿Puede la ola dirigirse a sí misma? El ego es el intento de hacer eso, y siempre fracasa.

La paz sea entonces con vosotros siempre. Permite que la paz inunde tu ser en todo momento. Y reconoce que estás a salvo en el Amor de Dios que surge de esa gran Fuente de misterio, que querría moverse a través de ti con cada respiración que tienes y con cada palabra que dices, hasta que solo escuches ese ímpetu de la guía que mana desde lo más profundo de tu ser como una Suave Voz en la que confías completamente. Y conocerás la libertad que buscas.

Y con esto, nosotros, ciertamente, os dejamos por ahora. Aunque no vamos a ningún lado, ya que vosotros ya estáis donde nosotros estamos. Confía en esto. Reconoce esto. Cuenta con esto. Y explora La vía del corazón. Y con esa exploración, llegarás a conocer la Verdad del Amor. 

Estad por tanto en paz, queridos amigos.

Amén.