Reflexiones que ayudan a recordar que somos un solo Ser unido al Creador: "Y, si lo queréis oír, consiste esta suma ciencia en un subido sentir de la divinal esencia..." San Juan de La Cruz (1542-1591) "El don del poder mental proviene de Dios, el Ser Divino, y si concentramos nuestras mentes en esa verdad, nos sintonizamos con este gran poder". Nikola Tesla
viernes, 4 de junio de 2021
El espacio del Alma, Espíritu y Pensamiento, Grigori Grabovoi
Restaurar la salud, con las enseñanzas de Grigori Grabovoi
PILOTAJE CREATIVO DE YELENA LOGINOVA
jueves, 3 de junio de 2021
La Vía del Corazón, lección 6
Lección 6
Ahora, comenzamos.
Y ciertamente, una vez más, a vosotros os saludo, queridos y santos amigos. Ciertamente, a vosotros os saludo, queridos y santos amigos. Si entendierais el significado de este saludo, si comprendierais cada término en toda su profundidad, ya sabríais todo lo que hay que saber. Y estaríais bien preparados para extender el Amor de Dios, para siempre.
“Ciertamente”, o “realmente”, significa que no hay más opciones. “Saludos para vosotros”, son saludos a quien fue creado del Padre, antes de todas las cosas, pues me inclino ante tu resplandor.
¡Saludos para ti, “querida” y santa Criatura de Dios! Ciertamente, amada de Dios. Ciertamente, amada por cada molécula en tu universo físico. Ciertamente amada por tu Santa Madre, esta preciosa Tierra. Ciertamente amada por cualquier cosa que imagines que existió alguna vez o que pueda existir alguna vez, y que se ha extendido a sí misma desde el Corazón y la Mente de Dios.
Eres el Amado, pura y simplemente. Y de nuevo, no hay otra opción.
“Santo”, ya que eres pleno, y no porque te hayas ganado esa santidad, sino porque ella es la Verdad desde la cual te extendiste para siempre; pues estás hecho a imagen de Dios, ya que brotas de la Mente de Dios. Eres la santidad misma cada vez que dejas a un lado la tentación de soñar un sueño inútil, y caminas por esta Tierra como el Cristo.
Querido y santo “amigo”. Un amigo no es alguien inferior a mí mismo. Un amigo es alguien que camina en perfecta igualdad, con el más grande de los maestros, sea quien sea quien concibas que ese maestro es. Un amigo, un amigo es alguien que elige mirar a otro para ver ahí solo la Faz de Cristo. Y no hay nadie en esta habitación, ni habrá ciertamente nunca nadie que escuche estas palabras, que no me haya mirado ya a mí y que no haya visto la Faz de Cristo adentro. E igualmente, yo te miro a ti y te digo “amigo”.
Pues cuando te miro, no veo esos sueños pasajeros que pareces creer que son tan duraderos. Solo veo el resplandor de aquello que mi Padre ha extendido desde el Amor. Solo veo aquello que no tiene ni comienzo ni fin. Y veo solo aquello que no conoce nacimiento ni muerte. Veo solo lo ilimitado. Solo veo eso, cuya Luz ya está extendida por todas las dimensiones y por todos los universos.
Veo solo a mi hermano y a mi hermana. No veo ni rastro de desigualdad entre nosotros. Y además, también reconozco que a ti, en tu sueño, te parece como si yo estuviera un poquito más avanzado que tú. Y a veces, en vuestros corazones, existe el anhelo de seguirme. Y si tan solo pudieras prestarle atención a ese anhelo, si pudieras hacer que ese anhelo fuera algo primordial en todo momento, tu propio deseo te llevaría plenamente adonde yo estoy. Y te reirías al descubrir que no te has movido ni un centímetro, al ver que donde yo estoy es donde tú estás, y donde tú estás es en la eternidad, y no en el tiempo; y que donde tú estás es en el lugar de tu nacimiento: la Mente de Dios.
Esta es la única cosa cierta, y cierta para siempre. Es la única realidad que posees genuinamente.
Por tanto, ciertamente, te llamo amigo. Porque compruebo con claridad que tú eres como yo soy, y por tanto, ciertamente, a vosotros os saludo, queridos y santos amigos.
Así que ahora podríamos detenernos. No hay nada más que decir. Y no obstante la mente echa a correr, ¿no es así? Y además echa a correr desde la misma realidad que te acabo de describir como la tuya propia. La mente echa a correr desde esa fuente, como un rayo de luz solar saliendo del sol.
Mas, en realidad, nunca abandona su Fuente. Y el mismo poder con el cual pareces poder distraerte, con un pensamiento momentáneo de miedo, es el mismo poder mediante el cual despertarás a tu propia llamada.
En Verdad, existe un lugar dentro de ti que ya sabe el día y la hora. Tú ya sabes cuándo estarás preparado para decidirte a vivir la decisión de despertar en Dios, de ser solo la presencia del Amor.
Y el amor abraza todas las cosas, permite todas las cosas, confía en todas las cosas, trasciende todas las cosas. El amor nunca es posesivo. El amor nunca teme. El amor es simplemente Amor. El amor no puede brillar de forma especial sobre nadie en ningún momento. Porque el especialismo, en sí mismo, es una contracción, es la tentativa de tomar el Amor y hacerlo brillar solo sobre un objeto, solo sobre una persona, solo sobre un ser, solo en un universo.
Por tanto, siempre que reconozcas que has aislado alguna cosa, o a alguien, y has dicho, “tienen un gran valor”, puedes estar seguro de que en absoluto estás en el Amor, sino en el miedo. Y por tanto, si ese ser fuera a abandonarte, ¿dónde te quedarías? Pero, si estás en el Amor, como un pez en el mar, todos los seres pueden surgir y pasar, y los bendices en su caminar. Y recuerdas que resides donde Dios te ha colocado. Y Dios te ha colocado en Su Corazón. Y cuando elijas ser solo la presencia del Amor, incluso el sueño de pérdida se disolverá de tu consciencia como la bruma en el bosque ante el sol de la mañana.
Ciertamente, queridos amigos, el Amor realmente espera vuestra bienvenida. Y no obstante, no podéis darle la bienvenida al Amor esperando que os sea traído a vosotros por algún otro, ni siquiera por mí. No podéis darle la bienvenida corriendo de un lado para otro intentando crear un entorno en el cual creéis que vuestras preferencias se verán satisfechas. No podéis darle la bienvenida al Amor cuando esa bienvenida está relacionada o asociada con alguna cosa fenoménica, con cualquier cosa que haya sido concebida en el tiempo. Al Amor solo se le puede dar la bienvenida allá donde el Amor realmente reside. Y el Amor reside en ti, como el Núcleo y la Fuente de tu mismo ser.
Por tanto, si quisieras conocer el Amor, conócete a ti Mismo, a tu Yo. Abraza la Verdad sobre ello y la Verdad te hará libre. Entonces, ciertamente, el Amor fluirá a través de ti. Y como la gran luz solar que viene a nutrir a esta amada Tierra vuestra, el Amor que fluye a través de ti se verá libre de trabas. No encontrará ningún obstáculo. Y contemplarás a quienquiera que se halle frente a ti reconociendo que te ha sido enviado por el Padre, que ha sido guiado hacia ti por el Espíritu Santo, pues a través de ti el Amor le puede ser dado bajo una forma que comienza a tocar ese espacio de su despertar. Por eso es por lo que no eres sino el servidor del Amor. ¡Eso es todo lo que la Vida es!
Cuando elijas rendirte, abandonar el juego, abandonar el sueño de intentar resistir la Verdad que es cierta sobre ti siempre, te harás un mero canal, un mero conducto. Ya no serás más un buscador, pues habrás decidido que has encontrado. Y, entregando el más pequeño vestigio de la demente posibilidad de contracción que te aparta de la Verdad, cuando hayas entregado eso, el Amor fluirá a través de ti. Pero date cuenta de que si fluye a través de ti, primero debe fluir hacia ti. Por tanto, busca siempre recibir para poder dar. Porque, ¿qué puedes darle a otro si todavía no te lo has dado a ti mismo?
¿A cuántos de vosotros se os ha enseñado a intentar amar, a intentar hacer lo “correcto”, lo “bueno”?… sea lo que sea que se suponga que eso signifique. Y, no obstante, ¿Cuántas veces os habéis dicho, en vuestra cámara secreta, “no soy digno”? Y entonces, te preguntas por qué tus tentativas de unión en Amor con otros nunca parecen ser lo suficientemente satisfactorias, nunca parecen llenar la copa lo suficiente, nunca parecen suscitar toda la alegría que crees que podrías encontrar ahí. Porque ciertamente, escucha bien, tu trabajo, si lo quieres llamar así, no es buscar y encontrar el Amor, sino meramente dirigirte hacia dentro para poder desvelar todo obstáculo que hayas interpuesto ante su presencia, y ofrecer ese obstáculo al gran disolvente de los sueños, a la gracia del Espíritu Santo.
Te he dicho muchas veces que el mayor de los regalos que puedes ofrecer es este: llegar plenamente al reconocimiento de que, en todo intento que has probado para resistirte a ser la presencia del Cristo, has fracasado miserablemente; todos te han fallado miserablemente. Y, sin importar cuántas veces te hayas intentado convencer de que no eres digno, el universo encuentra una manera de amarte. Sin importar cuántas veces hayas intentado enclaustrarte a ti mismo en el espacio y el volumen de un cuerpo, no has tenido éxito. Y en la muerte, has recordado y te las has visto con el esplendor de tu ilimitación. Por tanto, ciertamente, el mayor de los regalos que le puedes dar a otro es ser alguien que haya prescindido de la necesidad de insistir en la demencia del miedo.
La ausencia de miedo es la primera característica de la maestría. Y en la maestría no se trata de tener un gran poder para conseguir que ocurran cosas. La maestría es solo el reconocimiento de que lo que es verdad es siempre verdad, y que no hay otra elección.
El libre albedrío no significa que tengas derecho a creer que puedes tener éxito en ser distinto de lo que Dios te creó para ser. Tener libre albedrío no significa que puedas elegir no seguir el plan de estudios que la Vida te ofrece en cada momento. Solo significa que sí tienes el derecho a posponerlo para otro día más. Y, cada vez que lo pospones, caes dormido en tu sufrimiento.
Pero cuando eliges seguir el único plan de estudios que importa, cuando eliges usar el poder de tu libre albedrío para decir:
Ahora, desde este momento, ya no toleraré más el error en mí mismo. No más juegos, no más sueños.
Me comprometo a ser solo la presencia del amor, pues esa es la Verdad de quien yo soy.
No importa lo que digan otros que aún se resisten a tal decisión.
…entonces, ciertamente, todas las cosas en el Cielo y en la Tierra se moverán para apoyarte, para guiarte hacia la persona correcta, el lugar adecuado, el libro correcto, el amanecer correcto, la pradera adecuada, para poder asistirte en la labor de retirar las cadenas de los obstáculos interpuestos ante la presencia del Amor, los obstáculos que has creado como ídolos y como sustitutos del Amor.
Y por eso es por lo que cuando realmente rezas desde las profundidades de tu alma, “Padre, llévame a casa”, puedes estar seguro de que, desde ese momento, será bueno para ti confiar en cada pequeño detalle que se despliegue.
Pues, aunque no lo veas, aquellos que llamarías ángeles –amigos que simplemente no tienen cuerpos– corren de un lado a otro apresurándose ante tu orden,
Sí, acepto vuestra presencia en mi vida. Entrego todo este asunto. Ahora, cada momento, lo dedico a la sanación y a despertarme de esta sensación ilusoria de separación de Dios, esa que una vez yo creé en el error.
¡Amor! ¿De cuántas maneras lo has buscado? ¡Mmm! ¿Podrías contarlas? ¡Mmm! ¿Estarías dispuesto a contar cada granito de arena en las playas de tu planeta? Pues ten por seguro que todas y cada una de las almas ya han intentado buscar el Amor de todas esas maneras, si no más. Lo has buscado en las millones de formas que tú ya sabes que no podrías encontrarlo. Y todo porque querías perpetuar el intento demente de tratar de separarte a ti mismo de Dios. Y eso es tan fútil como si un rayo de sol intentara separarse a sí mismo del sol.
Ciertamente, queridos amigos, solo hay una cuestión a responder,
¿Qué estoy eligiendo en este momento?
- ¿A qué le he entregado el dominio sobre mi vida: a qué percepción, a qué pensamiento, a qué sentimiento? (ya que el sentimiento meramente fluye del pensamiento o la percepción que hayas elegido).
- ¿Qué comportamiento, qué acción estoy eligiendo en este momento?
- ¿Eso expresa la realidad de mi ser?
- ¿Estoy ocupado extendiendo Amor, o bien intentando agarrarme con miedo a lo que creo que puede dármelo de tal modo que no lo pierda?
Mira bien, entonces, a tus padres, tu familia, tus compañeros, tus amigos. Ninguno de ellos, ninguno de ellos, tiene el poder de traerte el Amor hacia ti. Así que, ¿Qué es lo que estás intentando sacar de ellos? ¿Por qué insistes tanto en que otro debería ajustarse a lo que crees que tú necesitas?
Es fútil, es cien por cien fútil, es extremadamente, es absolutamente fútil buscar el Amor en la relación con algo o alguien.
Es, sin embargo, muy apropiado extender el Amor en cada relación, con cada cosa y con cada cual.
Pero la extensión de ese Amor requiere que hayas despertado a la Verdad de que la única relación que tiene valor es la relación entre tú, como alma, y el Padre, o Dios, como tu Creador.
Imagina que una bombilla de luz, en una de tus lámparas, mirara hacia fuera desde sus pequeños filamentos y dijera,
¡Mmm! Vale, espero que la persona que acaba de entrar por la puerta sea la correcta. Si solo pudiera llegar hasta ahí y tomarla, quizá mi propia luz podría encenderse.
Mmm. ¿No es mucho más fácil simplemente tomar el cable y meterlo en el enchufe correcto?
¿Cuántas veces has insistido en intentar meterlo en el lugar incorrecto? ¿Mmm?
Bien, ese no funcionó. Vamos a ver con este otro cuerpo, intentaré con esta persona, esta carrera. Mmm. Y al no sacarle tampoco demasiado jugo a eso… entonces… ¡Ah! Bien, sí había un poco de jugo.
Y entonces te quedas hambriento porque no te está dando suficiente jugo, o bien, sí que te lo dio ayer, pero no hoy, así que todo debe ser por su culpa. ¡Mmm!
Solo hay un pequeño enchufe donde puedas meter tu cable. Solo hay uno que se ajuste, y es el único que está operativo como para poder brindarte las Fluyentes y Vivientes Aguas de la Gracia. Y ese enchufe está solamente dentro de tu Corazón –no el físico, sino aquel que es simbolizado por el corazón físico: el núcleo mismo de tu ser.
Pero, ¿cuántas veces al día miras a ver si el cable está enchufado ahí? ¿Cuántas veces recuerdas preguntarte a ti mismo,
¿Mi compromiso es el del Amor, o es el del miedo?
El miedo es el arte de desconectar tu cable del único enchufe que verdaderamente te satisfaría, y te hace corretear para intentar enchufarte a alguna cosa más o a alguien más. Y te pido que consideres solo esta cuestión al contemplar toda tu experiencia: ¿ha funcionado alguna vez? ¿Puede alguna vez funcionar?
Imagina que aprietas los dedos contra tu mano tratando de contener el agua que fluye por la palma de tu mano. ¿Con cuánta te quedas? ¿No se escapa por mucho que los aprietes? Encuentra pequeños agujeros y se va. Abres tu mano y no queda suficiente como para poder siquiera humedecer la lengua. Y no obstante, cada vez que miras a otro –padre, pariente, amigo, compañero, profesor o lo que tengas–, cada vez que has contemplado un objeto físico y te has intentado enchufar ahí para
extraer el jugo que creías necesitar, eso es lo que estabas haciendo. Y literalmente acababas exprimiendo la mismísima vida de la relación, expulsándola.
Pero en Verdad, cuando buscas primero el Reino y enchufas tu cable en el enchufe dentro de tu corazón, cuando recuerdas que tú y tu Padre sois Uno, que solo el Amor es real y que nada más importa… entonces, quizá sientas algo, algo que quizá te esté diciendo esto: “pero…, pero…, pero… pero…”. Y esto no es más que el eco de un viejo hábito. Y ese hábito no puede seguir vivo a menos que tú lo alimentes.
Por tanto, alimenta el único hábito que sí importa: el de recordar que la Verdad es verdad siempre, pase lo que pase ante tus ojos físicos, y, por tanto, ante tu mente. En todas las idas y venidas, nacimientos y muertes, en todo surgir y pasar de universo tras universo tras universo, en medio de un pinchazo o de una repentina tormenta, nada –nada– tiene valor excepto tu relación con tu Creador.
Cuando has experimentado, en relación con cualquiera o con cualquier cosa, un momento de éxtasis, un momento de esa paz que siempre sobrepasa todo entendimiento, un momento de realización tan dulce y tan sublime que ninguna palabra podría ni rozarlo, y mucho menos expresarlo, lo que has experimentado es solo el fluir del Amor de Dios a través de ti. No era algo provocado por esa persona o cosa. Fue provocado porque, por solo un momento, te saliste de tu drama, de tu sueño, y permitiste que la Verdad fuera vivida.
Entonces, por supuesto, te engañaste a ti mismo, Dios, ¡fue tan dulce! Ha sido lo mejor que haya probado alguna vez. Debe haber procedido de ti, así que ¡ven aquí! ¡Te necesito!
Si alguna vez creíste que necesitabas algo o a alguien, ten por seguro que en ese momento estabas viviendo en el engaño.
Todo lo que necesitas es Amor. El Amor satisface todas las cosas. El Amor abraza todo. El amor sana todas las cosas y el Amor transforma todas las cosas. Por tanto, ciertamente, recuerda bien que tú, y solo tú, puedes convertirte en la causa, por así decirlo, de tu realización, de tu paz, de tu consumación del tiempo. Y esto requiere que tú no hagas nada salvo recordar establecer la conexión con tu Creador.
¿No es cierto que lo que deseas más que nada es el Amor? ¿No es cierto que intentas, o al menos esperas, que cada relación, sin importar lo breve que sea, sin importar su forma, que cada caminar, que cada proyecto, te permita experimentar la paz? ¿No es cierto que tú, que te encuentras transitoriamente en un cuerpo dentro del tiempo, no es cierto que las más grandiosas experiencias que has conocido han sido aquellas que parecían inundar las mismísimas células de tu cuerpo con Amor, con un sublime éxtasis y con paz?
Acepta esa Verdad: que por encima de todo deseas la experiencia viviente del Amor. Y entonces recuerda que nada de lo que haces te puede brindar ese Amor. Nada de lo que hagas puede mantener el Amor bajo la forma que hayas elegido. Nada de lo que hagas –nada de lo que hagas– puede hacer que el Amor se muestre de acuerdo a tus exigencias.
Mas, soltando el drama, soltando el sueño, eligiendo recordar la Verdad que siempre es verdad, regresando al Reino adentro, incluso antes de cada inspiración, y recordándote a ti mismo decirle a tu Creador, Solo quiero aquello que es verdad siempre. El amor es lo que quiero. Amor es lo que Tú eres. Amor es lo que recibo. Amor es lo que yo soy. Yo y mi Padre somos Uno.
Con esto, y solo con esto, descubrirás lo que buscas.
Y entonces te conviertes en alguien libre para caminar por esta Tierra, para estar en ella, pero sin ser de ella en absoluto. Y aunque tus amigos te miren y todavía contemplen a un hombre o a una mujer que parece actuar de forma parecida a ellos, no obstante, aunque ellos no lo vean, Cristo está con ellos.
Y algo en ellos hará que les atraigas. No estarán seguros de lo que es. ¿La forma de tu cuerpo? ¡Mmm! ¿El resplandor de tus ojos? No es eso. Sienten la cualidad del Amor. ¿Puedes imaginarte caminando por esta Tierra, por este mismo planeta en el que os encontráis, y sin importar dónde estés, sentirte como si cada retazo de nube y cada brizna de hierba, y todas las cosas buenas del Cielo y la Tierra estuvieran ya contigo, albergadas en la esfera de tu semblante?