viernes, 19 de marzo de 2021

Lección 1 del libro "La Vía del Corazón", Jeshua Ben Joseph (La Vía de la Maestría I)

 Lección 1

Ahora, comenzamos.

Y efectivamente, una vez más, os saludo a vosotros, queridos y santos amigos.
Vengo en adelante a pasar otra hora para morar con vosotros donde creéis que os encontráis. Porque en Verdad, si no fuera por el hecho de que estáis eligiendo enfocar vuestra atención en el mundo físico mediante el vehículo corporal, nuestra comunicación no precisaría del recurso que podríais llamar “canalización”, ni de las técnicas o aparatos tecnológicos de éste mundo con los cuales grabáis y capturáis palabras habladas, palabras que no son en sí mismas sino el reflejo de aquello hacia lo que ellas dirigen vuestra atención mental.

Por lo tanto, queridos amigos, no vengo por mí, sino por vosotros. Y no os vengo a enseñar, sino a amar, hasta que elijáis, desde lo más profundo de vuestro propio ser, dejar a un lado toda ilusión a la cual le hayáis dado crédito, y recordar la única Verdad que es verdad. Porque efectivamente, en ésta hora que aquí tenemos, se da la trascendencia de todo aquello que tenga que ver con limitación. Hay trascendencia de todo lo que tenga que ver con ir y venir, con nacimiento y con muerte. Y no hay sino la Mente de Cristo, en la cual, cada uno de nosotros, como una chispa de Luz Divina, como un rayo de luz solar para el sol, descansa eternamente en comunión y comunicación perfectas, siempre. Ahora bien, el gran secreto es, desde luego, que éste es el estado de vuestra realidad, pues en todos y cada uno de los momentos moráis en perfecta comunión con toda la creación, ya que todas las cosas no son sino modificaciones temporales de la energía única fundamental que he elegido llamar Mente de Cristo, la descendencia del Padre.

Y así, queridos amigos, vengo adonde vosotros elegís estar. Y si elegís abrir ese lugar en el corazón y en la mente en el cual podéis comunicar directamente conmigo, también allí os encontraré. Lo importante es, entonces, a modo de comienzo, considerar el simple hecho de que vuestra experiencia es siempre el efecto de dónde elegís enfocar la atención de vuestra consciencia, que en Sí Misma es por siempre ilimitada, y abarca la gran variedad de dimensiones de la creación.
Moráis en aquello que abarca todas las cosas, de todas las maneras, y en todo tiempo. Y, en Verdad, no conocéis separación, nacimiento o muerte, pérdida o ganancia.

En esta hora, al leer o escuchar ésta lección, reconoce cómo tú, un ser infinito, has elegido deliberadamente participar en una forma de experiencia. Por tanto, has convocado hacia ti mismo todo el aparato sensorial del cuerpo mediante el cual filtrar las energías de éste dominio físico para poder oír las vibraciones que baten las cuerdas vocales creando palabras que portan ciertos sentidos para todos y cada uno de vosotros. Y cada uno de vosotros va a colorear ese sentido de acuerdo –de acuerdo– a las percepciones que haya elegido valorar.
¿Eso significará que unos estarán más adelantados que otros? Solo lo parece. En realidad, cada uno de vosotros es igual; cada cual elige desde su infinita libertad para atraer hacia sí mismo ciertas frecuencias vibratorias, por así decirlo –ciertas cualidades o formas de experiencia–. En esa libertad es donde siempre permanecéis, desde antes de la fundación de éste mundo y mucho después de que termine de existir. Así es que en ningún momento podéis ser la víctima de lo que veis, y no hay nada fuera de vosotros. Lo que experimentas lo has atraído directa y deliberadamente hacia ti mismo. Y si tienes ese pensamiento que dice: “pues bien, no me gusta lo que he atraído hacia mí mismo”, es también perfectamente válido. Pues entonces habrás convocado hacia ti mismo la experiencia de estar juzgándote. Simplemente contempla con el asombro de un niño, mira a ver cómo te sientes, y pregúntate,
¿Es acaso esta la energía en la que deseo continuar, o elegiría algo distinto?
Pues al final, cuando todas las elecciones posibles en el sueño de separación han sido realizadas, probadas, sentidas, conocidas... entonces finalmente emerge la calmada, la tranquila Voz del Espíritu, que habla a través del alma –y volveremos sobre esto–, susurrando sobre la única Verdad y la única realidad, el único Amor, la única paz y la única dicha que son continuas.

Entonces, el alma comienza a apartarse de las cosas de éste mundo creado. Comienza a retirar su atención, por así decirlo, de sus apegos a todas las cosas que ha convocado hacia sí misma. Comienza a trascender su sensación de identificación con las frecuencias vibratorias que tan solo estaban destinadas a ser materia de juego, pero que luego se tomaron en serio. Pues la creación del ego es la seriedad en la mente, y solo con una gran seriedad se consiguen mantener las vibraciones de todo aquello que ya no querrías experimentar en el campo de tu ser, en el campo de tu alma.
Y a medida que tú, como alma –la chispa divina individual– comienzas a elegir retirarle la atención, retirarle el valor que has otorgado a todas las cosas, y al aprender a simplificar la naturaleza de tu propia consciencia, al comenzar a constatar que puedes rendirte ante algo que parece estar más allá de ti, que puedes albergar la loca idea de confiar en lo invisible... entonces, te haces cada vez más y más... menos y menos. Y a medida que te haces menos y menos de lo que tú creíais que eras, a cambio, te haces más y más de aquello que tu Padre te creó para ser –el Pensamiento de Amor Perfecto en la forma, un canal, un simple vehículo a través del cual puede brillar el Amor del Espíritu–. Y tu única tarea se convierte en la limpieza de tus ventanas, el pulido de tus suelos, el desherbado de tu huerto, de tal modo que esa Luz pueda derramarse sin trabas.
Ya no te verás más en la necesidad de defender percepciones con las cuales te has identificado en el error. Y efectivamente sabrás cuándo has llegado a ese estado de despertar, pues serás capaz de contemplar todas las cosas creadas que alguna vez hayas experimentado, todas las reacciones que alguna vez hayas albergado en la mente, todas las percepciones, juicios, o deseos que alguna vez hayas tenido por cualquiera o por algo... y todo ello, al surgir en tu mente, ya no perturbará tu paz. Y sonreirás. Y comprobarás que dentro de tu consciencia ha aparecido todo lo piadoso y todo lo diabólico. Has sido ambas cosas, un santo y un pecador, y tu felicidad e infelicidad solo han sido un efecto del lugar donde elegías poner tu atención.

Efectivamente, queridos amigos, vengo en adelante para encontrarme con vosotros dondequiera que estéis, porque he elegido usar el poder infinito de la consciencia, que me fue otorgado por mi Padre, tal y como te fue dado a ti, para descubrir así qué profundo deleite puede existir cuando la mente está enfocada solamente en ver desde, y en ver solo, la Mente de Cristo. Por lo tanto, he convocado hacia mí Mismo, hacia mi Yo, toda una multitud de experiencias, incluso cuando caminé sobre vuestra amada Tierra como un hombre... para poder desafiarme a mí mismo, para probarme a mí mismo, para condicionarme, para resurgir, para trascender toda posible experiencia que me pudiera distraer de la rememoración de quien yo soy.

Podríais decir, por cierto, que mi crucifixión fue meramente el punto álgido de mi propia elección directa a ser desafiado por los acontecimientos del espacio y del tiempo, de tal modo que pudiera cultivar, en mí mismo, la capacidad de ver desde, y de ver solamente, la pureza perfecta de la Mente de Cristo.
Lo que intento dejar claro es, que en todos y cada uno de los momentos, lo que estás experimentando en el ámbito de tus emociones y de tu mente, y los efectos –en último término– en el cuerpo, están ahí porque tú –desde tu infinita libertad– simplemente has seleccionado esa experiencia, esa energía, para enfocar tu atención en ella, de tal modo que puedas ver cómo son esos efectos.

La locura, como ves, no procede de haber elegido contemplar algo diferente de la Mente de Cristo. La locura, que experimentas como tu dolor y sufrimiento, tus búsquedas y tus dramas, solamente procede de la elección errónea de volverte alguien que está identificado con lo que surge en el campo de tu consciencia, de tu discernimiento. Tú, por tanto, pierdes la perspicacia de la inocencia. Pues, de hecho, todos los acontecimientos son perfectamente neutros, y eres libre de verlos de la manera que quieras.

Cuando nace un niño –y muchas que sois madres lo sabéis bien– puedes experimentar una inefable y profunda alegría. Igualmente, también puedes experimentar miedo y una cierta contracción ante la idea de tener que responsabilizarte de un niño. Cuando algún ser querido muere y experimentas pena y desdicha, ten por seguro que se debe a que has elegido contraer tu atención de tal modo que ya solo puedes ver la pérdida de un cuerpo animado y, por tanto, te convences a ti mismo de que te has separado de ese ser querido.

Hablo por propia experiencia cuando digo que la separación es una ilusión. Y cuando la muerte sucede en vuestro plano, en ése preciso instante, todavía tienes el poder de elegir aceptar que algo ha cambiado, y desplazar tu atención hacia una facultad que el cuerpo nunca podría albergar, en la cual percibes, escuchas y te comunicas con esa chispa de Luz Divina –el alma– que parece haber abandonado la idea de intentar mantener animada una forma física.

El siguiente paso es por lo tanto imperativo, y, de hecho, es el auténtico primer paso en lo que vamos a empezar a llamar La vía del corazón. El primer paso para despertar es permitir que la mente considere el axioma, la Verdad, de que no hay nada, en todo lo que experimentes, que esté causado por algo fuera de ti. Solo experimentas los efectos de tu propia elección.

Para comprobarlo, durante el año que tenemos por delante iremos caminando y añadiendo cosas, mes a mes, en lo que a partir de ahora elijo llamar La vía del corazón.

Este es el camino desconocido para el mundo. Es un camino desconocido para muchos que se llamarían a sí mismos “maestros espirituales”, ya que no descansa sobre medios mágicos, o no puede depender de ellos. Se trata más bien de la vía que cultiva en ti la decisión de dirigir tu atención hacia tu propia mente, tu propio comportamiento, hacia lo que es verdadero y real para ti, momento a momento... y para estudiarlo, considerarlo, sentirlo, respirarlo en la Luz del Espíritu cuando ésta pasa a través de todo ello... y además, re-entrenando constantemente la mente de tal manera que ésta pueda asumir una responsabilidad total en cada instante.

¿Y por qué es esto necesario? Porque sin ello, no puede haber paz. Sin ello no puedes trascender las identificaciones falsas que has elegido. Para utilizar quizá una forma más simple de decirlo: necesitas llegar al punto donde te dices,
Me he hecho esto a mí mismo. Yo lo hice, yo puedo corregirlo. No hay nadie más a quien acusar. El mundo es inocente.

Y en los meses venideros estaremos comunicando con vosotros cada vez más profundamente sobre los puntos más sutiles, por así decirlo, de La vía del corazón. Porque ésta es la manera, éste es el camino que se me enseñó, y es a éste camino hacia el cual quiero dirigirte con muchas, muchas claves. Éste es el camino que va a producir la inversión de cada pensamiento que alguna vez hayáis tenido, sobre cualquier cosa o sobre cualquiera. Es solo éste camino el que permite que paséis por el ojo de la aguja y lleguéis a descansar en la Paz Perfecta de la que habéis brotado.
La vía, la manera del corazón no es la del intelecto; porque ciertamente éste aspecto de la mente nunca estuvo diseñado para que te dominara. Fue diseñado para ser el humilde, y, si me permites la expresión, el muy estúpido servidor del Corazón Despierto. El Corazón es aquello que siente todas las cosas, acoge todas las cosas, confía en todas las cosas y permite todas las cosas. El Corazón es aquello en lo que el alma descansa eternamente. El Corazón es aquello que está más allá del espacio y del tiempo, y es esa chispa de Luz en la Mente de Dios que es llamada “el Cristo”. Y solo en Ello, en Aquel, encontraréis la paz que buscáis.

Descubriréis, entonces, que el camino del despertar no es uno donde se pida abstinencia y evitar las cosas, sino uno de veracidad. No es un camino de logro y orgullo, sino de soltar de la consciencia el lastre de cada esperanza y cada deseo de ser especial... especial como para considerarte alguien que ha “hecho progresos”, y tales progresos que bien podrías darte un golpe en el pecho y pavonearte. Se trata de trascender la esperanza de obtener la atención de Dios, de forma tal que Él te pudiera mirar y decir,
Oh, qué buena persona has sido... Sí, oh ¡cielo santo! Vale, entonces creo que ahora te permitiré entrar al Reino.
Se trata de un camino en el que llegas a cultivar –sin importar tu experiencia interior o grado de despertar–, a cultivar, en cada respiración, la disposición y el arte de regresar a la simplicidad de una mente vacía, de un no-saber. Es una manera de vivir en la que todas las cosas y todos los eventos se convierten en un aspecto de tu meditación y tu oración, hasta que quede establecida de nuevo en ti la Verdad que es verdad siempre,
Que no se haga mi voluntad, sino la Tuya. Porque por mí mismo no hago nada; es mi Padre quien hace todo a través de mí.

Imagina entonces un estado de ser en el que caminas por éste mundo, siendo aparentemente similar a cualquier otro y, no obstante, en una espaciosidad interior, vacío por dentro. En Verdad, no deseas nada, aunque permitas que el deseo fluya a través de ti, reconociéndolo como la Voz del Padre que guía tu personalidad, tus emociones, e incluso el cuerpo, hacia lugares, acontecimientos, gente, cosas, experiencias... por medio de las cuales se teje el tapiz de la Expiación, de la Reconciliación... a través de las cuales todos los Niños de Dios se sienten llamados a retornar a casa de nuevo. Y confías en el completo fluir de todo ello, ya sea que se te pida dar una charla frente a diez mil personas, o bien decirle a un amigo la verdad sobre tus sentimientos, o bien seas conducido quizá a barrer las calles y vivir sin dinero. Pues, en Verdad, esa mente que confía en la Fuente de su creación permite todas las cosas, confía en todas las cosas, abraza todas las cosas, y trasciende todas las cosas.

Ten por seguro entonces que cualquiera que sea la frustración y la ansiedad que sientas, se debe a que has decidido no confiar en la Verdad. Y la Verdad es simplemente esta: solo el plan de Dios para la salvación puede tener éxito para ti. Tu método siempre fracasará, pues comienza asumiendo, de forma ilusoria y demente, que eres un ser separado de la Mente de Dios, y que entonces necesariamente debes dirigir tu propio curso. Pero, si estás enfermo y con malestar, sin paz, ¿cómo pretendes decidir así que tú sabes cómo crear paz? Se requiere una gran humildad para aceptar el primer paso en el camino:
Yo he hecho todo esto; yo debo deshacerlo. Pero no tengo ni idea de cómo lo hice. Por tanto, debo rendirme a algo.

Quiero darte éste pensamiento, querido amigo, querida amiga, así como me fue dado a mí, tiempo atrás. Y el pensamiento es este (y te pediría que lo recapacitaras bien):
¿Y si la misma vida que estás viviendo ahora, y si cada experiencia que te ha estado llegando desde el momento en que dijiste “tengo que despertar ya”... y si todo eso... hubiera sido directamente enviado por tu Padre, porque tu Padre sabe todo lo que es necesario desvelar en tu consciencia para que tú accedas a tu despertar? ¿Y si las mismas cosas a las que te resistes fueran precisamente los pasos que se requieren dar para tu regreso a casa? ¿Y si alcanzaras una madurez a lo largo de éste camino con la cual finalmente estuvieras dispuesto a dejar que las cosas sean tal y como son?

Y si fuera necesario ponerse a barrer las calles, simplemente tomarías una profunda inspiración y dirías: “Padre, tú conoces el camino a casa”, y entonces comenzarías a barrer. Y ahora, llega este pensamiento a la mente,
Oh Dios mío, no seré reconocido. No destacaré. No pensarán que soy especial si solo soy un barrendero.
Y entonces, admites,
Ajá, no hay nada extraño en la idea de que mi Padre me pida hacer esto. Voy a dejar todo como los chorros del oro de modo que pueda contemplarlo, desidentificarme de ello, y aprender a ser la presencia del Amor barriendo la calle.

Porque en Verdad te digo que el más pequeño de vosotros, de acuerdo a vuestra percepción, es ya igual al mayor. Y no hay ninguno que sea menos de lo que yo soy.
Y así, La vía del corazón comienza por ahí. Comienza aceptando con humildad que tú has sido quien ha creado un buen lío en tu consciencia. Tú has creado un laberinto y te has perdido en él, sin reconocer ya la manera de poder regresar, que es ésta: por tu cuenta, no puedes hacer nada. Pues todo aquello que te has ingeniado para lograr no es sino la creación de un monumental conjunto de dramas dementes que, en Verdad, no están ocurriendo en ningún sitio salvo en tu campo mental. Son como quimeras, como sueños. En Verdad no hay diferencia alguna entre un estado de vigilia, en el que fueras el director de tu vida, y los sueños que tienes cuando tu cuerpo duerme de noche. Son lo mismo.

Deseo dirigirte hacia la paz, incluso hacia esa paz que trasciende para siempre toda concepción y entendimiento mundanos. Y también deseo, porque mi Padre lo desea a través de mí, llevarte plenamente adonde yo estoy para que puedas descubrir que existe alguien que llegó ahí antes que tú. Y cuando mires bien verás que,
Aaaah, si soy Yo Mismo. Siempre he estado allí, pero lo olvidé.
Y al final de todo viaje, al final de toda purificación –que de hecho es todavía necesaria– descubrirás que despertar significa no haberte ido de viaje a ningún lado. Significa llegar a una meta que nunca cambió.

Despertar es solo rememorar; pero se trata de un rememorar que no es solo del intelecto; pues no es una idea, tal y como podrías entender las ideas. Es una idea que vibra a través de todo el campo de tu ser, de tal modo que incluso las células del cuerpo –mientras el cuerpo todavía permanezca reunido en su forma actual–, incluso las células del cuerpo, despiertan y se relajan en la Verdad que siempre es verdad.
La vía del corazón... Si fueras un hortelano, ¿no cultivarías el arte de limpiar tu huerto? ¿No irías a ver si el suelo está en su justa humedad? ¿No mirarías las nubes en el horizonte y comprobarías el calor que hace hoy? ¿No cubrirías las plantas delicadas que necesiten más protección hasta que crezcan y sean más fuertes? Y si quienes vienen no quisieran respetar tu huerto, ¿no les pedirías que se marchen, o no pondrías temporalmente una valla hasta que el huerto estuviera lo suficientemente fuerte como para poder estallar dando los suficientes frutos de tal modo que puedas ofrecérselos incluso a quienes no lo respetan?

Sé por tanto como un hortelano sabio. Cultiva un profundo amor y respeto por ti mismo, pues no estás aquí para “arreglar” el mundo. No estás aquí para “arreglar” a tu hermano. Solo el Amor sana. Y hasta que no te hayas amado a ti mismo completamente, habiendo purificado la mente de todo pensamiento erróneo que alguna vez hayas tenido –hasta que no te hayas amado–, no podrás en Verdad amar cualquier cosa o a cualquiera, salvo en aquellos breves momentos cuando bajas la guardia y el Amor de Dios resplandece a través de ti tan rápidamente que ni siquiera puedes saber qué es lo que ha pasado. Pues el hortelano sabio cultiva un estado de consciencia en el cual el Amor de Dios no encuentra trabas.

Queridos amigos, aquellos de vosotros que habéis elegido responder a la llamada a participar en éste camino, con ésta Familia, si afirmáis vuestro compromiso confiando en vuestro Creador al haber colocado ante vosotros un camino que de hecho os puede llevar a casa, entonces, ciertamente, llegaréis. Pero el compromiso significa que no vas a abandonar la habitación cuando comience el griterío. El griterío del que hablamos está en tu propia mente, en tu propio cuerpo, en tus emociones. Se trata de que permanezcáis con esas cosas siendo honestos sobre ellas, y con amor hacia vosotros mismos por haber tenido alguna vez el poder de incluso crear tales percepciones dementes de vosotros mismos y del mundo alrededor.

El Método del corazón es el camino definitivo que cualquier alma puede tomar. Hay muchas etapas en el despertar. Hay muchos caminos que pueden seguirse, pero, al final, “todos los caminos llevan a Roma” –como se suele decir–. Finalmente cada alma debe encontrar su camino hacia La vía del corazón y regresar a la Verdad de que ha llegado el momento de asumir su responsabilidad, de aprender a cultivar la capacidad de contemplar las profundas y perversas oscuridades de eso que he llamado “ego” (y que no es nada más que la fosa séptica de la negación –aquello a lo que le falta Luz–), y comenzar a llevar la Luz ahí simplemente observando su propia mente, su propio comportamiento y reacciones... con una sensación de maravilla, con un sentido de inocencia, con un sentido de infantilidad.

Pues ¿no está escrito que para entrar en el Reino vas a ser nuevamente como un niño pequeño? El niño pequeño simplemente se maravilla de todo eso que ve: “y bien, ¿qué te parece?”. ¿Te puedes imaginar contemplando las más profundas y oscuras partes de tu propia sombra, tus negaciones, y siendo capaz de decir, “oh, mira, ¡qué te parece!”? Mmm. Recuerda entonces que todo es neutro, y que en Verdad todo aquello que surge en tu consciencia no tiene ningún efecto sobre la Verdad de tu realidad.
La vía del corazón es pues una manera de cultivar la decisión de identificarse con la Luz que puede iluminar toda oscuridad, mas no luchando contra esta, sino aceptándola, abrazándola como tu propia creación y eligiendo de nuevo. La vía del corazón es el método que yo enseño. Y ahora comenzamos un año de estudio más centrado, un año de cultivar algo juntos, por así decirlo, y para que La vía del corazón pueda establecerse en vuestra santa mente. Y vamos a ir bebiendo de muchas fuentes, pudiendo encontrarnos con alguna sorpresa en cuanto a quiénes elegirán hablar a través de éste vehículo [Jayem].

Pero ten siempre por seguro, y de todas las maneras, que me he comprometido conmigo mismo para dirigir gentilmente el nacimiento y la manifestación de lo que habéis llegado a llamar Shanti Christo [la Fundación que fundó Jayem]. La idea fue dada por mí. Y lo que doy, lo nutro. Lo que creo junto a vosotros, no lo abandono. Por tanto, vais a ver que siempre estaré aquí. Todavía está por ver si vosotros estaréis.

Así pues, recuerda siempre que la Verdad es siempre verdad. ¿No llegó ya el momento, queridos amigos, de tomar verdaderamente posesión de vuestra única realidad? La vía del corazón no conoce la palabra evitar. La vía del corazón no sabe de engaño, manipulación o control. La vía del corazón no conoce la culpa, la acusación, aunque contempla el surgimiento de todas esas cosas como ecos de viejos patrones que ahora se han quedado pequeños. Con ella se aprende a mirarlos y a reconocerlos tal y como puedes reconocer ciertos tipos de nubes que hay por el cielo, y luego, se aprende a redirigir la atención hacia la mente, para que así pueda llevarse a cabo una nueva elección.

La vía del corazón es la vía que te llama a casa. Y la llamada proviene de la parte profunda de tu alma que todavía existe a semejanza del Espíritu, que mora como Cristo en la Santa Mente de Dios. Confía pues en que eres como el rayo de luz solar para el sol. Y no confíes en las percepciones que has cultivado en el error. Pues no marchas solo por este camino por el que vas, y tu viaje no transcurre aparte del de tus hermanos.
Ésta Familia no puede conocer la separación aunque algunos parezcan ir y venir. Pues una vez que ha sido reconocida la llamada a despertar en éste linaje, aunque los cuerpos no se comuniquen en el espacio y el tiempo, ten por seguro que la comunicación permanece y que no hay forma de poder evitarla.

Y así, comenzamos La vía del corazón. Entramos ahora en una etapa donde es hora de dejar de escuchar desde una respetuosa amabilidad o desde la curiosidad... para entrar en la disposición a ser aquel que acepta comprometerse a sanar cada obstáculo que se interponga ante la presencia del Amor... cada obstáculo que aún pueda estar quizá secretamente oculto en las profundidades de esa parte de la mente que luchaba por estar separada de Dios. Es tiempo de recordar que verdaderamente eres la Luz que puede llegar a brillar amorosamente sobre cualquier aspecto de oscuridad con el que hayas tratado.

Así, durante éste camino, éste año, vas a aprender a darle la mano al demonio, danzando un pequeño baile con él, reconociendo su rostro como el tuyo propio. Pues cuando danzas con la oscuridad que tú has creado, esa oscuridad se ve transformada en un ángel, y la Luz permanece en la Luz.
Te daremos y presentaremos en adelante ciertas meditaciones, por así decirlo, ciertas prácticas energéticas para ayudarte a cultivar una cualidad del sentimiento que te permita reconocer las energías que ya no te sirven, y de una manera que trascienda lo que tu mente pudiera pensar de ellas, de tal modo que aprendas a ser guiado cada vez más por tu cuerpo, por así decirlo, por tu naturaleza sensible, y no por tu intelecto. Pues tu intelecto no sabe de otra cosa que de todas esas trivialidades que has amontonado en él, como la basura en el cubo de la basura. El intelecto nunca puede aportar la sanación del Corazón que es la Reconciliación. Solo puede ser utilizado para argüir contra las percepciones dementes a las que estás habituado, y de tal modo que puedas llegar a entender que quizá existe un bien mayor si abandonas tu empeño en tratar al intelecto como tu dios.

Por tanto, efectivamente, queridos amigos, danzad a menudo, regocijaos, jugad a menudo. Permitid que este año sea aquel en el que sacáis a la luz desde dentro de vosotros mismos todas las cosas que no sean dignas de la Mente de Cristo –cada pensamiento de escasez, cada sensación de no ser merecedores, cada miedo–. Permitid que todo eso llegue y miradlo, acogedlo, transmutadlo mediante vuestro propio amor por vosotros mismos y mediante vuestra honestidad. Aceptad dónde estáis y no pretendáis ser de otro modo, pues los más sabios son siempre los más humildes.

Estad por tanto en paz, queridos amigos. Estad en paz con todo. Porque nosotros nos deleitamos –y hablo de muchos “nosotros” que están en eso que podríais llamar “un estado desencarnado”, y que están eligiendo participar en esto con vosotros, que habéis pedido ser ayudados éste año mediante ésta vía–, ¡nosotros disfrutamos uniéndonos a vosotros! ¡Disfrutamos amándoos, esperando darle la bienvenida a vuestro Yo de nuevo a casa!
Por lo tanto, comenzamos ya a despedirnos, en ésta reunión, por hoy. Pero al acabar os pedimos que cerréis los ojos solo un momento y que toméis una profunda inspiración en el cuerpo... y soltéis. Y a medida que el aire abandona el cuerpo, pensad que ya no hay nada a lo que aferrarse que sea digno de manteneros alejados de vuestra paz y vuestra felicidad. Comprometeos –plenamente– a experimentar la felicidad, así como habéis estado plenamente comprometidos a la infelicidad, la limitación, la carencia. Éste año dadle plenamente a vuestro Creador el permiso de dejar limpio el sótano. No hay nada ahí que sea digno de ser defendido o protegido.
Y llegará a suceder lo que vais a reconocer como la perfecta paz del no-saber, del no-pensamiento. Sabréis lo que significa ser aliviados del acoso del tiempo y confortados por lo eterno.

Que la paz esté siempre con vosotros. Y nunca os permitáis, ni por un momento, creer que estáis solos. No tiene sentido que penséis que no estoy con vosotros. Habéis llamado. Yo me puse al teléfono. Estamos en comunicación. Ésta es la manera. Ésta es la vía. Éste es el camino, tal y como lo será hasta el final de la ilusión. Amén.


Preguntas y respuestas

Pregunta: ¿Qué es lo que te motiva? ¿Cómo transcurre el día para una persona iluminada? Aparentemente te has movido hacia un estado de Unidad con la Fuente mientras todavía mantienes una personalidad distinta, única. Aún eres un Yo, y sin embargo también eres Uno con Dios. ¿Puedes intentar describirnos este estado?

Respuesta: Querido amigo, ¿que qué es lo que me motiva? Los honores mundanos que se me hacen. Estar colgado en tantas paredes de tantas iglesias por todo el mundo; mmm, todos esos sacerdotes y ministros que, en gran número, se ganan bien la vida diciendo que enseñan mis enseñanzas, aunque enseñan miedo, culpa y juicio. Mmm, ¿que qué me motiva? Las apuestas que he hecho con mis “compañeros de batalla”, que a menudo piensan que estoy perdiendo el tiempo con la humanidad. Pues realmente hay muchos Maestros, en muchas dimensiones, que no vendrían a pisar éste plano ni con unos zancos de 10 kilómetros. Aunque te digo, querido amigo, que estoy hablando un poco en broma, como si fuera un deslenguado, aunque no posea una lengua.
Lo que me motiva es lo que te va a motivar a ti cuando la Mente de Cristo se despierte en tu ser, y su brillo haga palidecer cualquier otra posibilidad. Porque lo que te va a motivar a ti es la profunda apreciación de la Gracia que ha sanado tu mente, del gran Misterio del cual has surgido, que de cierto modo llega hasta aquí, hasta tus ilusiones, y te devuelve a Casa, y sin saber cómo. El Amor de tu Creador te motivará a medida que te conviertas cada vez más en un ser vaciado de yo, vaciado de miedo, de la necesidad de sobrevivir, de todo lo que no sea Amor... y te habitúes a ser cada vez más un instrumento de la paz.
Querido amigo, lo que me motiva es el mero hecho de que tú existes, y el que a veces, dentro de ti, tu alma pide a gritos regresar a Casa. Y como mi Padre me ha traído a casa, y como entonces conozco cuán perfecta es, ¿cómo no voy a extenderme hacia ti? Así, les digo, a tantos de mis compañeros que parecen desear evitar tener jamás nada que ver con la experiencia humana... les digo, simple y educadamente, asintiendo con mi cabeza no-física,
Bueno, sí, pero, ya veis..., sé que nadie regresa al Hogar hasta que todo el mundo lo hace.

Soy simplemente tu hermano. Y parezco estar algo más adelantado que tú, pero no obstante te digo que La vía del corazón debe cultivar en ti –y lo hará– el reconocimiento de que no existe nada ni nadie fuera de ti, y que solo el Amor tiene el poder de sanar. Y por lo tanto, cada ser que llega a tu vida es un aspecto de tu salvador, enseñándote a cultivar el perdón, la paciencia, y la disposición a no escuchar la voz del ego en ti, sino a confiar en la guía del Espíritu Santo para todos los asuntos, sin tener en cuenta cuán loca pueda parecerle esta guía al mundo. Lo que me motiva es la Gracia que me liberó de las ilusiones, que al mismo tiempo es la Gracia que ya está trabajando en ti para llegar a lo mismo.
¿Qué significa pasar el día en un estado iluminado? Me encantaría decírtelo, pero sucede que para mí no hay “días”, pues estos solo están en función del tiempo. El tiempo es algo de lo que ya no sé nada. No es algo que inunde mi ser. Solo permanezco en lo que es eterno. Y cuando el miedo haya sido completamente extirpado de tu ser, tú también conocerás la atemporalidad.
Hay un mensaje dentro de esta respuesta. Espero que estés escuchando.
Querido amigo, ¿que cómo es ser Uno con la Fuente de toda la Creación, y aun así seguir manteniendo una consciencia individuada? ¿Por qué no te lo preguntas a ti mismo? Lo sabes perfectamente bien. Pues en Realidad tú eres Uno con la Fuente. Y de nuevo, tal y como hemos dicho en el mensaje de ésta Lección, estás actuando siempre desde tu infinita perfección para convocar cualidades de experiencia, de energía, hacia ti mismo. Y eso es exactamente lo que yo hago. Solo que la única diferencia es que he elegido convocar solo las vibraciones más elevadas posibles, mientras que tú estás eligiendo decirte a ti mismo y decirme a mí,
Bien, sí, sí. Todo este asunto tan extático está muy bien, pero yo todavía deseo probar un poco más de drama y de sufrimiento. Solo quiero estar seguro de que he probado todo esto a fondo antes de abandonar este plano.
El mecanismo de elección en ti es igual que en mí, en todos los aspectos. Por tanto, entiende bien que si deseas saber lo que significa conocerte a ti mismo siendo Uno con tu Creador, mientras todavía exhibes una individualidad, simplemente empieza a observar con una perfecta inocencia tu propia mente, tus propias elecciones y tus experiencias, recordándote constantemente a ti mismo la Verdad que siempre es verdad: Que, así como un rayo de luz solar nunca puede evadirse del sol, o como una ola nunca puede salir del océano, sigues siendo tal y como fuiste creado. Y te ha sido otorgada una infinita y perfecta libertad, pues estás hecho a imagen de Dios.
Por lo tanto, querido amigo, considera bien qué es lo que deseas y tus intenciones. Pregúntate a ti mismo en cada momento,
¿En qué estoy comprometido realmente? Porque eso, aquello a lo que esté entregado, constituirá el foco de mi intención. Y la intención que enfoco me brinda la realización de mi deseo. Y lo que estoy experimentando, me guste o no, es siempre el efecto de mi deseo.

Pregunta: ¿Podrías comentar algo sobre el mundo de la sexualidad y de la expresión sexual para todos los que estamos comprometidos con un camino de evolución espiritual?
Respuesta: Bien, querido amigo, realmente si deseas comprometerte en un rol de espiritualidad genuina... debes colocarte en el cuerpo una de esas cosas que, según creo, se llaman cinturones de castidad. Debes separarte de todos aquellos que parezcan despertar sensaciones de cosquilleo en tu cuerpo. Mmm, debes censurar en ti mismo todo pensamiento que trate de cuerpos que se aproximan al tuyo. Mmm, y si esas cosas surgen, entonces ¡azótate con todos los medios posibles! ¡mmm!
Querido amigo, he dicho muchas veces que todos los acontecimientos son neutros, que todas las experiencias lo son. Por tanto, todo eso será precisamente lo que tú elijas que sea. “Sexualidad”... en tu mundo muchas mentes hacen que esto signifique la existencia de cierta yuxtaposición entre los cuerpos físicos, con un cierto tantear de las manos, los labios, las lenguas, y lo que sea que tengas. Pero, realmente, eso es solo el reflejo externo o la expresión simbólica de las energías que se encuentran en la mente.
Es más apropiado decir que toda la Creación es un acto sexual. Es una expresión de la energía que desea hacer nacer, dar a luz, con gran pasión –¡Creación! Y cualquier relación... entre dos cuerpos, entre la luna y el sol, entre la Tierra y el cielo... toda forma de relación es inherentemente la misma. Todas contienen en sí mismas la promesa, y el propósito, y el desafío de descubrir la unidad entre dos, o tres o diez. No importa.
Por tanto, la sexualidad, tal y como la entiendes en tu mundo, es solo lo que elijas que sea. No va a acelerar necesariamente tu despertar. Pero tampoco lo va a impedir necesariamente. En todo lo que te enfoques con santidad y pureza de corazón, lo que enfoques en cada relación desde el reconocimiento de que la Creación fluye solo a partir de la Mente de Dios y, por tanto, de la Luz del Amor, estará presente la presencia del Cristo –en aquel ante quien estés, o quizás, con quien te acuestes–. Lo que enfocas con santidad es santificado. Aquello que enfocas con secretismo, lo que enfoques con necesidad, es desmoralizado y destruido.

Me gustaría decirte, querido amigo, que no puedes trascender lo que antes no hayas abrazado o acogido. Por lo tanto busca bien en el alma para ver si le tienes algún miedo a la gran intimidad y vulnerabilidad que puede experimentarse en la sexualidad. ¿Hay algo dentro de ti en conflicto, que no te esté permitiendo beber verdaderamente de la belleza de la forma física de otro, detenerte en cada curva y cada hoyuelo, e incluso en cada pelo del cuerpo? ¿Puedes ver en ello éste gran Misterio? ¿Puedes detenerte lo suficiente como para perder el falso yo? ¿Puedes santificar el toque de la carne? Porque te digo que eres el creador de lo que experimentas.
¡La sexualidad es una gran cosa! No permitas que nadie te diga que la evité cuando yo era un hombre. Después de todo, ésta es toda la cuestión. Yo fui, después de todo, un hombre. Pero la santifiqué, para conservarla santa. Y la sexualidad puede ser experimentada en su totalidad meramente mirando a los ojos de otro y quedándote tú a un lado, pidiendo ver solo la Faz de Cristo. Porque en la sexualidad, ese gran anhelo en la humanidad, se trata de encontrar algún método, alguna manera de trascender el miedo, la culpa, la profunda opresión que es el ego, encontrando alguna manera de deslizarse entre las grietas y experimentar algún momentáneo éxtasis de unidad con la Unicidad.
Pero lo que te digo es que cultives la Realidad de la Unicidad en ti mismo, pues realmente encontrarás que todas las relaciones, ya sea con un cuerpo, con una brizna de hierba, o con el viento que acaricia tu piel... todas... serán sentidas como experiencias sexuales mientras dure el cuerpo. Permite entonces que ésta energía te inunde. Siente la bendición y el placer y el gozo de la sensualidad y de la sexualidad. Contempla cómo tienen lugar por todas partes en tu planeta, pues sin ellas, el planeta ni siquiera existiría.
Querido amigo, ¿acaso no has visto nunca a los niños pequeños corriendo desnudos por el campo y jugando con sus genitales sin el más mínimo remilgo? Ellos extraen de ahí un momento de placer y ocasionalmente pueden llegar a tocar a otro. Ahí no hay juicio, solo inocencia; y algunos adultos miran y dicen,
Oh, ¿no es lindo?
Y otros van y dicen,
¡Oh! ¡Oh Dios mío! Carlitos, por favor ¡tápate eso! ¡no puedes hacer eso!
Mmm,
¡María! ¡Bájate el vestido!
¿Por qué? ¿A qué le tiene miedo el adulto, si no es a la Vida misma?
Y no hagas de la sexualidad algo especial, sino más bien cultiva en ella el estado santificado de consciencia en el que tú deliberadamente eliges apartarte para permitir que Cristo ame a Cristo. La sexualidad es algo muy bueno si eliges emplear el poder de tu ser para santificarla, para que pueda hacerse santa. Porque lo que es santo da lugar a la plenitud. Lo que está fragmentado por el miedo, la culpa, la necesidad, o la mera lascivia, lo que está fragmentado así... conduce a la fragmentación en la propia consciencia de uno mismo.
Bendice la sexualidad. Permite que sea santificada. Y aparta todas esas encarnaciones que tuviste como monja en conventos, escuchando las falsas ideas de alguien que tenía miedo del cuerpo. Éste es solo un instrumento de comunicación. ¿Qué quieres entonces elegir comunicar a través de tu experiencia de la sexualidad?
Ten paz, querido amigo; y mientras el cuerpo dure mi sugerencia sería: ¡disfrútalo!

Pregunta: Entiendo que la sanación es lo que dice Jeshua en Un curso de milagros, aunque, ¿qué debe suceder para que los síntomas del cuerpo no estén ya en nuestra experiencia?
Respuesta: Querido amigo, la definición fundamental de sanación es tal como he dicho en ese texto que conoces como Un curso de milagros. Al considerar la sanación deberían ser barridas de ti todas esas esperanzas profundamente albergadas, esas oraciones, esas creencias y esa necesidad de que la sanación sea también algo que manifieste la perfección de la función corporal, de acuerdo a tus preferencias y deseos sobre el tipo de perfección que la función corporal debería manifestar.
¿Qué es entonces necesario para eliminar los síntomas? El milagro. Pero el milagro no es algo que esté bajo tu control. Escucha bien el mensaje de ésta primera sesión, pues en ella os he indicado ya, y lo he hecho deliberadamente, la respuesta a ésta cuestión; en ella la encontraréis. Pues tened por seguro, queridos amigos, que cuando en la mente surge la esperanza o el deseo de que un síntoma físico desaparezca del cuerpo, entonces, en ello, estáis observando una vieja creencia: Está surgiendo en vosotros la representación de algún aspecto de la antigua creencia en que el cuerpo es lo que vosotros sois. Y también estáis viendo surgir por tanto la creencia de que un malestar de cualquier tipo podría limitar vuestra capacidad de extender Amor, de comunicaros con toda la Creación y de estar en paz.
Podéis estar seguros de que cuando mis muchos amigos me vieron con una corona de espinas sobre la cabeza, pensaron,
Oh, pobre, Unigénito Amado, desde la creencia en que la espiritualidad necesariamente conlleva que se pueda vencer todo aquello que la mente haya juzgado como mal-estar.

A lo que trato de llegar con vosotros es a escarbar tan profundamente en las profundidades de vuestra psique como para poder sacar a la superficie la antigua creencia de que la verdadera espiritualidad se reconoce por la ausencia de todo malestar... la creencia de que, si estuvierais verdaderamente en plenitud, nunca surgiría nada así en el cuerpo. Además, os digo esto: ¿Qué sucede si en realidad cualquier instante en vuestra experiencia os hubiera sido literalmente traído hasta vosotros por el Padre, que es el único que conoce el plan perfecto para la sanación de vuestra mente?
Recuerda: No es posible trascender lo que no haya sido plenamente amado. Por lo tanto, enfocad vuestra atención en profundizar el amor del Yo, al explorar la experiencia de todo aquello que haya sido convocado en vuestra consciencia, ya sea en la forma de un malestar o en cualquier otra forma. Aprended a contemplarlo con la perfecta inocencia con la que contemplaríais cualquier otra cosa. Y mirad a través de ello para comprobar que a vosotros no os impide en ningún sentido ser la presencia ilimitada del Amor. No es una debilidad. Y no es algo que tenga que ser comparado con lo que os puede parecer que es “un cuerpo sano”. Pues los ojos del cuerpo no muestran lo que se encuentra en el alma del otro.
Querido amigo, hay una parte en ti que lleva un antiguo lamento. Permite que sea liberado, y la sanación llegará.

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