jueves, 6 de mayo de 2021

Lección 5 del libro "La Vía del Corazón", Jeshua Ben Joseph (La Vía de la Maestría I)

Lección 5

Ahora, comenzamos.

Queridos amigos, saludos para vosotros. Venimos aquí en esta hora a continuar este camino que fabrica la estructura, la carretera, por así decirlo, mediante la cual podéis aprender a marchar por La vía del corazón y a dominarla.

Una vía, una manera, un método, en la vida, significa haber elegido, de entre todas las posibilidades, aquella que permanecerá siendo la que os habéis comprometido a seguir, el camino al cual dedicáis toda vuestra atención aplicándoos en la voluntad de seguirlo. Y de la misma manera que cuando hacéis un viaje por vuestra Tierra, al comprometeros a hacer el viaje os servís de experiencias que no podrían llegar a vosotros de ninguna otra manera.

Cuando vais a la universidad para estudiar una carrera o un grado, y aunque comencéis con una cierta idea de lo que puede contener o brindaros esa experiencia, ¿no es cierto que las relaciones que se dan por el camino, o el conocimiento que se revela ante vosotros, e incluso el resultado tras obtener el grado, siempre parece ser diferente y mucho más rico que lo que podríais haber imaginado cuando comenzasteis vuestro viaje?

Por tanto, entiende bien que La vía del corazón requiere estar dispuesto al compromiso. Y el compromiso no es más que una decisión deliberada de que algo va a ser de un cierto modo. Y, así como ocurre con todos los aspectos de la experiencia que has conocido desde siempre, cuando todo vuestro ser se ve involucrado en la voluntad de tomar una decisión, no hay literalmente nada que pueda evitar que logréis vuestra meta. Tened por seguro entonces que siempre que creáis que no habéis tenido éxito o que no habéis llevado a buen término alguna decisión alimentada por el deseo, se debió simplemente a que no estabais plenamente comprometidos –lo cual significa que decidisteis cambiar de opinión. Y, al cambiar de opinión, literalmente cambiáis lo que experimentáis en el mundo, en el sistema solar en el cual vuestro yo da vueltas.

Entonces, La vía del corazón requiere ciertamente de la decisión de un compromiso. Y tened por seguro, os digo, que cuando os comprometáis plenamente a descubrir La vía del corazón, descubriréis una manera de estar en el mundo que no es de él. Descubriréis una manera de caminar por la vida en la cual experimentáis ser elevados por algo que parece estar siempre más allá de vosotros, aunque esté dentro, como el centro y la esencia de vuestro mismo ser. Vuestro camino no será comprensible para el mundo. Vuestro camino no será comprensible ni para vosotros. Estaréis viviendo desde el misterio –desplazándoos de misterio en misterio–, elevados y transportados por algo que os da satisfacción y realización en lo más profundo de vuestra alma, mucho más allá que cualquier cosa que ahora podáis imaginar.

¿Así es que merece entonces la pena comprometerse con La vía del corazón? ¡Sí! La vía del corazón culmina con el reconocimiento de que no vives la Vida en absoluto, sino, más bien, que la Vida está viviéndote. Una de las características es el desarrollo del testigo –una cualidad de consciencia, una manera de ser, en la cual pareces ser testigo de cada cosa que surge y que fluye a través de ti y alrededor de ti, desde un lugar de calma absoluta.

La calma no significa falta de actividad. Significa no apegarse a la actividad –ya sea el surgir y la remisión de un cáncer en el cuerpo, o el surgir y la desaparición de relaciones, o el surgimiento y la desaparición del sistema solar. Descubrirás que hay un lugar dentro de ti desde donde puedes observar todas las cosas con una ecuanimidad perfecta, con perfecta aceptación y perfecto Amor. 

Pues al dominar La vía del corazón descubrirás que nada es inaceptable para ti. Y solo lo aceptado puede ser trascendido. Descubrirás una manera de ser en la que ya nada puede obligarte a nada –ni siquiera el deseo de conocer a Dios te obligará a nada nunca más, pues la necesidad de ello ha sido satisfecha.

Entonces, surge una manera de estar en el mundo que ciertamente no es de él, pues no sentirás inquietud, y ninguna necesidad de dirigir tu viaje. No surgirán preguntas. Estarás en paz. Y en esa paz, el Aliento de Dios se moverá a través de ti. Y te convertirás en algo que es como el viento, no sabiendo de dónde vienes o adónde estás yendo, pero habitando en perfecta confianza y descanso. Y el mundo puede que no te reconozca, pero tu Padre te reconocerá –y tú conocerás a tu Dios.

Con La vía del corazón, la percepción más primordial y fundamental que parece avivar la consciencia humana ordinaria ha sido finalmente trascendida. La percepción de un creador y ejecutor que está separado ha sido disuelta, y una vez más entenderás la intensidad y la profundidad de los simples términos de esta afirmación,

Por mí mismo, no hago nada; mas, a través de mí, el Padre hace todas las cosas.

Descansar en esa percepción significa que has llegado a constatar que el yo, el ser que tú eres, es meramente un canal a través del cual el Misterio se vive a Sí Mismo, a través del cual mana el Amor. Constatarás que no hay nada que pueda ser ganado o perdido en este mundo. Sabrás lo que significa reconocer que literalmente no tienes que ir a ningún sitio, y que no tienes que conseguir nada. Te harás espacioso y vacío.

Y no obstante, paradójicamente, mientras el cuerpo dure, te parecerás a cualquier otra persona. Te levantarás por la mañana y cepillarás tus dientes. Cuando el cuerpo tenga hambre, lo alimentarás. Te reirás con tus amigos. Bostezarás cuando el cuerpo esté algo cansado. Y, no obstante, en todo eso, habrá una cualidad de discernimiento –llamada el testigo– que simplemente está observándolo todo, esperando a ser movido por el viento del Espíritu. Y, aunque otros puedan no verlo, virtualmente todo lo que pronuncies transmitirá la vibración de la Verdad.

No sabes cómo trabajará el Espíritu a través de ti, ni te importará. Porque, como ves, cuando no hay hacedor, creador o director, ya no te importará. Eso es lo que significa vivir como el viento, porque el viento no se preocupa por dónde está o por el lugar hacia donde va. Es movido por alguna fuente misteriosa que no puede ser localizada en absoluto. Y no obstante sopla, y según sopla, se experimentan sus efectos.

Imagina entonces una vida en la que todo lo que haces no es para ti mismo. Imagina una manera de vivir en la que lo que tú haces no es para nadie más. Imagina una manera de vivir en la que la creatividad, viviente, fluye desde una Fuente tan profunda dentro de ti y alrededor de ti que no hay lenguaje ni dogma que pueda contenerla –una Fuerza y una Fuente que sabe cómo expresarse a Sí Misma a través de ti de tal modo que está constante y solamente sirviendo a la Reconciliación, al despertar de toda la Creación a la Verdad de la presencia de Dios.

La vía del corazón, entonces, ciertamente se despliega, por así decirlo, a lo largo de un cierto camino. Y en esta hora, abordaremos las etapas de este camino en un sentido general. Y hablaremos de las características más importantes a ser cultivadas a lo largo del camino.

Primero, el deseo lo es todo, y sin él ninguna cosa puede surgir. Por tanto lo que tú deseas es ciertamente de la mayor importancia. Desea, pues, una perfecta unión con Dios. Desea, pues, ser Cristo Encarnado. Desea ser entonces todo aquello para lo que tu Creador te ha creado, incluso si no tienes ni idea de lo que ello podría ser. Pues cuando albergas deseo dentro de tu ser, y cuando atraviesas el proceso de ser capaz de dominar la energía del deseo (y, de nuevo, dominio no significa control)… cuando hayas dominado la energía del deseo anclándola siempre en el deseo de ser tal y como has sido creado para ser, entonces, ciertamente, toda tu vida y todos los deseos subsiguientes o subsidiarios llegarán a servir a ese gran deseo.

Cuando alcances ese estado de ser, nada te resultará imposible. ¿Y por qué? Porque no eres tú quien lo hace. Eres meramente una parte del hilo en un tapiz cósmico que está siendo tejido por el Creador de todo en la Creación, y solamente Él sabe cómo tejer el tapiz de una nueva era, de un nuevo paradigma, de una sanación de este plano y de la humanidad. Y así, la primera etapa es, ciertamente, la del deseo. Y solo sintiendo deseo, y no suprimiéndolo, puedes verdaderamente comenzar a moverte hacia el estado de maestría en el cual la energía del deseo sirva ya siempre a la Voluntad Superior, que es la Voluntad de Dios para ti. Y, tal y como te hemos dicho antes, cuando tu voluntad esté alineada con la de Dios, descubrirás que la Voluntad de Dios para ti es que seas genuinamente feliz, de la cabeza a los pies –satisfecho, realizado, en paz, con poder, capaz, responsable.

El deseo, en el tiempo, se cultiva mediante la intención. Pues como ves, has usado el tiempo para enseñarte a ti mismo cómo distraerte con todos los pensamientos y percepciones que conforman esta sopa cósmica que llamas tu mundo. Y todo lo que has conocido es la frustración de tener un deseo, y, entonces, tan pronto como sales por la puerta, un amigo te detiene y te dice, Vamos a la playa.

Y al final nunca podías ir a clase, aunque lo que deseabas era obtener el grado. Has cultivado el arte de ser seducido por la distracción. Por tanto, es necesario utilizar el tiempo para cultivar la intención, pues sin ella el deseo no puede convertirse en la lente cristalina, en el haz de láser, con el que puedas atravesar toda la porquería de este mundo de tal manera que a través de ti pueda fluir una nueva creación.

La intención no es lo mismo que albergar un compromiso voluntarioso y fuertemente egoico de hacer que algo suceda. Porque La vía del corazón reconoce que no has sabido cómo lograr la realización que buscas en el nivel del alma, por la simple razón de que si lo supieras, ya la habrías logrado. En La vía del corazón la intención no significa matarte a trabajar y nunca tener un “no” por respuesta. Más bien significa que cultivas, en tus procesos de pensamiento, el arte de recordar para qué estás realmente aquí. Si estás aquí es para recordar que eres el pensamiento de Amor en la forma. Estás aquí para recordar que tú eres Uno con Dios. Estás aquí para recordar que eso que he llamado Abba, el Padre, aunque tenga muchos nombres, es la fuente de tu única realidad. Y que tú estarás viviendo en la realidad solo en el grado en que Aquel esté viviendo a través de ti.

Por tanto, la intención, en La vía del corazón, significa utilizar el tiempo de cada día para enfocar tu atención en el deseo de ser Cristo Encarnado. La intención es esa energía, o ese uso de la mente, que crea (mediante una práctica consistente) el canal, por así decirlo, a través del cual el deseo comienza a descender y reeducar al cuerpo emocional, e incluso a la estructura celular del cuerpo físico, y a todas las vías secundarias de pensamiento que tienen lugar en el intelecto –de manera tal que todo lo involucrado en tu ser resulta integrado, y trabaje conjuntamente enfocándose en la realización de ese único gran deseo, el de aceptar tu función en este mundo. Y tu función es la de sanar tu sensación de estar separado de Dios.

¿Cómo aplicar entonces la intención? Cada día, pues, y al igual que has usado el tiempo para enseñarte cómo ser fácilmente distraído, solo necesitas plantearte una cuestión, diariamente, ¿Qué es lo que deseo más?

¿Qué estoy haciendo en este planeta? ¿En qué estoy comprometido? Estas últimas son solo otras maneras de plantear la cuestión fundamental. Y a medida que te mantienes practicando, la respuesta se hará más y más clara. Porque, como ves, la pregunta es lo que predispone, estimula, da nacimiento, a la respuesta. Pues el Universo está siempre respondiendo a tus preguntas. Y, cuando preguntas de forma poco clara, obtienes respuestas poco claras.

Por tanto, hazte cristalinamente claro en tu intención y recuérdatela diariamente.

Mi intención es usar el tiempo constructivamente para reaprender lo que significa habitar en el Reino del Cielo y cumplir con mi función. Y mi función es la sanación. Y la sanación requiere la presencia de Cristo, porque solo Cristo puede expresar el Amor que da vida a la sanación.

El deseo y la intención –y en el campo temporal estas etapas se despliegan a medida que se madura en La vía del corazón–, el deseo y la intención, son críticos.

La tercera etapa del proceso por el cual la mente es plenamente corregida y regresa al hogar, es la del permiso. Pues el mundo egoico no te enseña a permitir, sino a esforzarte. Tú debes ser el creador y el ejecutor. Tú debes encontrar la manera de manipular o controlar tu entorno para que se ajuste a la imagen que albergas en tu mente. Y todo eso es adecuado y bueno, y hay muchos seres que aprenden ciertas lecciones valiosas siguiendo el camino de ciertos profesores que os enseñarán que podéis crear lo que sea que queráis. Y eso parece ser una gran cosa hasta que te das cuenta de que ya es lo que has estado haciendo todo el tiempo. Estás siempre creando exactamente lo que tú dispones que sea –y no es ni una gran cosa ni un secreto.

Pero habrá quienes te enseñen que, Bien, simplemente dirígete a tu mente, pregúntate qué es lo que quieres, y cuando veas la imagen de ese Mercedes, entonces simplemente realiza todos estos pequeños trucos mágicos y verás cómo muy pronto acabarás con un Mercedes.

El problema con eso, aunque puede ser una etapa útil, es que el intelecto, la parte mundana de tu mente, solo puede desear lo que ha sido programado para desear.

La parte mundana de tu mente dice, Bien, tengo que transportar mi cuerpo por este plano. Los automóviles lo hacen. El mundo me dice que un Mercedes es una gran manera de hacerlo, y por tanto crearé el deseo de querer uno.

Y cuando manifiestas el Mercedes, te engañas a ti mismo al pensar que has hecho un gran progreso cuando de hecho todo lo que has hecho es lo que siempre has hecho. Has elegido cómo será tu experiencia y la has manifestado. No hay nada nuevo en ello, aunque, al hacerlo, puedes comenzar a recobrar la confianza en tu capacidad de manifestar.

Pero en La vía del corazón se trata de algo más. El permiso, en este camino, significa que comienzas a ver tu vida de forma diferente. No se trata del esfuerzo en conseguir salir de la escuela superior para crear una carrera con la cual puedas crear monedas doradas, con las que puedas crear la casa apropiada en el ambiente apropiado, de tal modo que tu ego se sienta “exitoso” y, por tanto, “merecedor” de Amor. Sé honesto contigo mismo, ¿no está tu mundo construido sobre estas premisas?

Si tan solo pudiera conseguir que mi vida pareciera exitosa en mi entorno, entonces, sería aceptado, y entonces podría amarme a mí mismo, al menos un poquito. E incluso podría hacer que otros me amaran.

No es así en absoluto. La vía del corazón comienza con el reconocimiento de que ya eres amado por la única Fuente que importa, de que has venido con un propósito muy elevado que puede hacerse manifiesto a la manera del mundo, pero que no es del mundo.

El permiso, entonces, es el cultivo de una manera de contemplar los eventos de tu vida no como obstáculos interpuestos entre tú y lo que tú quieres, sino como peldaños que te presentan la bendición de las lecciones requeridas para sanar los obstáculos –no hacia el éxito, sino hacia la presencia del Amor en tanto que la fuente y la base de tu ser. En la etapa del permiso, entonces, comenzamos a cultivar la aceptación de todo lo que hay en nuestra experiencia. Comenzamos a ver que, como hemos asumido el compromiso de despertar y de encarnar solo a Cristo, el Universo ya está conspirando para traernos a nuestras vidas la gente y los eventos, minuto a minuto, que mejor nos puedan dar exactamente aquello que más necesitamos aprender o aquello de lo que más necesitamos tomar consciencia.

Y así, se nos envían mensajeros. Un mensajero puede venir bajo la forma de alguien de quien te enamoras, habiendo algo que aprender de ello. Podría ser que estuvieras bloqueándote el sentimiento de Amor por otra gente, y que ahora, finalmente, llega el estallido que derriba la puerta y ya no puedes sino sentir ese sentimiento. El mensajero podría ser alguien que llega como el grano de arena en la perla que provoca una fricción dentro ti que te saca de tu sueño, y te das cuenta de que has estado operando desde algunos patrones muy disfuncionales, y que has tenido que encontrar un mejor agarre, por así decirlo, para captar la Verdad de quien tú eres. Puede ser que necesites aprender a expresar mejor tus sentimientos. Puede ser que necesites una mayor aceptación de tu propia creatividad. Te llegará algo, a través de tus mensajeros, que hará que finalmente seas responsable y honesto sobre dónde te encuentras.

Por ejemplo, si piensas, Bien, nunca más me enfadaré. Después de todo, soy una persona muy espiritual.

Simplemente me saldré del seminario, pues ya lo sé todo. Así que sí, simplemente viviré en éxtasis divino.

Y comienzan a suceder cosas. Quizás… mmm… –usaremos esto como ejemplo– quizás una pareja gay se vaya a vivir a tu vecindario, y entonces descubres que tienes unas percepciones muy arraigadas que dicen que hay algo equivocado en esa orientación sexual. Son mensajeros, enviados a ti por el Universo, para empujarte a mirar más adentro.

El permiso es entonces el cultivo de una cualidad de discernimiento en la que descansas al reconocer que tu vida ya no es la tuya propia, para poderla dirigir y controlar, sino que más bien se la devuelves a la Fuente de tu propio ser, a esa profundidad de sabiduría en lo más profundo del océano que sabe la mejor manera de brindarte lo que se requiere para sacar la porquería de tu consciencia, y así poder soltarla.

El permiso cultiva la confianza. El permiso es la manera en que la intención y el deseo llegan a trabajar cada vez más plenamente en la tercera dimensión de tu experiencia –el campo temporal. El permiso es una sumisión, pero no es una sumisión ingenua. El permiso cambia tu percepción del mundo que ves a tu alrededor.

Comienzas a darte cuenta de que realmente no vives en un mundo real, en absoluto. Vives en un mundo de vibraciones y energías que opera por la Ley de la Atracción, resonancia. Y comienzas a estar dispuesto a permitir que ciertas cosas salgan de tu vida, incluso familia y amigos, confiando en que, debido a tu deseo e intención, lo que se desvanece en tu vida debe estar bien así, ya que será reemplazado por nuevos patrones vibratorios que llegan en forma de mensajeros –eventos, lugares, personas y cosas– que pueden llevarte por la espiral ascendente del despertar.

El permiso conlleva dar paso a las etapas iniciales del cultivo de la humildad y el reconocimiento de que debes finalmente someterte a algo más allá del intelecto y del control de la parte egoica de la mente –ya que el creador y el ejecutor que ha intentado hacerlo todo es algo finalmente reconocido como inadecuado.

Al madurar esas tres etapas, descansas en la etapa final, la de la rendición. Y esto significa que ya no hay inquietud. La rendición significa que sabes, a través de cada fibra de tu ser, que no hay nadie aquí viviendo una vida, sino que se trata de la Vida fluyendo a través del cuerpo-mente, de la personalidad, en tanto que esta dure. Ahora es donde se ve culminada o completada la transformación mística. Es ahora cuando entiendes el significado de la enseñanza, Vivo, pero no soy yo, sino Cristo quien mora como yo mismo.

La rendición es una etapa cuyo cimiento es la paz perfecta, pero no para la pasividad, no para la inactividad, sino para incluso más actividad.

Te encuentras a ti mismo, mientras estás en el mundo, estando cada vez más ocupado, con más y más cosas que hacer. Te haces incluso más responsable. Y finalmente llegas a ver que, como eres Cristo, eres responsable de toda la Creación. Y no puedes tener un solo pensamiento sin perturbar a la más lejana de las estrellas. Es de esa responsabilidad de la que has dimitido encogiéndote e intentando contenerte a ti mismo en un diminuto pedazo miope de espuma, y todo porque has temido ser responsable por todo.

Pero La vía del corazón corrige tu percepción, en la cual llegas a reconocer que tu mayor alegría, tu mayor realización está en la plena y deliberada aceptación de la responsabilidad por toda la Creación. ¿Por qué? Porque repentinamente constatas que no eres el creador y ejecutor, y que puedes aceptar la responsabilidad por cada cosa y por todo, porque todo el poder del Cielo y de la Tierra está hecho para fluir a través de ti para manifestar el Amor de Dios. Así, dicho brevemente, está en manos de Dios, no en las tuyas. Luego entonces,

No se haga mi voluntad, sino la Tuya.

¿Comienza esto a tener sentido para ti? ¿Ves cómo cambia el modo en que has sido enseñado a interpretar mis enseñanzas?

El deseo, la intención, el permiso, la rendición –pero una rendición hacia una manera de ser que el mundo nunca puede reconocer. Es rendirte a una manera de ser en la que puede que nunca recibas eso que llamas en tu mundo un Óscar por tu actuación. Pero es una manera de ser en la cual tu consciencia se abre totalmente a tu unión con toda la Creación. Y hablarás con una hoja según cae del árbol. Verás el alma del gatito que cuidas. Y hablarás con ángeles y maestros. Te verás involucrado en reuniones en las salas superiores cósmicas de conferencias.

Y sabrás que el cuerpo-mente que una vez pensabas que era tuyo, es poco más que un recurso temporal de enseñanza, una herramienta a ser tomada y utilizada bajo la dirección de Dios, y a ser dejada de lado cuando su utilidad termine. Así es que incluso cuando llegue el tiempo de atravesar esa transición que conoces como muerte, nada perturbará tu paz. Y, cuando el cuerpo muere, eso simplemente significa que tu atención comienza a liberarse por sí misma de él –igual que cuando la mano de un carpintero es liberada de manejar el martillo, y este simplemente se deja sobre la mesa y el carpintero se va a cenar olvidándose de él. Serás capaz de observar incluso el proceso que tu mundo llama muerte con total ecuanimidad y gozo.

Verás a tu espíritu desprendiéndose del cuerpo. Observarás que este se desmorona en lo sin vida, de tal modo que toda tu atención se enfoque en una dimensión completamente nueva, en una dimensión que es tan vasta que serás capaz de mirar hacia el plano de la Tierra de una manera no muy diferente a como podrías mirar una piedrita en la palma de tu mano, y, en un rápido vistazo, verlo todo sobre ella sin que haya nada que se oculte a tu mirada.

Responsabilidad. Soy alguien que ha elegido asumir la responsabilidad por la piedrita llamada Tierra y por toda la vida que mora ahí. Tú también conocerás cómo es esa energía y la realidad de rodear con tus dedos todo el sistema solar y convertirte, digamos, en el Dios o el Salvador de esa dimensión. Y todo comienza al elegir tomar la responsabilidad por tu piedra, tu dominio, tu sistema solar, tu dimensión personal. Y eso, de nuevo, comienza al decir, Yo, y solo yo, soy la fuente de lo que experimento y percibo. No soy una víctima del mundo que veo. Y todo lo que experimento lo he invocado hacia mí, lisa y llanamente –sin excusas, sin “y si…”, sin “peros”. Es de la manera en que es.

Y se irá tu inmadurez, tu resistencia, para entonces simplemente ser responsable de tu experiencia.

La vía del corazón cultiva entonces una madurez del deseo, la intención, el permiso y la rendición. Y no hay ninguna característica de mayor importancia que esa que ya hemos mencionado, la de la humildad. No la humildad fingida que se enseña en ciertas religiones del mundo, sino una genuina. Pues la humildad no significa que, cuando te encuentras ante un grupo de gente aplaudiéndote, vas y dices,

Oh, ¡uf! no tenéis por qué hacer esto, no es para tanto.

De modo que puedas parecerles humilde cuando interiormente estás diciendo, Oh, Dios, ¡se siente tan bien! Aplaudid un poco más alto, un poco más. Pero esto no os lo diré.

¿Reconoces este tipo de humildad? ¿No es este el tipo de humildad que te enseñaron en la escuela?

Mmm. Se te decía que no te golpearas el pecho, diciendo, ¡Sí! ¡Gracias! Sabéis, creo que realmente estoy haciendo bien esto ahora.

Se te enseñó que eso no estaba bien. La humildad genuina fluye del reconocimiento bien asentado de que tú no puedes salvarte a ti

mismo, de que eres creado y no Creador, de que eres efecto y no causa (en un sentido absoluto), de que algo llamado Vida no es tuyo, de que hay algo que está más allá de tu capacidad de controlar y comprender intelectualmente. Y si ese algo decidiera alguna vez dejar de amarte [chasquido de dedos], dejarías de existir, pues sin importar cómo de hondo te encuentres dentro de la profundidad de Dios, y sin importar lo profundos que sean tu discernimiento y tu consciencia de la unión con Dios, lo que Dios es, estará siempre más allá de tu creciente capacidad de entender a Dios. Es como un Océano de Profundidad Infinita. Y cuando te das cuenta de que, esforzándote tanto como podrías hacerlo, tu yo, tu pequeño yo, nunca podría abarcar esa Fuente, descansarás en la humildad, la humildad genuina.

Y esto, ¿por qué importa tanto? Porque, y subraya bien estas palabras, porque según progresas por el camino de La vía del corazón, según disuelves y debilitas los grilletes de tu mente, según se sanan y se resuelven los conflictos interiores, según comienzas a aceptar la abundancia que el Padre te quiere otorgar en todos los niveles de la vida y todos los niveles del sentimiento y de la percepción, según comienzas a degustar la magnificencia y la grandeza que querrían fluir a través de ti, descubrirás que los “enemigos” se hacen más sutiles. Cada niño ve a sus padres, en cierta etapa, como sus enemigos, ¿no es así?

¿Qué quieres decir con que no puedo sacar el automóvil esta noche? ¿Qué significa eso de que tenga que estar en casa a las 10:00 de la noche?

Los padres se convierten en enemigos.

Pero este es un nivel muy inmaduro y elemental. Según avanzas cada vez más hacia la maestría,  serás enormemente tentado a creer que ya está lograda. Te verás enormemente tentado a creer que, Yo ya puedo hacer esto. Las oraciones que solía hacer cuando comenzaba, los ejercicios simples de consciencia que utilizaba cuando comenzaba en mi camino, ya no los necesito.

He dominado eso.

Siempre que escuches una voz en ti mismo diciendo, “conseguido”, debes estar seguro de que no es así, y que estás en peligro de perder lo adquirido.

La humildad es el reconocimiento de que cuanto más te dirijas hacia la maestría, más existirá el deseo de disciplina y vigilancia. La disciplina no significa hacer algo duro que no te gusta hacer. La disciplina es como la habilidad de un artista que la cultiva y la refina simplemente desde el profundo deseo y deleite de crear más bellamente, y eso es todo. Disciplinar un músculo es lo que hace un atleta para que este trabaje incluso más bellamente que el día anterior, y desde el puro deleite de extender una mayor belleza al mundo.

Por tanto, la disciplina que se requiere para la mente es la de reconocer que, mientras el cuerpo dure y de hecho tú permanezcas existiendo, las creaciones de consciencia que son desemejantes al Amor han creado todo un conjunto de patrones vibratorios que simplemente estarán encantados de empujarte hacia abajo. Es el reconocimiento de que puede ser un deleite repetir conscientemente la decisión de enseñar solo Amor, y elegir selectivamente los patrones vibratorios en tu consciencia, siendo admitidos en ella solo los que reflejen la Verdad, la belleza y la valía de quien tú eres.

El juicio no puede reflejar esa Luz. La ira y el odio no pueden hacerlo. El miedo y la paranoia, el miedo al rechazo, el miedo a las opiniones de otros –tales vibraciones nunca pueden reflejar la majestuosidad, la grandeza, la magnificencia de tu Ser. Por tanto, entiende bien que la humildad es algo absolutamente esencial. Pues, paradójicamente, según la grandeza es expresada a través de ti, todavía tendrás la tentación de permitir que las energías egoicas establezcan su hogar en tu mente. Y la voz del ego dirá,

Tío, eres realmente todo un maestro, ¿lo ves? Realmente mereces toda esta adulación. ¿Por qué no te quedas el diez por ciento para ti mismo?

Un maestro acepta el Amor ofrecido, la gratitud ofrecida por aquellos a quienes sus enseñanzas han tocado, y ofrece todo eso a Dios, reconociendo que solas, todas esas cosas, no podrían haber sido hechas. Yo también aprendí a ser tentado. Y cuando aquellos enfermos que llegaban hasta mí encontraban la sanación en mi presencia, era muy tentador decir, Sí, mira lo que he hecho. Realmente me lo he ganado. Estuve cuarenta días y cuarenta noches en el desierto. He ido a la India y al Tibet. He estado en Inglaterra. Estudié con todos los maestros de Egipto. Sí, realmente merezco ser considerado un sanador y un profesor.

Pero aprendí, mediante la humildad, a recordar la simplicidad de que, por mí mismo, no puedo hacer nada. Cultivé en mí mismo el arte de ser siempre un estudiante del Amor, y no el profesor del Amor, que cree que ya lo ha conseguido solamente por tener muchas letras detrás de su nombre. Así que, como ves, a medida que progresas y que permites que fluya más abundancia del Amor de Dios a través de ti, ves que comienzas a levantarte por encima de la multitud, y ves que comienzas a atraer a aquellos que quieren la Luz. Y según sucede esto, debes practicar la disciplina y la vigilancia recordando siempre la humildad, hasta que te encuentres recordándola con cada respiración.

¿Y por qué? Si estás viviendo en este mundo y sientes que nadie te busca, que nadie te toma como autoridad, solo hay una razón. Te has resistido a la Verdad de tu ser, y a través de la negación has  alejado la Luz de Dios debido a tu miedo, debido a tu bien arraigado miedo a parecer diferente del resto de los demás. Y el mundo te querría enseñar a ser un esclavo de modo que encajes en él y no arrugues las plumas de nadie27. Pero a medida que te llenas de poder, la manera en que vas a reconocer que eso es lo que está sucediendo es al ver que cierta gente no te querrá. Les pondrás nerviosos solo por caminar por la misma habitación, porque la oscuridad aborrece la Luz. Es así de simple.

La humildad es absolutamente esencial. A través del portal de la humildad, la Luz del Poder puede ser encendida a través de ti, y cada vez con un mayor voltaje. Y si ese voltaje no parece estar fluyendo a través de tu mente, mira bien para ver si estás recordando la humildad y entregándote a ella. Porque la Luz de Dios solo puede brillar a través de ti en el grado en que estés dispuesto a tomar responsabilidad por ella, lo cual implica entregar los frutos de regreso a su Fuente, y no reclamarlos como los tuyos propios. Y cuando no reclamas nada para ti mismo, todas las cosas pueden fluir a través de ti. Y el Espíritu Santo puede reunir millones de seres en muchos planos para que lleguen hasta ti, porque sabe que no distorsionarás el Amor de Dios usurpando la posición de Dios, poniéndote tú mismo en el trono.

La humildad es una característica principal a cultivar. Por tanto, cuando reces, ciertamente pide grandeza. Permite que el Padre sepa que estás preparado para que encarne la plenitud del Cristo, y simplemente mantente en la promesa de recordar para siempre que tú no eres el creador y el ejecutor. Eres meramente quien ha llegado a reconocer que solo el Amor de Dios puede llenarte a ti como alma. Solo la realización de tu propósito de ser un canal para el Amor puede brindarte el éxito que realmente buscas. Cuando estés plenamente comprometido a eso, antes que a pensar en las opiniones de los demás, entonces, ese Poder puede comenzar a moverse a través de ti.

Cuando estés dispuesto a soltar el mundo, el Cielo vendrá para reemplazarlo. Cuando estés dispuesto a soltar tu necesidad de grandeza egoica, la verdadera grandeza comenzará a derramarse a través de ti. Hay una paradoja en el Espíritu. Aprende a discernirla. Hazte un maestro en ella. Y nunca descuides la necesidad de disciplina, apoyándote en el cimiento de la humildad. Ves, esto es lo que ha provocado que le temas a la energía del deseo, pues en el pasado (y eso puede estar muy lejos), has decidido averiguar cómo sería permitir que todo ese poder fuera reclamado como el tuyo propio –para ser usado al servicio de la voz del ego. Y de eso es de lo que tienes miedo. Pero si cultivas esas etapas y las transitas con humildad, nunca necesitarás temer el mal uso del deseo.

Por tanto, en tus oraciones, recuerda tan a menudo como puedas que lo que tú decretas, es. Así que habla claramente contigo mismo.

Fuente, Creador, Dios, Diosa, Todo Lo Que Es, Abba, estoy preparado para ser lo que Tú me has creado para ser. Elijo recordar que soy efecto y no causa. Que se haga Tu Voluntad, sabiendo que Ella es mi plena felicidad. Revela entonces esa vía a través de la cual puede ser conocida dicha felicidad. Porque mi manera nunca ha funcionado, pero la Tuya siempre lo hace. Entonces recuerda cada día la energía del agradecimiento. Es adecuado y bueno agradecerse y apreciarse, unos a otros. Pero, en la privacidad de tu propia meditación y oración, aprecia y agradece cómo el poder de esa Fuente de Amor que he llamado Abba o Dios, está viviendo y moviéndose y respirando para traerte la gente, los libros, los profesores, las experiencias, que están desplegando suavemente el capullo del ego alrededor de ti, despertándote a la Verdad, y la belleza, y la majestad, y a la magnificencia y la grandeza que la Vida, en Sí Misma, es –y que quiere respirar a través de ti tan mágica y poderosamente como lo hace con una tormenta atronadora, o con una hoja en un árbol, o con el brillo en los ojos de un recién nacido.

Esa Vida es lo que tú eres. Esa Vida es la presencia del Amor de Dios, la Profundidad del Océano brotando en las Olas de la Creación. Permite por tanto que la Vida sola sea tu guía en todas las cosas, y descansa en agradecimiento ante el Misterio Infinito que la Vida es, y di sí a ello. Di sí a la Vida, para que puedas estar dispuesto a permitir que su clara plenitud te traspase y te lleve a una mayor profundidad de entendimiento y comprehensión de todo lo que Dios es. Y, ciertamente, si percibes adecuadamente la humildad, permanecer en la consciencia de la humildad divina es la más dulce de las experiencias que alguna vez puedas tener.

Muchos entonces os acordáis de mí y decís, ¡Oh! Allá donde está Jeshua, allí sí que me gustaría estar. Piensas un pensamiento y ya estás con alguien. Piensas en algo, y ya estás en ese universo. Nunca tienes que parpadear porque no tienes ojos.

Te aseguro que yo habito en una frecuencia vibratoria con muchos, muchos otros seres, cuya consciencia nunca vacila ni un solo instante en estar en un profundo agradecimiento y humildad ante el Misterio de Todo Lo Que Dios Es –el gran deleite de saber que vivimos, pero que no vivimos nosotros, sino nuestro Creador, que vive en tanto que nosotros. La única diferencia entre ser un maestro y ser un estudiante es que el maestro ha dominado el arte de ser siempre un estudiante. Piensa sobre ello.

El deseo, la intención, el permiso, la rendición –¿qué es lo que realmente quieres? ¿Estás dispuesto a sentirlo, y permitir que ese hilo de deseo te lleve a casa? ¿Puedes recordar usar el tiempo constructivamente enfocando tu intención, recordándote para qué estás aquí realmente? No estás aquí para sobrevivir, estás aquí para vivir como la Verdad de quien tú eres.

El permiso: no una aceptación pasiva de las cosas tal y como son, sino un reconocimiento de que algo muy bello está en marcha. Hay una Inteligencia, un Amor que te conoce mejor que tú mismo, y que te está presentando, minuto a minuto, joyas, gemas, lecciones y bendiciones... entretejiendo el tapiz de tu vida, sin que nada suceda por accidente.

La rendición: el cultivo del reconocimiento de que tu felicidad solo puede encontrarse al someter tu voluntad a la de Dios. Porque la tuya ha sido la de estar en conflicto, lucha y limitación. La Voluntad del Padre es que vivas sin conflicto, en paz, con alegría, realización y felicidad –eso que se llama éxtasis.

La humildad: si alguna vez te preguntas cómo anclar tu discernimiento en la humildad, detén lo que estés haciendo y pregúntate esto, ¿Yo me creé a mí mismo? Sabrás muy bien que la respuesta es, No, ni siquiera sé cuándo fui creado. Algo me concibió. ¿Qué es? 

Eso te conducirá muy rápidamente a la humildad. ¿Sabes cómo concebir una estrella? ¡No! ¿Sabes cómo hacer que surja una hoja de un árbol? ¡No! ¿Incluso sabes cómo levantar tu mano de tu regazo? ¡No! ¿Qué es lo que sabes entonces? ¡Nada! Permítete entender que no sabes nada. Y en ese estado de divina ignorancia, descansarás en una humildad que finalmente le permite a tu Creador moverse a través de ti y revelarte todas las cosas.

Así, queridos amigos, La vía del corazón es esa vía que corrige la percepción y te brinda una mentalidad correcta, de tal modo que ya no seas el creador, el ejecutor y el director. Tus opiniones te parecerán algo absolutamente insignificante. Y desde un grandioso vacío descubrirás una paz  perfecta. Y la Vida te llevará sobre Sus alas. Y a través de ti, la Vida expresará, cada vez en una mayor dimensionalidad, el exquisito e infinito Amor, Poder y Creatividad que Dios es, hasta que jures que Dios es todo lo que hay. Y no encontrarás ni rastro de ti mismo en ningún lugar. Si la iluminación es el final de la separación, ¿cómo puede haber un creador y ejecutor? ¿Puede la ola dirigirse a sí misma? El ego es el intento de hacer eso, y siempre fracasa.

La paz sea entonces con vosotros siempre. Permite que la paz inunde tu ser en todo momento. Y reconoce que estás a salvo en el Amor de Dios que surge de esa gran Fuente de misterio, que querría moverse a través de ti con cada respiración que tienes y con cada palabra que dices, hasta que solo escuches ese ímpetu de la guía que mana desde lo más profundo de tu ser como una Suave Voz en la que confías completamente. Y conocerás la libertad que buscas.

Y con esto, nosotros, ciertamente, os dejamos por ahora. Aunque no vamos a ningún lado, ya que vosotros ya estáis donde nosotros estamos. Confía en esto. Reconoce esto. Cuenta con esto. Y explora La vía del corazón. Y con esa exploración, llegarás a conocer la Verdad del Amor. 

Estad por tanto en paz, queridos amigos.

Amén.

jueves, 29 de abril de 2021

Lección 4 del libro "La Vía del Corazón", Jeshua Ben Joseph (La Vía de la Maestría I)

 Lección 4

Ahora, comenzamos

Y una vez más, saludos a vosotros mis queridos y santos amigos. Una vez más llego aquí con un gran gozo para estar con vosotros de esta manera. Vengo con vosotros mis amigos, con una gran alegría, para estar aquí en esta hora. Y camino con vosotros con gran alegría por el camino que habéis elegido. Pues, en Verdad, no hay ningún momento en que yo no esté con vosotros. No hay lugar al que podáis ir donde no podáis descubrir mi presencia.

Solo la realidad puede ser verdadera. Y la realidad es simple: Solo existe la simplicidad del Amor. Y desde ese océano nacen una multitud de formas, de mundos, de creaciones, de entre las cuales sois una. Y como olas que surgen del mar, esas creaciones siguen eternamente enlazadas a su Creador.

Sois una ola surgiendo del Océano Infinito del Amor, que es la presencia de Dios. Yo soy una ola que ha surgido del océano de la Santa Mente de mi Padre. Y aunque dos olas parezcan separadas por eso que es llamado “tiempo” –incluso por dos mil de vuestros años–, sin embargo, en Verdad, cuando son vistas desde una perspectiva mucho más amplia, esas olas han surgido simultáneamente de la superficie del Océano. Surgen exactamente con el mismo propósito: Expresar la simplicidad, y la inocencia, y la belleza, la creatividad, la verdad y la realidad del Océano Mismo.

Y las olas se deleitan al expresar lo que parece ser una individualidad única. Y, no obstante, portan el carácter común de estar hechas de la misma sustancia y de estar en realidad gobernadas por las mismas Leyes de la Creación. Pues ellas no conocen el momento de su surgimiento, ya que solo la ignota Profundidad del Océano puede saber el momento en el que elige hacer brotar y crear la expresión de la ola. El poder no visto, sino oculto en la Profundidad del Océano, se levanta para conformar esa ola, y la mantiene a través de la duración de su expresión. Y desde la Profundidad de ese Océano es desde donde se decide cuándo esa ola retornará al mar. ¿Significará esto que desaparece? Solo desde cierta perspectiva. Mas, en realidad, la propia sustancia que se hizo manifiesta no ha conocido realmente ni el nacimiento ni la muerte, sino solo la expresión.

¿Qué sucede entonces si fueras a considerarte a ti mismo como una ola que surge de la Santa Mente de Dios, nacida del infinito deseo de Dios de expandirse a Sí Mismo, para expresar la infinita naturaleza del Amor y la creatividad? ¿Qué ocurre si comienzas a constatar que todo lo que has llamado “tú mismo” es el efecto del Amor, y que tú no eres quien se provoca a sí mismo su surgimiento? Y, no obstante, en tanto que has surgido de ese Océano de Amor, ¿no estará la ola hecha de la misma sustancia que el mismo mar? ¿No te ha sido dada una libertad infinita y perfecta?

Pues de la misma manera en la que tu Padre te percibe, te ha sido dada la libertad de percibirte a ti mismo y a todas las demás olas que pudieras sentir, e incluso al Mismo Océano… de la manera en que elijas percibirlos.

La meta de una espiritualidad genuina es entonces la de realinear la cualidad de vuestra percepción, de reflejar, de resonar con, de estar en perfecto alineamiento con la percepción de vuestro Creador; de ver con los ojos de Dios. Queridos amigos, en Verdad, en vuestro ser, seguís siendo tal y como fuisteis creados. Y en todos y cada uno de los momentos estáis empleando literalmente ese poder que se encuentra en el calmado fondo del Océano del Amor de Dios, que dio surgimiento a vuestra creación y existencia mismas, para percibir tal y como lo deseéis hacer.

Por tanto, en esta hora nos referiremos a la naturaleza misma del deseo: A lo que significa, a lo que supone, a cómo crea sus efectos, a su poder y a su valor, al propósito y al sentido del deseo, y a cómo comenzar a tratar con esa energía (que a veces, como ya sabéis, se siente como toda una manada de miles de caballos salvajes, cada uno queriendo ir en su propia dirección) para hacer que el mismísimo Poder del Deseo se ponga bajo tu dirección consciente y deliberada… para que realmente puedas crear como el Padre te creó –con un perfecto, deliberado e infinito Amor; con perfecta e infinita y deliberada libertad; con perfecta, infinita y deliberada alegría… con perfecta, perfecta, libertad–.

¡Deseo! Cuando caminaba por vuestro planeta como un hombre me enfrenté a muchas opiniones diferentes sobre la naturaleza de la creación, de la humanidad, de la consciencia… aunque esta última palabra aún no estaba en ese momento –eso que llamáis consciencia o autoidentidad–. Al igual que ahora vosotros os encontráis con muchas escuelas de pensamiento, yo también. Y, al mismo tiempo que esto puede parecer que conduce a una gran confusión, como si uno debiera elegir en un abigarrado bufé, realmente sirve de una manera no muy diferente a como sirve la arena que está dentro de una ostra de la cual se extraerá una perla. Hace que rasques dentro. Debes encontrar tu propio camino hacia tu propia verdad. Porque ante todos y cada uno de vosotros yace vuestro propio camino, y un portal, un ojo de aguja... a través del cual solo vosotros podéis entrar.

Por tanto, en cierto sentido, estás aparentemente solo. Debes tomar la decisión de desear, por encima de todo, despertar al perfecto recuerdo de tu unión con Dios –igual que una ola puede finalmente decidir que no ha sido concebida para tenerle miedo a ser una ola, sino para reclamar verdaderamente su individuación, para reclamar su ser único, y para vivir eso plenamente–. Y para, en esa plenitud, decidir descubrir una manera de discernir su unión infinita con el mismo océano, para así, de cierta manera, romper con esa autoidentificación miope que hace que ella se vea a sí misma como un pequeño pedazo de ola que, surgida en un lugar o un tiempo determinados, solo dura un segundo y desaparece; y para encontrar entonces una manera de trascender esa limitación y ser reidentificada con la consciencia de que tú eres Uno con la Profundidad del Mar –con el vivo discernimiento de esa Unidad–. Y todo ello para que podáis operar no ya desde el nivel superficial de discernimiento, que podría ser considerado como la espuma en la punta de la ola (lo que llamáis mente consciente o egoica), sino para que seáis informados en todo lo que habláis, hacéis, en todo lo que creáis y en todo lo que percibís… por aquello que yace en la mismísima Infinita Profundidad del Propio Océano.

Imagínate entonces extrayendo de un manantial, dentro de ti, que no parece tener fondo ni bordes, y a través del cual algo brota desde lugares ignotos, y en los que tu atención literal consciente, tu discernimiento consciente, parece estar coloreado con una Radiante Luz que te deja literalmente con el sentimiento de que no eres el cuerpo-mente ni la historia personal con la cual te has identificado hasta ahora, sino que todas esas cosas son solo temporales, o son solo efectos transitorios y muy impersonales de un cierto nivel de deseo, en tu alma, que es una y la misma cosa que el Amor de Dios expresándose a Sí Mismo, y sin otro motivo que el hecho de que el Amor no puede hacer otra cosa que extenderse.

Imagínate trascendiendo tu miedo a tu propia supervivencia porque, a medida que consideras tu cuerpo-mente, ahora ves que ya no estás identificado como tal cuerpo-mente; pues esas cosas en realidad ahora se han convertido en instrumentos para ser utilizados por el Amor que yace en la Mente de Dios; y, entonces, tú vives, aunque no ya como tú mismo, sino como el Cristo que mora en tanto que tú. Esta es una experiencia muy real, que se puede vivir. Es decir, no es solo filosofía, no es solo un concepto y nunca puede ser un dogma. Se da pues una especie de traducción mística en la profundidad del alma, una traducción que es, en Verdad, meramente un desplazamiento del lugar donde percibes que está el sentido y la fuente para tu identidad. Y esa energía, la energía que se requiere para trasladarte desde la miope autocontracción en la que te has identificado con las  pequeñas gotas de espuma que salen de la punta de la ola, vapuleado por un poder que parece estar fuera de ti, hacia una sensación de identificación con la Silenciosa Profundidad del Océano que está presente por todas partes y que parece no conocer comienzo ni fin… la mismísima energía que te llevará desde la punta de la ola a la Profundidad del Océano… que es la energía del deseo.

Porque te digo con claridad que si el Padre no hubiera deseado extender Amor, tú nunca hubieras podido surgir a la existencia. Tu propio sentido de discernimiento del yo es el resultado, es el efecto, del Amor... un amor que es el mismísimo Amor que ha concebido el sol y la luna, y todas las estrellas y cada dimensión de la Creación. Ese mismo Amor, que deseó la extensión para ese Amor, es la propia Fuente de la cual tú has nacido. El modo en que ahora te reconoces a ti mismo, ese ser, es el efecto del deseo de Dios de extender Amor.

Por lo tanto, cuando algún día de estos alguien te pregunte “oh, ¿quién eres?”, por favor, no les digas un nombre. No digas, Bien, sí, nací en una cierta localidad de cierta parte del planeta.

No les digas que eres un Demócrata o un Republicano, o comunista, ateo o católico. Diles la Verdad,

¿Quién soy? Soy la extensión del Amor en la forma. Nunca he nacido y nunca probaré la muerte. Soy infinito y eterno. Resplandezco como lo hace un haz de luz solar. Soy el efecto del Amor de Dios. Y estoy ante ti para amarte.

Ahora bien, ¡esto hará que se levanten algunas cejas! Y también transformará tu mundo. Porque es el momento de dejar de buscar a Cristo fuera y comenzar a decidirse a asumir la responsabilidad de ser Cristo encarnado. ¡El deseo lo es todo!

Date un momento justo ahora. Permite que el cuerpo se relaje e imagina que pudieras pasar de ser el actor en la obra de tu vida a ser el director y el productor. Y te sientas en tu laboratorio, tu estudio, y te ves editando la historia de tu vida. Estás mirando todos tus pequeños clips de película. Ves el momento en que naciste, luego el tiempo en que ibas a tu escuela infantil, luego el día en el que te enamoraste o en el que decidiste ir al cine por primera vez, o cuando ibas a la escuela superior, o cuando trabajabas, o cuando tuviste un trabajo y otro y otro más, o el momento en que cambiaste de localidad física. Y mira bien a ver si no es verdad que en cada acción que hayas realizado alguna vez, en cada decisión que hayas tomado alguna vez, y tras intentar analizarlas todas por igual, ¿no subyace siempre la energía del deseo?

Pues en Verdad ni siquiera te levantas del sillón para ir a la despensa si no tienes el deseo de comer. Hay algo que te llama hacia un campo de acción, a una expresión de acción. Eso es el deseo. Nadie entra en una relación íntima sin la energía del deseo. Pues… acaso dos personas se han mirado alguna vez y se han dicho, No siento ningún deseo en absoluto, pero vamos a casarnos, tener hijos y fundar una familia.

¡Deseo! El deseo es esa energía que hace que todas las olas de creación nazcan de la profundidad del océano mismo. Y no obstante, ¿quién de entre vosotros no se ha sentido en conflicto con el deseo? ¿A quién no se le ha enseñado que el deseo es el mal? ¿A quién no se le ha dicho que, si quiere ser alguien grande, no desee? ¿A quién no se le ha enseñado que el deseo de cierto confort material es, de cierta forma, un obstáculo en el camino espiritual? Mira bien en tu alma a ver si esto no es cierto. ¿Acaso no le has temido a veces al brote del deseo en ti? Pues bien, al mirar hacia vuestro plano veo que hay muchos que se han visto paralizados de miedo por tan solo desear tomarse un tarro de helado. Tanto miedo tenían que, si cedían ante ese deseo, entonces algo en el helado les provocaba una hinchazón en el cuerpo y una parada cerebral; ¡mmm! ¡mmm!

Y, para quienes de entre vosotros se encuentren en una relación íntima –lo que llamáis matrimonio, o un compromiso de algún tipo (parece haber muchos niveles de compromiso en vuestro mundo, cada cual con su propia definición)–: ¿cuántos no habéis tenido la creencia, enseñada por el mundo, de que si sentís una cierta energía de deseo brotando desde vuestro interior al mirar a alguien que no sea vuestro compañero, entonces habéis pecado de cierta manera contra Dios? Entonces, ¿cuántos de entre vosotros no conocéis la experiencia de intentar gobernar diez mil caballos, estando completamente seguros de que, si cedíais en sentir deseo, entonces todos se desbocarían… y que así fracasaría el intento de mantener la vida estructurada, rígida y predecible –lo que expresas diciendo que “todo se fue al carajo”–? ¡Mmm!

Y no obstante, ¿existirías si Dios hubiera temido el deseo de crear y de extender amor para formarte, dándote al mismo tiempo una infinita libertad de elección? Sin deseo, mira a tu alrededor… no solo no verías nada, sino que no habría nada con lo que poder ver. Todo es efecto del deseo.

Entonces comienza a entender que el deseo no es malo. No es algo a ser temido, sino a ser dominado. El dominio, la maestría, no es control. Porque el control, la necesidad de control, es un efecto de la energía del miedo, y no del Amor. La maestría del deseo llega cuando reconoces que estás a salvo al sentir cualquier tipo de onda de deseo que pueda atravesar tu consciencia, porque tú decides si actuarás a partir de ella o no –decides si la llevarás al campo de la manifestación–. El poder de elección es lo único que nunca te puede ser quitado. Ya lo has dominado perfectamente, porque nada de lo que hayas experimentado alguna vez ha llegado hasta ti sin tu decisión de permitir que entre en el campo de la manifestación.

Comienza entonces a sentir que el deseo es algo que brota de esa profundidad más allá de ti mismo, y que puede ser contemplado con perfecta inocencia y con el asombro de un niño; y que ese mismo acto de cambiar de actitud, de permitir y darle la bienvenida al deseo, no es algo que te vaya a desviar del camino del despertar, sino que de hecho te llevará de forma vertical, por así decirlo, hacia el Corazón de Dios.

Pues si alguna vez vas a crear tal y como Dios crea, necesitarás sanar tus percepciones conflictivas sobre el deseo. Necesitarás trascender esa energía de miedo.

Hay muchos que me invocan y rezan. No hay ni un solo momento, en vuestro marco temporal, en el que no haya muchas personas, en vuestro plano, en algún lado del planeta, que me estén rezando y que quieran llenar sus corazones de Cristo. Y, no obstante, al mismo tiempo están muertos de miedo ante una energía que necesita moverse, porque han sido enseñados a temer, a suprimir, el deseo.

El deseo es como el Líquido de la Vida que se mueve a través del tallo de la rosa y que permite que los pétalos resplandezcan con un glorioso color. Y cuando bloqueas el flujo del deseo los pétalos no pueden ser nutridos. Y la muerte comienza a darse –muerte del corazón, del alma… en la cualidad de lo sin vida–.

Si caminaras por una de las calles de vuestras ciudades mirando realmente a los ojos de cada persona que te encontraras (y todo el mundo que escucha estas palabras ha tenido esta experiencia), ¿no reconocerías que la muerte parece haber anidado ya en las mentes de muchos que viven muerte de los sueños, de la esperanza, muerte de la valía, del espíritu de juego, del verdadero poder… muerte de la unión con su Fuente y Creador–?

La sanación requiere estar dispuesto a sentir deseo, a verlo como bueno, a verlo como santo. ¿Significará esto que si sientes un deseo, ya nunca va a verse desfigurado por los patrones egoicos de tu mente? Desde luego que no. Siempre existe la posibilidad de que el deseo sea desfigurado para satisfacer las necesidades de la mente egoica en ti. Pero ten por seguro que, si lo hace, entonces, ¿quién lo hizo? ¡Tú! Siempre, en tu interior, ya reconoces que el deseo es bueno, pero lo suprimes. Siempre, cuando el deseo surge, esas veces en que has permitido que se desfigure y que sirva a las metas del ego, ten por seguro que sabías perfectamente bien lo que estabas haciendo, y que eras tú el que tomaba las decisiones.

Has aprendido, por tanto, a temerle al deseo, pues este miedo es el efecto de temerte a ti mismo. Y esto es lo que te paraliza. Esto es lo que corta el flujo creativo. Esto es lo que conduce a todo eso que tu mundo reconoce como una multitud de malestares psicológicos –una indisposición a confiar en el propio yo, una indisposición a amarse a sí mismo, la creencia de que el deseo que corre por tu ser es algo malo y oscuro–. Si pudieras arrojar todo deseo fuera de tu ser, entonces, podrías mantenerte con el control y le gustarías a todo el mundo, ya que te habrías adaptado a la pequeñez y a la inferioridad que tan adoradas son en la consciencia humana.

Escucha bien, ahora, el siguiente axioma que nos gustaría darte, La única relación que tiene algún valor en realidad es tu relación con Dios, tu Fuente creativa, la profundidad del océano.

Y rápidamente la mente dirá, ¿Y qué pasa con mi compañero, con mis padres, con mis hijos, con el presidente de los Estados Unidos, con el jefe de la oficina de correos?

¡Mmm! Como ejemplos se te ocurrirán un millón de relaciones que seguramente tengan una gran importancia. Mas la única que tiene valor es tu relación con Dios. Porque cuando ella está alineada, todas tus creaciones, todas tus elecciones en tus relaciones y tus elecciones sobre cómo vas a ser en ellas... todo eso... fluirá sin esfuerzo desde ese alineamiento. Por tanto, busca primero el Reino, y todas esas cosas te vendrán por añadidura. No intentes crear una rosa empezando por los pétalos, sino que nutre las raíces, y la flor tendrá que florecer.

Para estar en una relación correcta con tu Creador, es absolutamente necesario corregir tu percepción y tu relación con la energía del deseo. Y eso comienza al dejar que se vaya el juicio que has hecho de él, en cualquiera de sus formas. Porque, de nuevo, solo puedes estar en Amor o en miedo. Solo puedes estar en inocencia o en juicio. El amor y la inocencia son del Reino. El miedo y el juicio son de la ilusión.

Aprende entonces, mediante una simple práctica, a interrumpir los patrones que has aprendido de este mundo ilusorio, de tal modo que sueltes tu juicio contra la energía del deseo. Esto será diferente para cada uno de vosotros dependiendo de dónde comience cada cual. Pero para darte un ejercicio muy simple, cuando te levantas por la mañana y has plantado tus pies firmemente sobre el suelo, date un respiro y pregúntate esta cuestión,

¿Qué quiero ahora mismo?

En ese mismo momento la mente dirá, Bien, estoy demasiado ocupado para saber lo que quiero, tengo que ir a trabajar. Tengo que servir a alguien más. Estoy aquí para satisfacer al mundo. No tengo tiempo para preguntarme lo que quiero.

Recuerda que lo que decretas, es, y todo pensamiento que tengas en la mente se verá reflejado en la naturaleza de tu experiencia.

Así es que date un respiro y pregunta, ¿Qué quiero?

Y entonces simplemente date un minuto para observar lo que sea que aparezca en la mente, o incluso lo que se siente en el cuerpo. ¡Oh! ¡Dios me libre! ¡Quizá quieras tener sexo! ¡Oh!

¡Entonces sabrás ya con toda seguridad que no eres un ser “espiritual”! Puedes querer darte una ducha caliente. Puedes querer un vaso de zumo o de agua. Puedes querer cantar, estirarte o respirar.

Puedes querer girarte y mirar a tu amante o compañero que aún duerme en la cama. O puedes querer levantarte y deslizarte hacia la habitación de los niños para mirar cómo duermen. Puedes querer sentarte y leer el periódico. Pero la cuestión aquí está en darse cuenta de que, al preguntar una cuestión así, hay algo que responderá en ti. Y cuando llegue esa respuesta, date cuenta de que viene con un sentimiento asociado, con una cualidad que hace que tus células canten, aunque solo sea un poquito. Esa es la energía, el elixir de la Vida, llamado deseo.

En este único minuto, no necesitas ponerte a actuar, sino simplemente observa, Ah, ¿qué quiero? Darme una ducha caliente.

El sentimiento del pensamiento, o el pensamiento que emite el sentimiento en el cuerpo, “quiero darme una ducha caliente”, es transportado por el elixir del deseo. Y el deseo viene de una profundidad de tu ser que, de nuevo te digo, descansa justo al lado del Rostro de Dios. ¿Y no sería el caso que, si siguieras ese deseo que brota de tu corazón, sintiéndolo, acogiéndolo, podrías aprender y descubrir qué es lo que el Océano desea expresar a través de la ola que tú eres? Y si juzgas el deseo, ¿no podrías estar cortando así el flujo creativo que la Mente de Dios desea expresar? 

Desde luego que ese es el problema. Has anudado la manguera con un nudo hecho de juicios conflictivos. Y la idea, ahora, es comenzar –de una manera simple– a darte permiso para sentir deseo, a permitirlo incluso en las células de tu cuerpo, a observarlo, notarlo, a reunirse con él.

He aquí algo que es muy común en tu mundo (sé honesto contigo mismo): ¿Cuántas veces has sentido el deseo de ser rico? Se supone que esto no es algo de lo que se hable mucho o que se haga muy público,

Tío, ¡esta mañana me desperté imaginando que tenía tantas monedas de oro que podía comprar todo el planeta! ¡Oh! “El dinero es la raíz de todo mal”. No puedo pensar así.

Bien, mejor me mantendré ocupado e iré a la oficina a trabajar, aunque secretamente pienso en mi interior resentido que en realidad ahí no me pagan todo lo que mi alma se merece. Pero haré como si todo fuera bien. Oh, ¿dinero? No. Estoy muy bien. Realmente tengo lo suficiente, y… no, no, realmente estoy muy bien.

Y entonces, cuando vuelves a casa, conduciendo, y un Mercedes Benz te adelanta rápidamente, no puedes dejar de pensar, Dios, desearía poder tener uno de esos. Oh, ¡Dios! No puedo pensar eso, así que conduciré mi viejo Volkswagen por esta carretera, pues estoy siendo una persona muy buena y muy espiritual.

Sed honestos con vosotros mismos: ¿Cuántas veces habéis sentido brotar de vuestro interior el deseo de ser ricos? ¿Qué hay que os haya provocado tenerle miedo a ese deseo? ¿Qué ha hecho que anudarais la manguera de tal modo que tratarais de bloquearla para que ese deseo no llegara a la manifestación? Quizás, cuando eras un niño, fuiste a una catedral y allí había alguien con un largo vestido, subido a una plataforma. Y allí, como todo parecía ser tan hermoso, él seguramente debía estar hablando con mucha autoridad. Y como esta catedral está repleta de todo un conjunto de pequeñas mentes que viven todas en su propio nivel de miedo, cuando esa voz habló y dijo, “el  dinero es la raíz de todo mal”, pensaste,

Oh, bien, esa es la verdad. Oh, sí. Esa es la verdad. Oh sí, Oh, Dios, mejor temerle al dinero.

¡Mmm!

Os digo, solo tenéis una Autoridad, y nunca está en ninguna oficina o iglesia, organización o individuo. ¡Tu Autoridad es la Voz que habla por Dios y que mora en tu corazón y en tu mente!

Dios no está limitado y no requiere que sus Criaturas lo estén. Porque si quisieras recibir todo lo que Dios te quiere dar, entonces decidirías levantarte y ser la ola más grande que puedas ser. Porque solo haciendo eso honras a tu Creador.

Así es que podrías decir que Dios es como un jardinero sabio que constantemente trata de hacer crecer bellas rosas. Sabe exactamente cuánto abono poner en el suelo. Sabe cómo hacer para que esos nutrientes suban desde el suelo por las raíces hasta el corazón del tallo de la flor, para imprimirle un color radiante de tal modo que todo el mundo que mire se vea tocado por el misterio de la belleza. Y Dios se sorprende,

Bien, es interesante. Esas rosas que he creado parecen tener mente propia. A medida que el elixir que intento darles sube por los tallos, ellas se atan a sí mismas con pequeños nudos, y solo les llega un poco de ese elixir; así que los pétalos nunca florecen plenamente.

¿Has tenido alguna vez la sensación de que estás poniendo más energía en permanecer contraído que en permitir la expansión?

El deseo es creación. Por tanto, lo que deseas es de la mayor importancia. Si quieres tomar ese pequeño ejercicio que te hemos dado y comenzar a ponerlo en práctica, de una manera muy simple, y de una manera calmada, comenzarás a ponerte en contacto de nuevo con la inocencia y la belleza del movimiento del deseo. Puedes deleitarte en él. Cuando tengas un pensamiento sexual, un deseo sexual, ¿por qué no simplemente estar con él? ¿Por qué no notar lo que provoca que suceda en el cuerpo? ¿Cómo cambia tu respiración? ¿Va el corazón más rápido? Sé honesto contigo mismo, ¿no esboza una sonrisa en tu cara? ¿Qué pasa si decides acoger honestamente ese efecto como algo perfectamente inocente y hermoso? ¿Cómo podría cambiar tu día si no reprimieras el discernimiento del deseo sexual? Notarás que no estamos diciendo que debas ir por la calle agarrándote a todo cuerpo que pase cerca de ti. Decimos que te permitas el abrazo viviente de la energía que precisamente esté moviéndose por todo tu ser.

¿Por qué es importante esto? Si has decidido que hay ciertas energías que son demoníacas, malas, que tienen el poder de desviarte de tu unión con Dios, entonces ya has decidido que hay algo que está más allá del alcance de tu poder. Y eso es lo que te des-empodera. Y así, tomas una energía inocente y la conviertes en un monstruo que debe ser temido a cualquier precio.

Mas os aseguro que la transformación mística que os lleva desde sentiros como una desempoderada gota de espuma en el filo de la ola, hasta la sensación de libertad y de vida empoderada que fluye de la Mente de Dios a través de vosotros... y para expresar solo bellas creaciones llenas de majestad, de poder y de milagros... lo que te lleva de A a B... es estar dispuesto a cambiar de actitud para observar las mismísimas energías que se mueven a través de la mente y del cuerpo, y no para temerlas, sino para contemplarlas con inocencia y maravilla. Y esta es la fuente de todos los mitos que han sido narrados en todas las culturas: El caballero que somete al dragón, besando a la bestia salvaje en la mejilla, convirtiéndola así en un amoroso, amoroso compañero. Vuestros monstruos son lo que teméis y reprimís debido a los juicios que habéis aprendido en el mundo. Y el mundo es solo la negación o rechazo del Reino. Es justo lo opuesto a la Verdad.

Así, ves, si estás sentado en una de tus catedrales y todo el mundo está diciendo, Oh, claro, la sexualidad, ¡algo muy malo! Te alejará de Dios.

Entonces de inmediato debes darte cuenta de que si todos aquí le temen a la sexualidad, en realidad debe ser Divina, y así, Quizás haría bien en acogerla, amarla, dominarla, y no temerla. Si alguien te dice,

El dinero es la raíz de todo mal, y luego extiende la mano y dice, ¿Podrías por favor hacer una donación a nuestra organización? ¿no es esto acaso una expresión de conflicto? Y no obstante, tal conflicto inunda las religiones y los dogmas de vuestro mundo,

No desees el dinero. No desees riqueza. Por otra parte, para mantener esta emisora de radio necesitamos realmente que hagas una donación.

¿Qué están tratando de enseñarte? ¿Qué están negando? Sexo y dinero. Cosas muy básicas, ¿no? Representan energías que fluyen desde la Mente de Dios, que quieren expresarse con alegría y poder ilimitados, y que no están dispuestas a conformarse con limitaciones de ningún tipo.

Cuando la Tierra fue concebida por la Santa Mente de Dios y tomó su propia forma y se convirtió en una entidad igual que tú, Dios no dijo, Bien, este es un planeta muy bello, pero solo puedo tener un sistema solar, solo uno, justo a la medida de esta Tierra.

No, sino que, más bien, desde el gozo, Dios permitió que se dieran más y más sistemas solares, el nacimiento de miles de soles a cada instante… como campos en los que esas bellas joyas que son los planetas pudieran girar. ¡Eso es verdadera creación! ¿Y qué cualidad de sistema solar habrás decidido permitir tú que exista, para que el planeta de tu propio discernimiento pueda girar, vivir y expresarse?

¡Ah, deseo! El deseo lo es todo. Y de nuevo, el simple ejercicio que te hemos dado comenzará a liberar los bloqueos internos, y redescubrirás la inocencia del deseo. Y entonces, puedes comenzar a desarrollarte en él, a tomarte unos breves instantes para aprender a vivir deliberadamente.

¿Qué quiero realmente?

Porque, ves, como tu mente brilla como un rayo de luz solar desde la Mente de Dios, cuando uses tu consciencia para relajarte en la inocencia de la cuestión, “¿qué es lo que realmente quiero?”, “¿qué hay en mi corazón que sigue llamándome, que me sigue impulsando?”, te llegarán imágenes, sentimientos. Y os digo que estos serán expresiones –y hablaremos con los símbolos que entendéis en vuestro mundo–... expresiones de lo que Dios quiere traer a través de ti, Oh, cada vez que miro en mi corazón, y cada vez que me permito sentirlo, lo que realmente quiero es… rodear a la gente con mis brazos. Quiero permitir que la gente sepa lo mucho que les amo.

¿Por qué temer tal deseo? Es tan abrumador… No sé cómo sería aceptado

¿A quién le importa si serás aceptado? Lo que importa es cómo te aceptas tú a ti mismo.

¿Qué pasa si sintiendo ese deseo comienzan a llegarte nuevas imágenes? Y entonces, repentinamente te das cuenta de que… “lo que quiero hacer es unirme al Cuerpo de Paz26”, por ejemplo. Quizá sea el caso de que la auténtica vía, la manera a través de la cual aprendes a recibir el gran gozo de permitir que tu Amor vaya al mundo, es justo esa decisión de ir y colocarte en un sistema solar donde puedas girar con tu propio planeta y apuntarte a esa organización. Pero, si le temes al deseo, ¿cómo vas a poder alguna vez reconocer esas cosas?

Oh, ¡cuando me pongo en contacto con mi corazón y cuando me permito a mí mismo sentir…!

¿Qué sucede al hacerte esa pregunta?

Quiero tener tanta riqueza… ¡Oh! Y veo el pensamiento que dice que: “oh, ¡no! La riqueza es mala”. Pero lo que quiero hacer es… quiero ser capaz de llegar a cada niño hambriento del planeta y alimentarlo. Por eso quiero ser rico.

¿No podría ser que el deseo de alimentar al mundo fuera el deseo de Dios de expresarse a través de ti para utilizarte de tal manera que se efectúe una transformación en tu planeta? ¿Puedes ver que al bloquear el sentimiento del deseo podrías estar precisamente bloqueándote a ti mismo el poder escuchar aquello por lo que has implorado una y otra vez?

Padre, revélame Tu propósito para mí.

Sientes el deseo y dices,

¡Vaya! Pero primero... Padre... lo siento... antes tengo que librarme de este deseo. El deseo en el corazón es donde descubrirás la línea telefónica que te enlaza con la Voluntad de Dios que querría ser expresada a través de ti. Y si no confías en el deseo estás literalmente diciendo que has decidido no confiar en tu Creador. Mmm… cosa esta que es digna de ser recapacitada.

Sanando el conflicto en torno al deseo, ahora que sabes lo que verdaderamente es, aprendes a ser paciente contigo mismo.

Y ahora vamos con algo que nos sirve a modo de segundo ejercicio; y sugerimos que crees una estructura en la cual esto pueda ser practicado y que se ajuste a tu propia vida. De nuevo, al principio no te llevará más de cinco, diez o quince minutos, y quizá tres o cuatro veces por semana.

Finalmente lo harás todo el tiempo, porque estarás creando deliberadamente. Durante solo diez o quince minutos aparta tu mundo. Recuerda que no necesitas hacer nada y que por lo tanto el mundo puede esperar.

Relaja el cuerpo y cierra los ojos. Y puede resultar de gran beneficio permitir que la respiración se haga muy profunda y rítmica; relaja el sistema nervioso y seduce al controlador en tu mente, a ese crítico que decide qué pensamientos están bien y cuáles no. Por cierto, que el crítico nunca es algo que tú hayas creado. Es algo que permites que viva en tu mente y que fue fabricado por un conjunto de otras mentes temerosas, padres y profesores.

A medida que relajas el cuerpo y la mente, pregúntate, ¿Qué es lo que quiero realmente? Y observa las imágenes que surjan, sin juicio. Observa los sentimientos en el cuerpo, y permite que esto dure solo un minuto o dos. Entonces detente, abre los ojos, y escribe todo lo que puedas recordar.

Vi la imagen de tener cuarenta y siete compañeros sexuales.

Vi una imagen de monedas doradas cayendo sobre mí de modo que tuve que abrir un paraguas por encima de mi cabeza.

Vi enormes frascos de helado.

Me vi a mí mismo en un barco en el océano.

Lo que sea que aparezca, escríbelo.

Noto que mi estómago se tensa.

Pensaba que me iba a hacer pis en los pantalones.

Lo que sea, escríbelo.

Entonces, toma una profunda respiración, relájate de nuevo, y repite el proceso. Coloca la mano de modo que descanse sobre el corazón. Respira hacia dentro de él unas pocas veces, y entonces pregunta,

¿Qué deseo realmente?

Y de nuevo permite que el proceso se dé como sea que surja. Hazlo durante un periodo de diez o quince minutos, de manera que lo repitas al menos seis o siete veces, escribiendo.

Toma ese trozo de papel, que quizás forme parte de un “diario”, como podrías llamarlo... y guárdalo hasta el siguiente periodo de ejercicio; y entonces, repite el proceso de nuevo. Y cuando lo hayas hecho siete veces, cuando tengas las siete hojas de papel de cada proceso, entonces y solo entonces,

comienza a mirar atrás, a todas las cosas que surgieron. Y pregúntate, ¿Qué parece estar repitiéndose?

Puedes quizá notar que, Bueno, tres veces quise una enorme tarrina de helado, pero entonces ese deseo parecía difuminarse.

Dos veces tuve el deseo de tener cuarenta y siete amantes, pero ahora me doy cuenta de que en realidad solo quiero uno.

Sea lo que sea, observa el patrón, percibe el hilo que parece atravesar de arriba a abajo los periodos de ejercicio. Entonces, imagina que ese hilo es ese enlace energético que se anuda por un lado al pedazo de espuma en el filo de la ola, y que por el otro está anclado en la Profundidad del Océano.

Y entonces considera que quizás, si te permitieras moverte por ese hilo, si comenzaras a poner tu energía ahí, si comenzaras a aclarar los obstáculos en tu consciencia que bloquean que ese deseo pueda ser vivido coherentemente, haciendo eso… podrías llevarte a ti mismo desde la gota de espuma en el filo de la ola hasta el Corazón de Dios. Y que, a lo largo del camino, todo lo que no fuera Amor llegaría hasta ti para que pudieras soltarlo. Y que, durante el proceso, podrías pasar a través de una metamorfosis que culminaría en ser la encarnación viva del Poder de Cristo –para que tu alma pueda constatar y actualizar esa realización que siempre ha buscado–. ¡Mmm! Esto es algo como para tragar bien saliva.

Pues ves, la razón de que te hayas decidido astutamente a engañarte a ti mismo para poder bloquear la energía del deseo, es que el alma sabe que, si siguieras ese hilo con un compromiso total e incondicional, se vería embarcada en el camino del que hablábamos en una hora anterior, el camino puesto ante ti por Dios, que sabe cómo llevarte a casa.

Y si llegaras al hogar, significaría que tendrías que dejar de ser un buscador. Y tendrías que convertirte en alguien que ha sido encontrado. Y tendrías que levantarte por encima de la masa.

Tendrías que abandonar toda tu identificación con la pequeñez. Tendrías que abandonar la necesidad de que los demás te aprueben. Abandonarías el nido de la locura. Habrías resurgido y ocupado tu verdadero lugar a la diestra de Dios. ¿No es ese el temor más profundo que tienes… el de realmente ser la Verdad de quien tú eres: Cristo Encarnado?

Ahora bien, el deseo puede ser muy divertido. Idealmente, una vez que hayas practicado esto por tu cuenta, pide a tu compañero o a un amigo cercano (incluso puedes querer enseñarles estas cosas que lees o escuchas en esta Vía), pídele… si estaría dispuesto a embarcarse en este proceso contigo, de tal modo que, quizás una vez por semana, puedas sentarte con él y decir,

¿Qué encontraste esta semana?

Bien, ¡aquí va…!

Se llama desnudarse ante a un amigo. Se llama hacerse vulnerable con otro, encontrar a otro niño para jugar en el Reino, de tal modo que puedas salir al patio de recreo fuera del mundo adulto que dice, El deseo es malo. Chicos… tened cuidado.

Y comienzas a contemplar lo que es verdadero y real desde un lugar de inocencia. Y comienzas a crear por ti mismo un grupo de apoyo. Y ese grupo quizás pueda crecer hasta tres o cuatro amigos – o incluso diez o veinte– en el cual todos están comprometidos a ponerse en contacto con lo que realmente está en ellos, entendiendo el principio de que el deseo es el hilo que enlaza tu alma con el Corazón de Dios. Y Dios solo quiere extender, a través de ti, aquello que expresa Amor en el mundo. Esto es lo que se llama Creación.

Quizás es un proyecto que vale la pena. Pues cuando no te posicionas en la actitud de permitir la acogida del deseo, solo queda otra alternativa: Vivir en modo de mera supervivencia. Y cuando eliges la energía de la mera supervivencia el mundo es tu amo. Ante él te verás obligado a inclinarte una y otra vez, y otra y otra... ¡vida tras vida, tras vida! Serás un esclavo de la locura que parece gobernar este mundo. Y nunca conocerás la paz. Y nunca conocerás la dicha. Y nunca vendrás al hogar. ¡Así de simple! Porque no fuiste creado para marchitarte y morirte en la vid. Fuiste hecho para producir buen fruto en cantidad.

Permite que las raíces sean regadas por el deseo, por encima de todas las cosas, para así convertirte en la realización de lo que Dios tenía en Mente cuando Él respiró en ti el Aliento de la Vida. Y permite que ese Aliento sea recibido a cada momento. Llegarás a comprobar que la única cuestión – la única– por la que necesitas preocuparte es esta,

¿Qué cantidad de Dios estoy dispuesto a recibir y a permitir que sea expresado a través de mí?

Esto se llama separar el grano de la paja. La paja son los pensamientos del mundo que te hacen creer en la pequeñez. Y eso solo puede derivar en tu sufrimiento perpetuo. El grano es el alimento que da Vida, porque está lleno del Amor de Dios.

Entonces, no le temas al deseo, sino que desea abrazar el deseo. Tócalo, siéntelo, conócelo, danza con él, canta con él, míralo con inocencia. Siéntelo plenamente. Y entonces aprende a discernir, con los métodos que te hemos dado, lo que verdaderamente es el deseo: Ese hilo que está atravesando con su brillo todos tus días. Y entonces decide permitir que ese deseo informe tus elecciones, para que así puedas crear una vida que sirva a la realización de ese hilo de deseo.

Ves, yo tuve que hacer lo mismo. Pues comencé a notar que había un hilo de deseo en mi corazón que trataba de crear alguna forma de demostración que fuera tan abrumadora que, a cualquiera que pusiera su atención en ella se le recordara que hay algo mucho más grande en la vida que vivir para sobrevivir, y sobrevivir solo para vivir. E incluso cuando yo era joven comencé a tener atisbos –que al principio solo eran momentáneos–. Algo me estaba impeliendo, me impulsaba. Mas, según aprendía a confiar en el deseo, las imágenes se volvían más y más claras. Y me veía a mí mismo en colinas, rodeado de multitudes. Y me maravillaba por las palabras que salían de mi boca en esos momentos de revelación, cuando era todavía solo un adolescente. Vi atisbos e imágenes de ser amado por millones. Vi imágenes y cosas que no podía ni comprender porque eran literalmente imágenes de lo que ahora estoy haciendo. Y, ¿Cómo habría podido yo, un adolescente viviendo en la Judea de hace dos mil años, hallar la manera de comprender el uso de las tecnologías de vuestro mundo moderno, con las cuales comunicar Amor? No tenía sentido para mí. Pero aun así, decidí confiar en ello.

Una parte de ese hilo fue el reconocimiento de que la muerte no es real. Y así, por lo tanto, debía ser capaz de crear una demostración que lo probara. Ahora, piensa en ello por un momento. Si ese pensamiento fuera a nacer en ti y si intentaras compartirlo con el mundo, ¿no te llamarían loco al osar pensar un pensamiento tan disonante con respecto a todo lo que el mundo cree? Mas, como yo seguí el hilo del deseo, comencé a darme cuenta de que seguía hablándome a mí, día tras día, y semana tras semana. Y quería crecer; quería ser nutrido.

Así es que finalmente decidí,

Voy a permitir que ese hilo sea nutrido. Y voy a descubrir adónde me lleva y de qué trata todo esto.

Y adonde me llevó fue a la maestría de la vida y la muerte, al dominio de la sanación, de la consciencia. Me llevó al dominio de mí mismo. Me llevó al hogar, a mi propio Ser Crístico.

Y como seguí ese hilo, hoy puedo hablar contigo. Muchos de vosotros apreciáis lo que he hecho porque me veis como un portavoz de la Verdad. ¿No ha llegado el momento de que vosotros sigáis vuestros propios hilos y os convirtáis, igualmente, en portavoces de la realidad? Porque así como tú has sido enviado hacia mí, habrá muchos enviados a ti a medida que pasas de ser un buscador a ser un “encontrador”. Pues al ocupar tu lugar correcto, te conviertes en un vehículo a través del cual la Voz que habla por Dios toca creativamente las vidas de una innumerable cantidad de personas con las que puede que tú jamás tengas un encuentro físico.

Fuiste concebido para ser grande. Fuiste concebido para la grandeza, para brillar con tal Luz en este mundo que el mundo recuerde que la Luz es la verdad, y la oscuridad es ilusión. Sé, por tanto, aquello que eres. Y tú eres la Luz del mundo. Y me deleitaré al marchar contigo. Porque si puedo unirme a este, mi querido hermano, para crear esta comunicación, también puedo unirme con quienquiera que elija marchar hacia su propio ser crístico. Y el hilo a seguir es el hilo del deseo.

Por tanto, comienza a mirar hacia la energía del deseo en ti –a separar el grano de la paja– mediante el aprendizaje de, primero, sentirlo solo un minuto, sin juzgarlo…, y luego profundizando en ese proceso. Y te aseguro que llegará un punto en el que con cada respiración que tengas entrarás en contacto con la energía del deseo. Y esa es la única Voz a la que darás autoridad.

Y no serás capaz de seguirle el ritmo a la amorosa creación que quiere expresarse a través de ti. Y te maravillarás con los amigos que llegarán a tu vida, o con los cambios en tu sistema solar, donde gira vuestro planeta. Te maravillarás y te preguntarás cómo puede estar pasando todo esto. Y finalmente descubrirás que no eres el fabricante y el ejecutor de tu vida, sino que Dios quiere guiar y hacer Vida a través de ti.

Y entonces conocerás la Verdad que te hace libre, Por mí mismo, no hago nada. Pero mi Padre, a través de mí, hace todas las cosas, y es muy bueno. Mantente por tanto en paz. Y desea a gusto. Porque cuando sientes deseo estás regando tus raíces con la energía de la misma Vida. ¡Confía en ello! ¡Abrázalo! Y permite que los pétalos de la rosa florezcan en tu Santo Ser.

Os amamos, y estamos con vosotros. Si solo pudierais ver cuánta ayuda iluminada os rodea en cualquier momento, nunca volveríais a permitir que el miedo a perderos en vuestro deseo saliera victorioso en vuestra mente. Y caminaríais con audacia. Y a cambio, todas las cosas se transformarían en nuevas.

¿Cuánto Amor de Dios estáis dispuestos a recibir? Y con esto, cerramos diciendo, Amén

Lección 3 del libro "La Vía del Corazón", Jeshua Ben Joseph (La Vía de la Maestría I)

 Ahora, comenzamos.

1. Y efectivamente, una vez más, saludos, queridos y santos amigos. Al hablar en el lenguaje de vuestro mundo, no puedo encontrar palabras que puedan transmitir el Amor que siento por vosotros. No puedo encontrar palabras que puedan transmitir el Amor que siento que Dios tiene por todos nosotros.

2. Si busco entre los lenguajes de vuestro mundo, no puedo encontrar un solo concepto, una sola palabra, una sola idea, filosofía o dogma que pueda contener, en Verdad, el Misterio que está más cerca de vosotros que vuestro propio aliento, y que aguarda a vuestro descubrimiento.

3. Si busco por toda la creación, si busco por las muchas mansiones que existen en los dominios de la Creación de mi Padre –que es infinita–, por mucho que lo intente no puedo descubrir nada que realmente pueda describirte a ti. No puedo encontrar nada que sea más valioso que tú. En Verdad, no puedo descubrir nada que hable más elocuentemente sobre el Amor que Dios es, que tu propia existencia. Por tanto, en Verdad, te contemplo constantemente, y me maravillo ante el Esplendor del Amor de mi Padre.

4. Es entonces a través de ti como alcanzo a descubrir todo lo que Dios es. Y como hombre, cuando caminé por vuestro plano, comencé a constatar que el mayor regalo que alguna vez pudiera recibir, solo me podría llegar cuando eligiera entregar cualquier percepción que yo pudiera inventarme sobre ti, mi hermano o hermana, y que pudiera velar la Verdad que es cierta siempre acerca de ti.

5. Cuando tenía nueve años comencé a despertar justo a esto que te estoy describiendo ahora. Y cuando mi padre quiso que me sentara con los ancianos, y cuando me leía la Torah, comencé a ser compelido por algo interior. Algo me empezó a decir que, bajo todas aquellas percepciones que yo pudiera crear acerca de otro, había algo Esplendoroso y Brillante esperando a ser descubierto.

Comencé a sentirme muy diferente de mis compañeros. Comencé a preocuparme por las cosas interiores. Y cuando oía hablar a los ancianos a menudo sentía como si hubiera sido arrastrado muy lejos de donde me encontraba. Y me llegaban imágenes, me llegaban pensamientos y sentimientos que no comprendía ni había asimilado en mi ser.

6. Pero algo comenzó a impulsarme. ¿Cómo podría descubrir el modo de ver solamente ese Brillante Esplendor? ¿Me sería posible ver a mis hermanos tal y como mi Padre contempla a Sus Hijos? Y, en Verdad, descubrí que la manera de ver con los Ojos de Cristo comienza con la aceptación de que yo, como creador, creado a imagen de Dios, realmente, literalmente, elijo cada experiencia y la atraigo hacia mí; que yo creo los velos mediante los cuales veo la Creación.

7. Y comencé a cambiar de marcha suavemente. Comencé incluso a ser visto como alguien que se estaba rebelando contra las enseñanzas de mis ancianos maestros esenios. Porque comencé a apartarme de la lucha por llegar a Dios, de la lucha por la perfección, y a cultivar en mí mismo el proceso de permitir.

8. Descubrí que si contemplaba mis percepciones, mis sentimientos, mi comportamiento, tal y como exactamente eran, sin ensombrecerlos con mis propias interpretaciones –que si podía enseñarme a mí mismo a acoger las cosas con inocencia–, entonces los velos comenzarían a ser disueltos en mi mente.

9. Pues cuando tenía nueve años ya había aprendido a tener miedo a pensar, a hablar, a actuar de alguna manera que no estuviera en conformidad con la sabiduría prevaleciente en ese tiempo, incluso dentro de la comunidad esenia, que ya había devenido bastante rígida. Ya había mucho dogma. Y el dogma siempre conduce a la riña.

10. Comencé a descubrir que si contemplaba con inocencia todas las cosas, entonces, a través de ellas, comenzaba a brillar una Luz. Y que cuanto más permanecía en esta inocencia, más la Luz brillaba.

11. Y al crecer, comencé a descubrir que los viejos maestros que hablaban de la necesidad de “perdonar setenta veces siete” sabían algo muy profundo, y algo que se había incluso perdido en la tradición – en las tradiciones judía y esenia de mis días–. Pues como ves, perdonar significa “elegir liberar al otro de las percepciones que has estado proyectando sobre él”. Se trata por tanto del acto de perdonarse uno mismo sus propias proyecciones.

12. A medida que comenzamos a perdonar, incluso hasta setenta veces siete, cada vez que perdonáis, os lleváis a vosotros mismos más y más profundo hacia la pureza de vuestra propia consciencia. Comenzáis a entender cuán profundamente habéis estado coloreando, y por tanto afectando, a todas vuestras relaciones mediante el simple acto de no ser conscientes del poder de la proyección.

13. Por tanto, aprendí –y lo aprendí bien– que el perdón es una clave esencial en la sanación. Lo contrario del perdón es el juicio, y el juicio siempre crea separación y culpa. El juicio evocará una sensación de culpa en aquel que haya sido juzgado, a no ser que, por supuesto, esté perfectamente despierto. Pero, más que esto, cada vez que tú juzgas algo o a alguien, literalmente habrás suscitado culpa dentro de ti mismo, ya que hay un lugar en tu interior, aún presente, que reconoce la perfecta pureza de tu hermano, y que ve muy claramente que todas las cosas en el ámbito humano son o bien extensión de Amor, o bien una petición de ayuda y sanación.

14. Por tanto, querido amigo, cuando juzgas, te has ido fuera del alineamiento con respecto a la verdad. Has decretado que los inocentes no lo son. Y si juzgas a otro y lo ves como alguien que no es inocente, en ese mismo instante habrás declarado, para ti mismo, que eso es también cierto sobre ti. Por tanto, la práctica del perdón realmente cultiva la cualidad de la consciencia en la cual finalmente llegas a perdonarte a ti mismo. Y son los perdonados, ciertamente, quienes pueden recordar a su Dios.

15. Y así, por tanto, en esta hora, queridos amigos, desearíamos compartir con vosotros el poder del perdón: sobre cómo cultivarlo, refinarlo, sobre cómo entender esas profundidades del perdón que os pueden ser reveladas a medida que perdonáis setenta veces siete, y sobre cómo poder poner sobre la mesa aquello que aún no ha sido perdonado, sino quizá olvidado. Queremos hablar también, en esta hora, de qué es la percepción y de qué es la proyección.

16. Queridos amigos, estas cosas son de una importancia crítica. Pues cualquiera que entre en uno de los así llamados “caminos espirituales”, debe finalmente afrontar y lidiar con su profunda necesidad de perdón, que es una expresión del profundo deseo del alma de ser perdonada. Pues no hay nadie que camine por este plano que no haya sido tocado por el veneno del juicio.

17. Queridos amigos, al hablar de estas cosas, no obstante, no permitáis que la seriedad penetre en vuestras mentes. Pues, en Verdad, todo lo que hacemos es en realidad describir para vosotros lo que necesitáis hacer, y podéis hacer, para poder liberar la carga de ilusión que parece dibujar un pesar en vuestro rostro, una sensación de no estar a salvo en el mundo. Podrías pensar sobre esto como algo que consistiría en emplear algún tipo de mando de control que, al girarlo un poco, te ilumina, llevándose tu carga de culpa y juicio.

18. Por tanto, en Verdad, comprende bien que el perdón es esencial. Y lo que no ha sido perdonado en otros, no ha sido perdonado en ti –y no por un Dios que esté fuera de ti, sentado en su trono, pues el Padre nunca juzga–. Lo que no has perdonado en otro o en el mundo no es sino un reflejo de lo que tú llevas dentro como carga que no puedes perdonarte a ti mismo.

19. Tienes un dicho interesante en tu mundo, Quien lo dice, lo es.

20. ¿Crees que podrías ser siquiera capaz de juzgar a otro si no se despertara algo dentro de ti que dispara en ti la creencia de que sabes exactamente lo que el otro tiene entre manos? Y por eso es por lo que les juzgas. Y algunas veces juzgas tan duramente porque tienes miedo de esa misma energía que hay dentro de ti mismo, o porque recuerdas el dolor que has sentido cuando has actuado desde esa energía.

21. Mas, cuando te hayas perdonado a ti mismo, ten por seguro que conocerás lo que significa caminar en este mundo y, sin embargo, no ser de este mundo.

22. Serás capaz de sentir la energía o las actividades que cualquier otra alma pudiera libremente elegir. Y discernirás esa energía, comprenderás esa energía, verás a través de ella, y no obstante verás el Rostro de Cristo ante ti.

23. No reaccionarás, lo cual significa “actuar otra vez tal y como lo hiciste en el pasado”. En vez de eso, e incluso si estás siendo perseguido, oprimido (o, por hablar de una experiencia personal, clavado en una cruz), habrás cultivado la capacidad de amar.

24. Y en todas las situaciones, sin importar lo que otro ser esté haciendo, tu primera respuesta será entrar en la callada calma de tu interior, y meramente preguntarle al Espíritu Santo, ¿Qué deseas que diga? , ¿Qué es más apropiado para esta alma en este momento?

25. Pues cuando el perdón haya purificado la mente y el corazón, y el campo emocional de tu propio ser, descubrirás que existes solo para extender Amor.

26. Tú eres el Salvador del mundo.

27. Y en toda situación tu papel es preguntarle al Espíritu Santo cómo puedes servir a la Reconciliación, a la Expiación, a la corrección, a la sanación que aún necesita ser obtenida dentro de otra alma.

28. Entonces, incluso si alguien te está odiando, no responderás de modo defensivo, sino con curiosidad, como testigo inocente. Y si incluso tus manos se ven atravesadas por clavos, te aseguro que realmente es posible aun así entrar en el calmado santuario del Corazón, y preguntarle al Espíritu Santo, ,

¿Qué me harías decir o hacer que le pudiera servir a mi hermano o a mi hermana para la sanación de su corazón?

29. Entonces, es ahí hacia adonde vamos. Y todo lo que compartiremos contigo, no solo en esta hora sino durante este año, tiene como meta final tu Consciencia Crística completa, la realización de lo que tu propia alma desea: perdón.

30. En primer lugar, no hay nada de lo que puedas ser consciente en la energía de otro ser que no hayas conocido en ti mismo.

31. No hay nada que otro pueda decir o hacer, o incluso que sea capaz de imaginar que dice o que hace, y que no hayas conocido tú también.


32. De nuevo, quien lo dice, lo es. Y cuando percibes que otro actúa desde la hostilidad, o desde el miedo, o desde lo que sea, la única manera en que puedes reconocerlo así es porque tú ya has estado ahí.

33. El mismo hecho de que en tu mundo alguien pueda matar el cuerpo de otro y puedas reaccionar con el reconocimiento de que se trata de un comportamiento inapropiado, es porque, como alma, ya conoces las energías involucradas en tratar de asesinar a alguien. Y, en Verdad, si sois honestos con vosotros mismos, podéis probablemente contar al menos cincuenta veces en el último año en las que alojasteis pensamientos asesinos en vuestras mentes. Puede que no los realizarais, o incluso que no permanecierais con ellos por más de un segundo, pero la energía ha llegado al campo de vuestra consciencia y la habéis reconocido y aceptado.

34. ¿Quién es pues inferior que tú? ¿Quién será entonces digno de merecer tu juicio? Nadie. ¿Quién es pues igual que tú? Todos. ¿Y quién es digno de tu amor? Todos. 

35. El perdón es el puente que te enlaza con el alma, con la esencia de tu hermano. El perdón es ese puente que, cuando es cultivado, te permite ver claramente no solo las energías que otro esté expresando, sino que te permite literalmente ser capaz de ver qué eventos parecieron cultivar en esa alma la creencia de que ella debía actuar así para poder sobrevivir, para vivir –qué percepciones le han conducido a sentirse justificada en sus comportamientos inapropiados–. Y lo verás tan claro como si alguien hubiera pintado un cuadro delante de ti.

36. Entonces sabrás hábilmente qué decir y qué hacer para ayudar amablemente a los demás a corregir sus falsas percepciones sobre sí mismos, y aprender el camino del autoperdón.

37. Cuando esa hora llegue, ten por seguro que caminarás por este mundo aunque no obstante sin ser de él. Te convertirás en lo que yo me convertí, en el Salvador del mundo.

38. ¿Qué es la proyección? La proyección tiene lugar cuando ha habido primero negación dentro de ti mismo.

39. La proyección es un acto en el cual, psíquicamente, intentas arrojar fuera de tu propiedad todo aquello que hayas juzgado como despreciable o indigno de ti, como algo que no deseas. Y así, lo proyectarás. Lo arrojarás fuera y permitirás que aterrice en quien sea que esté por ahí cerca. 

40. La proyección es el efecto de la negación del primer axioma que te hemos dado. Es la negación de la Verdad que dice que nada de lo que experimentas ha sido provocado por algo que esté fuera de ti.

41. La proyección es entonces el intento de insistir en que la realidad es distinta de la manera en que Dios la hizo; de insistir en que no eres poderoso, en que eres una víctima de las circunstancias, en que estás en un mundo que te puede realmente hacer cosas, y que puede hacer que tomes decisiones que no habrías tomado de otra manera. Eso es siempre negación, y es una mentira.

42. La proyección es la negación del primer axioma de la Verdad. Y es algo que has dominado muy bien. Cuando proyectas sobre otro, entonces crees que tu ira, tu odio, están justificados.

43. Ten por seguro que existen muchos en tu sistema legal... y, bueno, que de hecho todo el sistema legal en sí mismo conlleva meramente tomar el acto de la proyección y la necesidad de juzgar, y hacer de ello algo aceptable socialmente, de tal modo que no necesites ya preocuparte por esa “otra persona” como alguien que en realidad es tu hermano, como quien ha estado en realidad clamando por ayuda. Y en vez de eso, justificas su castigo. No obstante, el castigo es en sí solo el insano intento de convencer al que castiga de que la oscuridad, de que el mal –o como lo quieras llamar– no está en él, sino ahí fuera.

44. Imagina entonces una sociedad en la cual la visión legal prevaleciente fuera simplemente que tu hermano es un aspecto de ti mismo. Y que, si quieres ayudarte a ti mismo, debes ayudarles a ellos – afrontando cada petición de ayuda y de sanación con perdón, amor y apoyo–. ¿Puedes imaginar, por un momento, cómo sería vivir en una sociedad así? ¿Cuán diferente sería el mundo que ves?

45. Y no obstante, si quieres que esas cosas sean diferentes, debes comenzar por ti. Porque la manera de sanar el mundo no es buscando cambiar lo que hay fuera, sino primero cambiando lo que está dentro.

46. Pues cuando este cambio haya sucedido te convertirás en un canal para una energía que sabe cómo usar tus dones, que sabe colocarte justo en las situaciones adecuadas. Y a través de ti trabajará efectivamente un gran Poder –el Poder que es Quien real y solamente conoce cómo sanar tu mundo–.

47. Hay muchos que de hecho querrían marchar hacia la paz a través de airados ataques contra quienes hacen la guerra. Pero si quieres crear paz en el mundo, debes estar en paz contigo mismo.

48. Entonces, la proyección es el acto de intentar librarte de aquello que no quieres tener en ti como algo propio. Es el efecto de la negación de la Verdad.

49. La proyección colorea a tu hermano con las mismas energías que tú juzgarías en ti mismo. ¿Cómo comenzar entonces a romper el patrón de la proyección? ¿Cómo permitir entonces que se construya el puente del perdón? Es realmente muy simple, pero se requerirá de tu compromiso.

50. Te he dicho muchas veces que el mundo que ves no es nada más que el efecto de los pensamientos que has albergado en la mente. Por tanto, el despertar requiere actuar con vigilancia y disciplina –la disciplina de cultivar una manera de vivir en la que observas tus propios pensamientos, escuchas las palabras que salen de tu boca, observas los sentimientos que son evocados en tu cuerpo, la cualidad reactiva que parece adueñarse de ti, y contemplas todo eso como algo inocente y provocado por ti mismo–

51. Y entonces, cuando el mundo te refleje algo que te provoque ira o te haga mantenerte juzgando, detente justo donde estés y mira hacia tu juicio, pero no con más juicio, sino con inocencia y honestidad, . ,Oh, veo que estoy juzgando a alguien. Es una nube interesante que pasa a través del cielo de mi consciencia. Me pregunto si sería capaz de hacer otra elección. Ahora, la mente te dirá, ,

Pero esta persona acaba de entrar en mi casa y me robó mi equipo de música. ¡Por supuesto que tengo motivos para juzgarla! Tengo derecho a sentir ira.

52. Mas te digo que la ira nunca está justificada. Esto no quiere decir que no vayas a experimentarla, pero deja de engañarte a ti mismo creyendo que tiene algún valor.

53. ¿Qué sucede con aquel que acaba de entrar a robarte el equipo de música o lo que sea que tengas (algún otro ídolo que ames...mmm), qué sucedería si entendieras que tienes el poder en ese momento de recordar que todos los eventos son neutros? Esto simplemente te daría una oportunidad para elegir Amor.

54. ¿Qué sucedería si literalmente escogieras la “loca” vía –“loca” para el mundo– de contemplar a quien justo acaba de hacer eso como un hermano que está pidiendo ayuda y sanación, y que no sabe cómo vivir en este mundo sin ser del mundo, que no conoce la vía del autoperdón, que no conoce la Verdad de la Luz que vive en él, que no reconoce su gran poder para crear lo que sea que quiera y de una manera que no dañe a nadie –contemplándolo con compasión más que reaccionando–?

55. Esto comienza de una forma muy simple. Y para empezar a plantar el escenario quiero que realmente recuerdes bien que se te ha dado el tiempo para que lo puedas emplear constructivamente.

56. Eso significa que cuando despiertas por la mañana comprendes que ya estás en la escuela; que no tienes que ir a ningún lado, que ya estás ahí. Y que el universo te está literalmente ayudando a tener experiencias que te brinden cosas que puedas elegir contemplar de forma diferente; y así, descubres el gran poder en ti, la libertad en ti, para elegir lo que quieres percibir, para suscitar en ti solo lo que quieres sentir.

57. Entonces, de nuevo, incluso si hubiera clavos atravesando tus manos, finalmente eres liberado en el poder de elegir Amor, y por tanto, de vencer a este mundo.

58. Una vez dicho esto, entiende entonces que cada uno de tus días es una bendición y un regalo si lo utilizas comprometiéndote plenamente con tu despertar. Tu día está repleto de un millón de oportunidades para descubrir una Verdad más profunda.

59. Por tanto, nunca sientas que el propósito de tu vida debe ser distinto de aquel en el que te encuentras. Porque recuerda lo que decíamos antes: estás literalmente creando todo lo que eliges, y no hay nada que se te esté imponiendo.

60. Y ahora vamos a tomar ese pensamiento y profundizarlo un poco por un momento, porque significa literalmente que, si has decidido que quieres despertar, ya has atraído hacia ti mismo las experiencias que realmente puedan servirte mejor para ello. E igualmente, los amigos, y la familia, la gente con quienes te relaciones, son aquellos que más pueden ganar con las experiencias que surjan a través de vuestras relaciones.

61. Significa que, justo aquí, y justo ahora, ya estás demostrando el poder que buscas –el poder de elegir verdaderamente despertar, y el de ordenar a toda la Creación servirte para tal despertar–.

62. Por tanto, cuando te despiertes cada día por la mañana mira a tu alrededor. ¿Quién es esa persona que está durmiendo a tu lado? Son tus compañeros perfectos. Son mensajeros de Dios. Y lo que se esconde justo detrás de todo eso, y debido a que tu mente descansa junto a la Mente de Dios, es el hecho de que, cuando al principio dijiste como alma, “quiero despertar, quiero ir a casa”, el Padre respondió a tu oración y comenzó a mandarte cierto pensamiento a través de tu espíritu y de tu alma, hacia tu mente consciente, . ,

Sé cómo dirigirte al hogar. Abandona esta carrera y empieza esta otra. Muévete de este lugar a ese otro.

63. Y comenzaste a sentir todo tipo de impulsos. Comenzaste a leer diferentes libros, a hacer diferentes cosas. Quizá encontraste a alguien y te enamoraste. ¿Todo por accidente? ¡Ni hablar!

64. Entonces, ese mismo pensamiento que reivindicarías como tuyo propio, con el cual has creado el mundo de tu propia experiencia personal, es también, literalmente, el resultado de tu súplica para despertar. Y el Padre está creando –asistiéndote para crear– justo aquellas experiencias que, peldaño a peldaño, puedan llevarte de donde estás a donde Dios está.

65. El resultado es que tu vida ordinaria es el ashram más perfecto en el que puedas estar alguna vez. Es la Ciudad Santa a la cual es sabio peregrinar a diario, lo cual significa llevar consciencia y compromiso precisamente a lo que estés experimentando, y agradecerlo, bendecirlo, acogerlo, estar vigilante, ser plenamente consciente de ello, . ,

¿Qué me está enseñando este momento?

66. Habiendo dicho esto, entonces, como trasfondo o fundamento, recuerda que no experimentas nada que pueda llamarse “momento ordinario”. En todos y cada uno de los momentos suceden cosas extraordinarias. Ocurren cosas extraordinarias en las cuales todo el Universo está conspirando –lo que significa “respirar conjuntamente”– para despertarte, para sanarte. ¡Confía en él!

¡Ámale! Que esas cosas sean ciertas –y te aseguro que lo son significa que tu vida, la misma vida que estás viviendo, es igual en poder, majestad y efectividad a cualquier otra que haya sido vivida. Eso significa que tu misma vida es igual a la que yo viví.

Porque es una vida de regreso al hogar, tal y como mi vida fue mi camino de regreso a Dios.

67. Y entonces, para ampliar lo que dijimos antes, el tercer axioma o principio podría ser encapsulado así, , No vivo momentos ordinarios. Con cada respiración, mis experiencias son peldaños plantados ante mí por Dios para guiarme hacia el hogar. Por tanto, llevaré consciencia a cada momento y permitiré que me enseñe cómo perdonar, cómo acoger, cómo abrazar, cómo amar y, por tanto, cómo vivir plenamente.

68. En tus momentos ordinarios, mil veces al día, te ves confrontado con oportunidades para sentirte molesto [risas] ¡mmm! Y en ese mismo instante, estás siendo regalado con la bendición de la oportunidad de elegir paz, de recordar cultivar una percepción de tu hermano o hermana que sea concebida a partir de la Mente de Cristo, y no de la mente egoica.

69. El perdón, entonces, puede ser practicado diligentemente. Y no vas a necesitar mirar demasiado lejos. No necesitarás hacer un peregrinaje a ninguna ciudad lejana. No necesitas sentarte en una cueva en las montañas de algún lugar para descubrir la vía hacia Dios. Está en todo a tu alrededor, porque solamente puedes estar allá donde hayas decretado estar. Y has decretado estar ahí porque tú, como alma, realmente no deseas otra cosa que despertar.

Y tu vida, tu vida exactamente tal y como está desplegándose momento a momento, ha sido dispuesta así para ti.

70. Si esto es cierto, y te aseguro que lo es, la vía hacia Dios solo puede ser encontrada en tu disposición a acoger y a vivir plenamente precisamente la vida que está en ti, la que se despliega a través de ti en cada momento.

71. Vivir sin miedo, marchar hacia delante para realmente confiar, para abrazar el mismísimo poder y majestad que es la semilla, el abono, la tierra, desde la cual está creciendo la experiencia de tu vida. ¡Es precioso! ¡Es extraordinario! ¡Es bendito! ¡Y es un regalo para ti, de Dios! ¿No querrías abrazar la bendición de tu vida y santificarla para así mantenerla sagrada, y para realmente marcar límites y reconocer que tu vida es digna de tu respeto?

72. No importa lo que los demás piensen. Solo importa lo que tú pienses.

73. ¡Queridos amigos, vuestra vida –tu vida– es vuestro camino a casa! Si no la vives plenamente, ¿Cómo quieres poder regresar algún día? Por lo tanto, no le temas a tu grandeza. No temas el poder que procede de abrazar tu vida y reclamar su valor. ¡Vívela plenamente con cada poquito de pasión que puedas reunir!

¡Abrázala a cada segundo! Cada vez que laves tu plato y tu taza tras el desayuno, contempla esas cosas y di, ,¡Dios mío! ¡Esta es mi vida! ¡Es mi camino de vuelta a casa! ¡Y voy a vivirlo!

74. Ciertamente, apreciados amigos, en esta vía, llegaréis a perdonaros a vosotros mismos por los juicios que habéis hecho. Porque quiénes de entre vosotros no habéis conocido el sentimiento de decir, . Dios, mi vida no vale mucho la pena. Nunca seré como ese, o como tal otro, que va andando por la calle. Y nunca tendré el suficiente dinero. Y no me conocerá la suficiente gente. Y, ¿Cuándo será mi trabajo tan importante como el de aquella persona? ...etc. etc. etc. . ,

Pero te aseguro que cada vez que te juzgas a ti mismo, te has debilitado a ti mismo. Cada vez que te has juzgado o que lo has hecho con otros, te has deslizado hacia abajo por la montaña otro nivel más, cuando tu deseo es estar en la cima.

75. Una vez comprendido esto, vamos entonces a examinar con más precisión el perdón. ¿Cómo funciona? ¿Qué ocurre realmente cuando perdonas? Eres un canal de energía. En el grado en el que este canal esté en perfecto estado de funcionamiento, la energía podrá fluir tan radiante que el canal se hará realmente transparente. Esto es, ya no estará bloqueado. No habrá barreras o límites para la Luz.

76. Cuando juzgas, es como si te contrajeras, haciendo que las paredes del canal se estrechen, justo como si se desarrollara óxido en una tubería. Y el flujo se hace menor y menor. A medida que perdonas juicios, es como si el óxido se fuera disolviendo en las tuberías. Es como si las paredes de la tubería, que transportan el líquido del Amor de Dios, comenzaran a expandirse y se hicieran cada vez más delgadas y transparentes.

77. El juicio es contracción. El perdón es relajación y paz, confianza y fe.

78. El perdón permite que crezca la espaciosidad en tu consciencia. Pues cuando contemplas al ladrón que entró en tu casa y dices “te perdono”, estás decretando lo contrario de lo que has aprendido. Estás decretando que nada valioso te puede ser arrebatado.

Estás decretando que el juicio es lo contrario de lo que tú quieres, y que es lo que te hace sentir de manera opuesta a como tú te quieres sentir. Estás decretando tu poder de percibir de forma diferente. Te estás, por tanto, sanando a ti mismo.

79. Y si es seguro que deseas venir al hogar, vas a tener que convertirte en alguien muy, muy divinamente egoísta. Vas a convertirte en alguien tan egoísta que no tolerarás el juicio en ti mismo –de nada ni de nadie–. Pues comenzarás a reconocer que con cada pequeña intervención del juicio te catapultas justo a ese lado del Universo que es el opuesto a aquel en el que tú quieres estar.

80. Provoca que tu misma estructura celular (si pudieras ver esto, nunca juzgarías de nuevo)... provoca... cuando juzgas... que incluso las células de tu cuerpo se vuelvan locas. Vibran de una manera completamente disonante. Y se da una contracción. Los fluidos no se mueven a través de ellas. Los nutrientes no llegan a las células. La materia de desecho no es correctamente procesada. Todo se atasca y tiene lugar la enfermedad.

81. Por tanto, mis amados amigos, entended bien que el juicio no es algo para ser tomado a la ligera. ¿Deberías entonces juzgarte a ti mismo si notaras que estás juzgando? No. Eso también es juicio en sí mismo. Solo el Amor puede sanar. Entonces, cuando reconoces que has juzgado, di, .,

¡Ah, sí! Es esa energía. Reconozco esa nube que acaba de atravesar el campo de mi consciencia. Pero elijo de nuevo.

82. Entonces, ¿cómo funciona esto? Si en tu vida ordinaria –que ahora sabemos que no es para nada ordinaria– detectas que has estado juzgando a alguien o algo, reconoce que ese juicio está todavía en ti. Está presente, sin importar si lo has hecho hace cinco minutos, cincuenta años, o si juzgaste diez vidas atrás.

Cuando lo notes, o cuando lleves consciencia al mismo, lo habrás convertido en algo realmente presente. Entonces, ahí está, justo ante ti para ser deshecho. Y en lo que necesitas enfocarte es en esto, . Voy a elegir de nuevo.

83. ¿Conoces la experiencia de mirar atrás en tu vida y ver repentinamente una escena en la cual ahora tú sabes que te comportaste egoístamente, desde el ego, al ser manipulador, malicioso o dañino? O reconoces, 

Dios mío, estaba realmente juzgando a aquella persona. ¡Ah! ¡Oh! Si solo pudiera volver atrás y deshacerlo.

84. ¿Conoces ese sentimiento? Te digo que sí puedes, sí puedes volver, porque todo está presente. No hay tal cosa como un pasado o un futuro, sino solo ahora. Entonces, cuando has tenido ese pensamiento o ese recuerdo, resulta que está viniendo hasta ti por una razón muy específica. Como alma, estás aprendiendo el perdón y cómo deshacer los efectos de tus elecciones previas.

Así pues, todo se te está presentando de nuevo ante ti, para que puedas hacer una nueva elección.

85. Entonces, cuando ese recuerdo antiguo llegue, mantente con él.

Míralo. Admite que el juicio estaba operando en ese momento. Y entonces dile a esa persona o a ese evento, No te juzgo. .

Extiendo el perdón hacia mí mismo por lo que he creado. Te abrazo, te acepto... y te amo. Y te libero para ser tú mismo. Y te bendigo con la Bendición de Cristo.

86. Entonces, mira cómo la imagen o el recuerdo comienza suavemente a disolverse en la Luz, hasta que no queda ni rastro. Y acaba con él. E inmediatamente la mente dirá, .Bueno, sí, pero cuando golpeé a ese niño pequeño en la espinilla cuando tenía cuatro años, y solo para ver cómo lloraba...él no está aquí. .,

¿Ah no? El cuerpo no está aquí, pero el cuerpo no es en absoluto el alma. Y todas las mentes están unidas. Eso significa que cuando extiendes perdón en la consciencia, en tu campo emocional, hacia otro, ya sea que se encuentre presente físicamente o no lo esté, le estás extendiendo exactamente lo mismo que podrías extenderle si estuviera físicamente ante ti. Pues ya sabes que, incluso si estuvieran ahí delante, ellos aún tendrían que aceptarlo, ¿no es así? Ellos aún tienen que tomar su propia decisión –si aceptar tu perdón, o bien seguir juzgándote–. Pero ese es su problema, no el tuyo.

87. Entiende entonces que estás tratando con la consciencia. No eres un ser físico, eres Espíritu.

88. Estás íntimamente enlazado con todas las mentes y con todos los tiempos. Por tanto, el perdón hacia otro puede suceder en cualquier momento en el que decidas que así sea. Cualquiera que hayas creído que te ha hecho algún tipo de daño, alguna vez, puede ser perdonado por ti en este mismo instante. En cualquier momento en el que hayas juzgado a otro, y que por tanto te hayas juzgado a ti mismo, puedes deshacerlo, en ese mismo momento presente, simplemente haciendo una elección diferente.

89. Ten por seguro que continuarás proyectando sobre otros lo que aún te quede por sanar, sin perdonar, dentro de ti. Cada vez que reaccionas ante otro se te está dando una señal de que hay algún tipo de energía que está siendo presentada ante tu consciencia, y que no has perdonado en tu interior.

90. Si alguien es crítico y cada vez que lo es te altera, ten por seguro que no has sanado esa parte en tu propio ser –esa parte de tu propia experiencia de criticar a los demás–. Ya sea que esté ocurriendo ahora, o si parece ser un patrón que has interrumpido y que ya no tienes, tú aún no te has perdonado a ti mismo por haberte identificado con esa energía.

91. Emplea pues tu experiencia ordinaria de cada día para observar qué es lo que te altera. Y si quieres mantenerte con ello –y ahora mismo te daremos una técnica simple para hacerlo–, si puedes mantenerte con ello, te revelará las energías que necesitan tu perdón.

92. La técnica es muy simple. A medida que transcurre tu día, observa cuándo te sientes como si estuvieras contraído. ¿Están tensos los músculos del cuerpo? ¿La respiración es muy poco profunda? Cuando hablas acerca de alguna energía de alguna persona... ¿tu voz se acelera o sube de volumen? Esto significa que necesitas realizar sanación en ti mismo. Cuando reconoces que se dan este tipo de signos en ti –en otras palabras, que la vida te ha presentado una oportunidad para alterarte– quiere decir que hay algo que requiere sanación.

93. Entonces, la alteración que sientes, tómatela como una bendición. No dirijas tu foco de consciencia hacia aquello que crees que te está provocando la perturbación, y recuerda el primer axioma, . ,

Soy la fuente de mi experiencia. Me siento alterado... ¿qué hay en mí que necesite ser sanado?

94. Comienza a respirar rítmica y profundamente con el cuerpo. Permite que este se relaje, se tranquilice, y pregunta... ¿Qué hay en la energía de esta persona que realmente me está sacando de quicio? , Y lo verás inmediatamente, Oh, es un criticón. Y esto me saca de quicio. 

¿Cuándo habré sido yo criticón con otros? , Y bien, enseguida vas a verlo, y dirás, Bien, ahora estoy siendo crítico porque ellos lo son.

95. O también, si estás juzgándoles, te pueden llegar recuerdos, recuerdos desagradables. Permite que lleguen. Continúa relajándote y respirando. Contempla esa energía de ser crítico. Hónrala, ámala, porque es una creación. Son tus creaciones que regresan a ti, y que debes abrazar y transformar. Y, siguiendo con el ejemplo, simplemente mantente con ello, contémplalo. . ,

¡Ah, sí! Ser un criticón. Ciertamente... yo lo puedo ser. Lo he sido en el pasado; conozco muy bien esa energía. 

96. Contempla una escena en tu memoria en la cual tú hayas sido el criticón. Mírala con profunda honestidad y sinceridad, y dite, Me perdono por ser así. Me perdono por mis propios juicios. Elijo enseñar solo Amor.

97. Y observa cómo desaparece esa imagen de tu mente, cómo se disuelve. Y lleva tu mente al momento presente, hacia esa persona que te acaba de poner de los nervios. Y nuevamente, no necesitas decirle nada en absoluto, aunque podrías hacerlo. Sino que, en tu interior, perdónale por permitir que la energía de ser criticón se aloje temporalmente en su mente. Y simplemente pídele al Espíritu Santo que reemplace tu percepción con la Verdad. Pide ver la Luz inocente en él. 

98. A medida que cultives esto, te harás muy hábil en ello. Podrás hacerlo así de rápido [chasquido de dedos]. Y una vez que comiences a ver la Luz en ellos, puedes preguntarle al Espíritu Santo, ¿Qué está ocultando esta energía en ellos? ¿Qué es lo que están pidiendo realmente?

99. Y entonces, sentirás compasión. Pues te será revelado por qué están heridos dentro. Y, de pronto, en vez de reaccionar ante ellos, simplemente podrás ser compasivo. Las palabras que elijas, tu propio comportamiento, podrían volverse muy diferentes, más de lo que nunca hubieras imaginado. Y además, se canalizará a través de ti exactamente lo que les sirva.

100. Cuando fui clavado a la cruz, había ciertamente alguien que tuvo que alzar el mazo para clavar el clavo. Y según lo alzaba, sus ojos se encontraron con los míos un solo instante. E hice precisamente lo que te he descrito. Primero recordé, y en aquel entonces ya era todo un maestro haciendo esto, de modo que todo transcurrió muy rápidamente. Y pregunté lo siguiente, ¿Cuándo habré deseado yo atravesar a alguien con un clavo? 

Y recordé mis pensamientos asesinos. Me perdoné a mí mismo y llevé mi atención de vuelta a aquel que me clavaba, y pedí ver solo la Luz en él. Y pregunté también, ¿Qué me está reflejando esta acción?¿Qué está enmascarando eso en su interior? ,Y vi su alma, y amé su alma. Y sentí compasión por él. Y en ese momento –toma nota de mis palabras– en ese mismo instante de contacto con los ojos, ¡esa persona lo comprendió!

101. Como mi energía era diferente, se creó el espacio en el que esa alma pudiera hacer una nueva elección. Y esa alma vio repentinamente toda su experiencia, y se dio cuenta de que si dejaba que ese mazo empujara el clavo, eso equivaldría a tomar la decisión de continuar siendo un mero esclavo de la percepción de otras personas. Y, en ese mismo instante, decidió seguir un camino que le llevó a una maestría soberana, y nunca más volvió a ser el peón de ningún gobierno, grupo ni facción... ni de cualquier persona. Tiró el mazo –era un soldado romano–, se rebeló, se dio la vuelta y desapareció.

102. Esta persona se fue para convertirse en un Maestro que hoy conocen literalmente miles de seres. No existe en forma física; visita a muchos, enseña a muchos. Realmente encarnó la perfecta maestría, y, por tanto, trascendió el mundo. Y todo ello comenzó a resultas de mi deseo de enseñar solo Amor. Y ahora tenemos una muy buena amistad.

103. Así es que ya ves, no puedes saber cuán poderosa va a ser tu apuesta por la sanación. No puedes realmente ver cómo de seria y profundamente te afectará, mientras te diriges hacia ser un creador –y a continuar siéndolo para siempre–. Y jamás podrías saber qué frutos nacerán de ese árbol en la vida de otro ser. Mas, debido a que todas las mentes están unidas, cuando tú eliges sanación mediante el perdón, literalmente creas el espacio en el cual el otro también puede sanar su vida.

104. No permitas entonces que ningún momento se desperdicie. No consideres nada como algo ordinario. Y no contemples las percepciones que el mundo te enseña como algo justificable dentro de ti mismo. Sino que comprométete plenamente a desarraigar y a extirpar de tu ser todo lo que no se asemeje al Amor de Cristo.

105. No creas que yo soy el único que puede amar así –eso no es cierto–. Estás aquí para amar tal y como yo aprendí a amar. ¿Por qué? Porque tú eres ese Amor. Y todo lo demás no es más que una cortina de humo.

106. El perdón es necesario. El perdón es una habilidad y un arte que te dará una gratificación tras otra, y tras otra... y tras otra más. Nunca dejará de rendirte rentas. Cada momento en el que eliges perdonar, ¡te has ahorrado literalmente un millar de años de sufrimiento! ¡Vaya! Y digo esto todo lo literalmente que se puede decir. En pocas palabras, cada acto de perdón es un milagro que acorta la necesidad de tener más experiencias dentro de esta dimensión.

107. Y cuando te encuentras en una situación que crees que es demasiado grande, ten por seguro que si eso es así es porque algo grande ha llegado finalmente a la superficie para poder ser sanado en ti, y de tal modo que por fin pueda brillar a través de ti un mayor poder, puesto que has alcanzado un punto en el que ya estás preparado para ello. Hay más Cristo que puede ser vivido.

108. Es muy, muy importante permitir que cada día se baste a sí mismo. Esto es, que cuando tu día acabe, siempre acábalo de verdad. Y no hagas cuatro horas de ritual. Puedes hacerlo en un suspiro. A medida que tomas una honda inspiración y reposas tu cabeza sobre la almohada, contempla el día entero, abrázalo con tu consciencia y a medida que permitas que el aire salga, di dentro de tu consciencia, Libero y perdono este día. Ha sido perfecto, y se terminó.

109. Déjalo ir, simplemente déjalo ir. ¿Por qué? Porque si no, lo llevarás de nuevo contigo. ¿Conoces esa experiencia? Y tres semanas más tarde dirás, Oh, cielos, ¿por qué tomé esa decisión tres semanas atrás? Si tan solo hubiera tomado una diferente, esto no hubiera sucedido y aquello otro tampoco. Eso será probablemente cierto. Pero el asunto que importa ahora es que, tres semanas más tarde, aún te estás provocando dolor de cabeza al traer el pasado hasta ti. Y te pierdes la gloria del presente. Todos habéis oído esto miles de veces, porque es la Verdad.

110. La consciencia es una cosa muy sutil y poderosa. No puedes hacer otra cosa que crear. Recuerda la meta de este año, que es aprender a crear deliberadamente con perfecta maestría. Por tanto, contempla las cosas del día y di, Es muy bueno. Y ha acabado.

111. Permítete, cada noche, cuando dejas reposar tu cabeza sobre la almohada y sabes que vas a apagarte para dormir, ser precisamente tal y como Dios fue en ese relato, en tu relato bíblico de la creación, en el cual está escrito que en el séptimo día descansó.

En el relato, Dios ya había terminado, en cierto sentido. Y proporciónate esa misma cualidad al final de cada día.

112. Si estás llevando en ti cierto tipo de reacción emocional porque alguien dijo o hizo algo, lo que sea, o porque tú dijiste o hiciste algo... practica el perdón antes de dormir. Pues si no, te mantendrás experimentando esas energías conflictivas en tus estados de sueño. Y la comunicación que hay entre tú y ese otro ser que no ha sido aún perdonado, te mantendrá en el mismo estado hasta que el perdón sea completado en ti.

113. Espero que esto tenga sentido para ti, pues es muy importante. El tiempo no debe ser tomado nunca a la ligera. Juega con él, sí, pero juega desde la consciencia, la claridad, desde el reconocimiento de que no hay ningún pensamiento fútil. Cada pensamiento crea un mundo de experiencia para ti. Y mereces experimentar el Cielo.

114. Tendremos mucho más que decir sobre el perdón a medida que comenzamos a sumergirnos en las profundidades de lo que es descubierto a medida que lo practicas setenta veces siete. Él te lleva más y más adentro, hacia la propia mecánica de la consciencia misma –hacia la mecánica misma de la creación–.

115. El perdón, sí, colócalo en la primera línea de tu lista, hasta que reconozcas perfectamente lo perdonado que estás. Mantente pues vigilante frente a la negación que está todavía necesitando del perdón en tu interior. Porque aquello que niegues, lo proyectarás. Y cada proyección es un acto dañino contra ti mismo.

También contra el otro, por supuesto, pero igualmente contra ti mismo.

116. ¡Así es! Dejaremos que con esto baste por hoy. En esta hora hemos dicho muchas cosas que precisan ser escuchadas de nuevo, y otra vez de nuevo, de tal manera que la consciencia comience a captar realmente lo importante y lo poderoso que es el perdón.

117. Alcanzarás un espacio donde vas a deleitarte absolutamente yendo a través de tu día expresando perdón, como si fuera una onda que se emite a sí misma desde el océano de tu consciencia, incluso aunque nadie esté haciendo nada. El perdón se convierte en sí mismo en una deliciosa energía en la que vivir.

118. Por tanto, realmente, queridos amigos, perdonaos bien a vosotros mismos, y habréis perdonado a Cristo. Y cuando Cristo sea perdonado, Cristo surgirá y hará Su hogar en vuestro corazón y en vuestra mente, e incluso en las células de vuestro cuerpo. Y conoceréis lo que significa caminar por este mundo, mas sin ser del mundo. Y cuando os miréis en el espejo, diréis, Contempla, he aquí el Salvador. No será la arrogancia egoica quien lo dice, sino el reconocimiento de lo que es verdad siempre, ,

Soy el Hijo de mi Padre, y he sido enviado a este mundo para traer Luz aquí.

119. ¡Así es! Estad por tanto en paz. Practicad bien el perdón hasta que se vuelva como respirar. Y descubriréis un poder que no sabíais que podría existir, y una libertad cuyo sabor es más dulce que el de la miel. Os perdono [risas24]. No porque os haya juzgado, sino porque conozco la bendición que el perdón me brinda a mí. El perdón es algo que perfeccioné como hombre. Perfeccionadlo igualmente en vosotros mismos, y conoceréis la Gloria de Cristo. Estad por tanto en paz, amados amigos. Amén.